El avance de la agricultura
La aparición de la agricultura, que ocurrió de manera independiente en varias partes del mundo, empezando hace unos doce mil años en el Medio y Cercano Oriente [i] (ver la entrada de 7 marzo 2020), fue una de las transiciones más importantes en la historia humana. En algunos respectos (por ejemplo, la cantidad de alimentos), la agricultura implicó una mejora de la calidad de vida de nuestros antepasados. Pero en otros (por ejemplo, la salud), causó una desmejora importante. Sin embargo, aun así, la agricultura se propagó por todos los continentes en una cuestión de pocos miles de años.
¿Cómo se expandió la agricultura por el mundo? ¿Cómo lo pudo hacer de manera tan contundente? ¿Cómo reaccionaron los cazadores-recolectores, al encontrarse ante la llegada de los agricultores, con una manera de vivir, pensar y hablar tan distinta a la suya? ¿Cómo actuaron ante ese reto, esa disyuntiva entre mantener sus propias costumbres y manera de vivir, su identidad, por un lado, y la de los recién llegados por otro?
Veamos, pues, cómo fue la transición a la agricultura en aquellas regiones donde la agricultura no se desarrolló de manera independente, sino que fue importada de otras partes.
Cuando hablamos de agricultura, tenemos que darnos cuenta de que esta implica tanto el cultivo de especies vegetales como la cría de animales, en la forma de ganadería o de pastoreo. Algunos agricultores se dedicaban más al cultivo, otros al pastoreo, pero ambas actividades forman parte de lo que se denomina la agricultura.
En el registro arqueológico es posible reconocer la práctica de la agricultura en una sociedad prehistórica por la presencia en los yacimientos arqueológicos de las semillas y otros restos de los granos y demás vegetales domesticados, así como de herramientas utilizadas para su cosecha y procesamiento; en el caso de animales domésticos, éstos se reconocen mediante sus huesos, que son distintos a los de animales no domesticados, y los restos de lácteos en recipientes (ver entradas de 30 noviembre y 24 diciembre de 2019). Además, tal como veremos abajo, los agricultores tenían una cultura distinta, utilizando otros tipos de objetos y enterrando a sus muertos de otra manera.
Así pues, la aparición de la agricultura fue un evento que dejó claras huellas en el registro arqueológico: se puede distinguir nítidamente entre un antes y un después. Tanto así, que se han definido edades distintas, dentro de la edad de la piedra, con referencia a la aparición de la agricultura: el tiempo anterior a la aparición de la agricultura, se denomina el Paleolítico (edad vieja de la piedra) y el Mesolítico, mientras que la aparición de la agricultura marca el inicio del Neolítico (edad nueva de la piedra).
El avance de la agricultura se pudo datar en primer lugar por restos arqueológicos, ya que los agricultores (pertenecientes al Neolítico) dejaron cerámica, construcciones y tumbas distintas a las de los cazadores-recolectores (del Mesolítico); pero, más recientemente, también por la genética. El campo de la genética que estudia la historia humana es la genética de poblaciones, que se dedica a investigar las variaciones genéticas dentro de una población o entre poblaciones, y de sus causas. Estas variaciones se dan cuando ocurren errores en el copiado del material genético de los óvulos y espermatozoides, que normalmente no afectan mucho la salud del individuo que tiene estos errores en su genoma, pero que permiten trazar la descendencia genética de este individuo [ii].
Armados de estas herramientas para estudiar el avance de la agricultura, se ha podido estudiar su expansión por todos los continentes poblados. Veamos en esta entrada cómo se expandió la agricultura dentro de Asia, y hacia África y Europa. Al existir más estudios científicos enfocados en Europa, nos detendremos más en ese continente; pero no sin antes haber considerado Asia y África.
Desde Anatolia al mundo
Las regiones de Anatolia (en el sureste de la actual Turquía), el Levante mediterráneo y las faldas del Zagros (en el actual Iraq e Irán) estaban entre las principales zonas donde se desarrolló la agricultura, hace unos doce mil años (ver las entradas arriba mencionadas). En cada una de estas regiones se domesticaron, a menudo de manera independiente, distintas especies vegetales y animales. Estudios genéticos a partir de antiguo ADN obtenido de huesos humanos provenientes de yacimientos arqueológicos indican que los grupos involucrados en estas domesticaciones pertenecían a poblaciones distintas: los del Levante, por ejemplo, eran genéticamente distintos a los del Zagros. Sólo después del Neolítico, cuando ya estaba bien establecida la agricultura, estas poblaciones empezaron a mezclarse. También empezaron a expandirse por el mundo: desde el Levante, a África; desde el Zagros, al Asia Central y el sur del continente; y desde Anatolia, a Europa [iii].
Hacia Asia, y desde Asia
De las especies vegetales que se domesticaron en el suroeste de Asia, dos en particular se expandieron por prácticamente todo el continente asiático: el trigo y la cebada. Ambos siguieron múltiples rutas para lograr eso: por un lado, la ruta de Asia Central (pasando por los caminos de lo que posteriormente iba a transformarse en la Ruta de la Seda), y por otro, la ruta del sur, pasando por lo que hoy en día son Irán, Pakistán, y la India [iv].
Este proceso fue lento, pero hacia 3000 aC tanto el trigo (principalmente Triticum aestivum, la variedad que fácilmente pierde su cáscara al trillarse) como la cebada habían alcanzado Asia Central y la península índica. Hacia 1000 aC, ambos habían llegado en Asia oriental. Este avance tan pausado se debe por un lado al hecho que la expansión de estos granos no se dio mediante alguna gran ola expansiva de grupos de agricultores (aunque sí hubo agricultores que migraron hacia el este de Asia), sino principalmente por medio de la adopción del cultivo por parte de los pueblos que ya vivían en esas regiones [v]. Además, cada ruta tenía climas distintos al clima del Medio y Cercano Oriente, donde ambos granos se originaron, y era preciso adaptarlos a las exigencias de cada nueva región. En el Tíbet, Asia Central y las estepas del norte de Asia, por ejemplo, los inviernos son más fríos y cae menos lluvia, de manera que hubo que encontrar, mediante un proceso de selección artificial, variedades de la cebada capaces de tolerar heladas y de florecer más tarde que en su región de origen, convirtiéndose en un cultivo que se siembra en la primavera, en lugar del otoño [vi].
La agricultura se extendió hasta Asia oriental, en parte, mediante un proceso de migración de agricultores. En la actual China, estos agricultores no reemplazaron a los cazadores-recolectores preexistentes en la región, sino que vivieron al lado de éstos durante bastante tiempo, y sólo lentamente las dos poblaciones empezaron a mezclarse entre sí [vii].
Los pueblos de Asia Central, que jugaban un papel tan importante en la expansión asiática de los granos, eran pastores nómadas que, al lado de su trabajo con los animales, cultivaban algunos vegetales. Este papel no se limitó a la adopción de granos del suroeste, sino incluyó granos del este de Asia: el mijo, que fue domesticado en la actual China, se expandió hacia el oeste, pasando por Asia Central, y se convirtió en un cereal importante también en el suroeste de Asia y en Europa, donde llegó alrededor de 2000 aC [viii].
Hacia África
Las especies animales y vegetales domesticadas en el Medio (y Cercano) Oriente llegaron a Egipto bastante rápidamente, hacia 5500 aC, con la introducción de ovejas y cabras, así como el trigo y la cebada. Pero hasta allá llegaron: debido a razones ambientales (tales como la aridez en el norte de África) y/o sociales, ni estas especies en particular, ni la agricultura en general, se propagaron hacia el resto de África durante varios milenios [ix]. En el este de África, llegaron grupos de pastores neolíticos alrededor de 2500 aC, siguiendo el Nilo hacia el sur, y cruzando Etiopía por distintas rutas [x]. Sí hubo domesticaciones independientes en África, al sur del Sáhara, primero de ganado y después de algunas especies vegetales (por ejemplo, un tipo de mijo y la sandía), pero – por razones no del todo claras – tardaron en extenderse por todo el continente. Lo que sí parece claro, es que el cultivo no era una opción atractiva para los africanos, que tenían a su disposición tierras ricas en animales para cazar y frutos para recolectar; a lo máximo tenían algunas reses como fuente adicional de lácteos, carne y cueros [xi].
El trigo que se adoptó en Egipto (ver imagen) era del tipo farro (o emmer, Triticum turgidum), que a diferencia del trigo que se hizo popular en Eurasia, mantenía su cáscara, lo que dificultaba la trilla. Pero, por otro lado, las semillas del farro son grandes y germinan fácilmente. Además, es posible que hubo otras razones por las cuales los egipcios preferían este tipo de trigo: por ejemplo, gracias a su cáscara era tal vez más fácil almacenarlo durante períodos largos. Cabe destacar el posible origen del término “farro”, que proviene del latín: en la antigua Roma el trigo importado de Egipto se conocía como el trigo “del faraón”, palabra que puede haberse transformado en “far” o “farris” en latín, y después en “farro” en castellano [xii].
Hacia Europa: ¿agricultura o agricultores?
En Europa, la agricultura apareció alrededor de 9000 aC, en el sureste del continente. De allí se ha ido extendiendo, hasta que, unos seis mil años después, se practicara en todas las zonas del continente aptas para alguna forma de agricultura.
Uno de los pioneros de la genética de poblaciones humanas, el italiano Luigi Luca Cavalli-Sforza (1922-2018), se dedicó, entre otras cosas, a estudiar las poblaciones europeas desde el punto de vista genético, para aclarar su origen y las migraciones hacia Europa que se dieron a lo largo del tiempo. En cuanto a la llegada de la agricultura a Europa, él se planteó la siguiente pregunta: la expansión de la agricultura en Europa, ¿se debió a una migración de agricultores desde una tierra de origen hacia todos los rincones de Europa, o fue el resultado de la propagación de una idea, que fue adoptada sucesivamente por los pueblos de cazadores-recolectores europeos [xiii]? O sea, ¿se trató de una migración (difusión démica [xiv]) o de transmisión cultural?
La conclusión a la cual llegó Cavalli-Sforza era que se trató principalmente de una migración, lenta pero segura, de poblaciones de agricultores. Se basó, entre otras cosas, en el factor Rhesus, que en la actualidad es predominantemente positivo en Europa y entre los habitantes del Oriente Medio y Cercano, mientras que es negativo en las regiones con descendientes de los cazadores-recolectores europeos [xv].
Aparte de la migración de los agricultores, Cavalli-Sforza detectó en los genomas europeos los rastros de otras migraciones: una migración desde el este hacia la Escandinavia (lo que quedó reflejado también en idiomas tales como el finés, que pertenece a la familia de idiomas urálicos), otra desde las estepas al norte del Mar Negro (que nos puede haber traído los idiomas indoeuropeos), y – más recientemente, en tiempos clásicos – la migración de la Magna Grecia, que fue la de los Griegos antiguos que fundaron ciudades en el sur de Italia y algunos lugares más en las orillas del Mediterráneo. Los únicos que no parecen relacionados con alguna inmigración son los vascos, que pueden ser considerados como los pobladores más originales de Europa, lo que también está reflejado en su idioma, único en el mundo [xvi]; volveremos a hablar de esto más adelante.
Cavalli-Sforza llegó a sus conclusiones basándose en estudios genéticos de personas actuales. Estos estudios permitieron determinar que se pueden diferenciar distintas poblaciones europeas, concentradas en regiones distintas, basado en sus características genéticas [xvii]; pero los estudios estaban necesariamente limitados por no poder investigar muestras de material genético de épocas pasadas. Todavía no existían en los tiempos de Cavalli-Sforza – y estamos hablando sólo de finales del siglo XX – las herramientas y técnicas para estudiar los genomas de humanos antiguos, extraídos de sus huesos o dientes. Esa capacidad vino después. Veamos qué sabemos ahora al respecto, gracias a otras técnicas y al estudio de genomas antiguos.
Europa, destino de migrantes
Todos los europeos somos descendientes de inmigrantes. Algunos llegaron antes, otros después, pero el hecho es que desde que los primeros humanos modernos llegaron a Europa, hace unos cuarenta mil años, múltiples oleadas de inmigrantes han llegado al continente. Los agricultores fueron sólo una de ellas. La gran mayoría de los inmigrantes, aunque no siempre bienvenidos – en este sentido no hay nada nuevo bajo el sol –, han dejado un legado relevante. En esta entrada nos limitaremos a hablar de los agricultores, y de la agricultura.
En los yacimientos arqueológicos, los asentamientos de los agricultores son reconocibles por, aparte de los indicios de las actividades agrícolas a las que se hizo referencia arriba, un “paquete” neolítico que consistía, en primer lugar, de recipientes de cerámica.
En muchas partes de Europa, los cazadores-recolectores no hacían uso de la cerámica – que además era incómoda de llevarse, en el caso de poblaciones nómadas. Una excepción era el noreste de Europa, donde la cerámica se conoció antes que la agricultura. Cuando los agricultores llegaron en Europa nororiental, con sus culturas cerámicas, se encontraron con cazadores-recolectores que ya conocían la cerámica y habían desarrollado culturas cerámicas propias, distintas de las de los agricultores. El origen de esta cerámica mesolítica europea no se encuentra en el Medio Oriente, sino posiblemente en Asia Oriental, donde ya se hacía cerámica hace veinte mil años [xviii], o en la misma Europa [xix]. Sea como fuere, hace nueve mil años los cazadores-recolectores europeos nororientales empezaron a elaborar cerámica, en sus propios estilos [xx]. Entre estos tipos de cerámica se encuentran la cerámica perforada y la cerámica del peine (ver imagen). Es en parte por esta diferenciación de estilos de cerámica que se puede distinguir entre agricultores y cazadores-recolectores en los yacimientos arqueológicos del noreste de Europa.
También eran distintos los monumentos funerarios de los agricultores. Mientras que, en muchas partes de Europa, las tumbas de los cazadores-recolectores eran más sencillas, las de los agricultores eran a menudo megalíticas, consistiendo en dólmenes o arreglos de grandes rocas (ver imagen) [xxi].
Sin embargo, son los datos genéticos los que nos cuentan con mayor precisión quiénes eran los primeros agricultores, y de dónde vinieron.
Primeros agricultores europeos
Los primeros agricultores europeos vinieron de afuera. Eran forasteros que se trajeron su conocimiento de la agricultura, sus semillas y sus animales. En Europa Central aparecieron, alrededor de 6200 aC, personas de otra parte, con otra dieta, basada en productos agrícolas. Que venían de otra parte, se pudo determinar a partir de los isótopos de estroncio en sus dientes, que son distintos a los de los cazadores, lo que indica una región de origen distinta [xxii]. Datos genéticos indicaron que, mientras los cazadores-recolectores tenían en su mayoría ojos azules y una piel color oliva, los agricultores tenían los ojos marrones y una piel clara [xxiii].
Ciertos estudios craneométricos dieron resultados contradictorios [xxiv]; sin embargo, un estudio de mediciones craneométricas, dentales y de mandíbulas de individuos prehistóricos de toda Europa y el Cercano Oriente indicó también que los primeros agricultores venían del Cercano Oriente, y que en buena medida reemplazaron los pueblos que vivían en el sureste y centro de Europa. Sin embargo, ocurrió más mezcla con los pueblos de cazadores-recolectores en la periferia europea: en la península ibérica, el oeste, y el norte de Europa [xxv]. A partir de estos estudios, la velocidad de avance de la agricultura en Europa fue calculada en un promedio de entre 0,6 y 1,3 km por año, lo que coincide con la velocidad estimada para difusión démica (mediante migración), que es de 0,6-1,1 km/año; lo que sugiere que la agricultura se propagó en Europa, por lo menos parcialmente, mediante la migración de los agricultores, no tanto por el aprendizaje de las técnicas de la agricultura por parte de los cazadores-recolectores [xxvi].
El análisis de datos genéticos provenientes de los huesos de humanos prehistóricos confirmó esto. Material genético (ADN mitocondrial, ADNmt) obtenido de esqueletos de cazadores-recolectores prehistóricos europeos y de los primeros agricultores en Europa mostró que estos dos grupos no estaban relacionados, y que los europeos modernos tienen poco en común, genéticamente, con los cazadores-recolectores, pareciéndose más a los primeros agricultores. Esto indica que los primeros agricultores eran una población distinta a la de los cazadores-recolectores, los cuales fueron desplazados, hasta un punto tal que prácticamente no dejaron rastro en el acervo genético europeo [xxvii].
Otro estudio del ADNmt de los primeros agricultores en Europa Central indicó una clara afinidad genética con los habitantes actuales del Cercano Oriente (Turquía) en general y Anatolia (el sureste de Turquía) en particular [xxviii]. Esto fue confirmado por estudios del ADN nuclear, en los que se compararon los primeros agricultores con restos humanos neolíticos de distintas partes del Mediterráneo, incluyendo Anatolia: los primeros agricultores en Europa provinieron de Anatolia, pasando por el Egeo [xxix].
Aparte del material genético de los agricultores, también las especies de cereales que éstos se llevaron a Europa (trigo tipo einkorn/emmer, cebada con cáscara, y otros) apuntan a un origen en el Oriente Medio y Cercano [xxx].
Pero la difusión de la agricultura no sólo era démica: también se dio difusión cultural. Un estudio de los cráneos de humanos prehistóricos encontró, a partir de una gran cantidad de mediciones craneométricas, que, por un lado, los primeros agricultores en Europa Central pertenecían a poblaciones provenientes de afuera (probablemente el Medio o Cercano Oriente); pero por otro, en regiones más periféricas (por ejemplo, el norte y oeste de Europa), los primeros agricultores se parecían a los cazadores-recolectores que anteriormente vivían en esas regiones. O sea, inicialmente la agricultura fue traída a Europa por pueblos de afuera, mientras que posteriormente, la expansión de la agricultura se dio también mediante difusión cultural: cazadores-recolectores que adoptaron la agricultura [xxxi]. (Los cráneos reflejan diferencias genéticas; algo que en el caso de otros huesos del cuerpo humano no es así, al tener su forma y tamaño más relación con factores ambientales que genéticos [xxxii].)
Rutas de la agricultura en Europa
La expansión de la agricultura hacia el oeste empezó dentro del mismo Oriente Cercano, donde primero el oeste de Anatolia y después el resto de la actual Turquía experimentaron un proceso de neolitización de índole híbrida: un poco por movimientos de los agricultores, y un poco por la conversión de cazadores-recolectores en agricultores. En efecto, estudios genéticos muestran que los primeros agricultores en Anatolia eran antiguos cazadores-recolectores de esa misma región, que se habían convertido en agricultores [xxxiii]. (Culturalmente, también hubo un proceso mixto de transferencia cultural: en parte por migración, en parte por transmisión [xxxiv].) A finales del Neolítico precerámico (PPN), alrededor de 6250 aC, ocurrió una fase de abandono de los poblados en esa región, posiblemente relacionada a un cambio climático (ver la entrada anterior). En todo el Medio y Cercano Oriente empezaron a moverse personas, presumiblemente en busca de mejores condiciones de vida [xxxv]. Tal vez haya sido esto el detonante de la emigración de agricultores de Anatolia hacia el resto del Cercano Oriente y Europa.
La migración desde Anatolia a Europa parece haber empezado por vía marítima: primero se colonizaron las islas de Chipre, Creta (desde 9000 aC) y varias islas del Egeo.
Por cierto, esta no fue la primera vez que poblaciones humanas hayan migrado a Europa: datos genéticos indican un lazo entre los habitantes de Anatolia, las islas mediterráneas de Chipre y Creta, y Europa del Sur que se remonta a hace más de doce mil años [xxxvi]. En efecto, datos arqueológicos apuntan a la presencia de agricultores neolíticos en Chipre desde hace 11.100 años – o sea, pocos cientos de años después de la transición a la agricultura en el Levante; al parecer, unos grupos de los primeros agricultores se desplazó a Chipre en una época temprana del Neolítico, llevando consigo sus cereales, así como sus reses, cerdos, cabras, ovejas, perros y gatos [xxxvii]. En ese momento la isla ya estaba habitada, desde hace – por lo menos – unos miles de años [xxxviii]. La colonización de Chipre por los agricultores neolíticos, que llegaron por barco armados no sólo de sus animales y vegetales domésticos, sino también de sus herramientas (incluyendo cerámica) y tecnologías, nos muestra cómo posteriormente los agricultores pueden haber alcanzado otras islas y orillas del Mediterráneo [xxxix].
(Inclusive es posible que Chipre fue colonizada mucho antes, y no por humanos modernos, sino por neandertales u Homo erectus: se encontraron en la isla herramientas de piedra con edades de hasta 170 mil años, o sea, antes de que los humanos modernos llegaran a la región [xl].)
El Egeo primero
En Europa, la agricultura apareció alrededor de 9000 aC, en el sureste del continente. En la actual Grecia (en general, la zona alrededor del mar Egeo), la agricultura apareció primero: ya alrededor de 8500 aC se practicaba en la isla de Creta [xli]. La Grecia continental y los Balcanes siguieron después: la planicie fértil de Tesalónica, en el norte de la Grecia, fue colonizada por agricultores alrededor de 7000 aC [xlii], Albania alrededor de 6500 aC [xliii], y la costa de Croacia unos quinientos años después [xliv].
Después hubo una bifurcación: unos grupos de agricultores se encaminaron hacia el norte, por tierra, y otros grupos, bordeando el mar, se desplazaron hacia el oeste (ver mapa).
Hacia el sur y suroeste de Europa
El camino del oeste llevó los agricultores, por lo menos en parte por unas rutas marítimas (que era la vía más rápida), hacia el sur y suroeste de Europa [xlv]: alrededor de 6000 aC llegaron a Italia, poco después al sur de la Francia y, entre aproximadamente 5700 y 5300 aC, a las zonas costeras de la península ibérica. En todas estas regiones reemplazaron la – escasa – población anterior. Este proceso de reemplazo ocurrió mediante apareamientos entre los dos grupos, resultando en una absorción de los cazadores-recolectores por los agricultores [xlvi].
En el interior de la península ibérica persistieron durante unos siglos grupos autóctonos (originales), lo que sugiere que allí el avance de la agricultura puede haber sido un proceso mixto: en parte, avance de los agricultores, y en parte la adopción de ciertas prácticas de los agricultores por parte de las sociedades autóctonas [xlvii]. Ocurrió mezcla entre los dos grupos, lo que resultó en una población con bastante material genético de los cazadores-recolectores, que además aumentó en el tiempo: el apareamiento entre los dos grupos pudo haber sido intenso [xlviii]. Algunos grupos de cazadores-recolectores ibéricos, sin embargo, no se mezclaron, y desaparecieron: el material genético recuperado del esqueleto de un cazador-recolector de la provincia de León tiene características distintas a las de los pobladores de la península de después del Neolítico [xlix].
En Italia también se nota, aun hoy en día, una diferencia entre los pobladores del norte y los del sur: mientras los habitantes del sur reflejan en su material genético el paso de muchas poblaciones distintas, empezando por los migrantes de Anatolia, los del norte se parecen más a los habitantes originales de Europa: los cazadores-recolectores [l].
Una población especial es la vasca (en el norte de la península ibérica), que tiene un idioma único en el mundo, y que se consideraba descendientes directos de los pobladores originales de Europa, de antes de la llegada de los agricultores. Sin embargo, genéticamente están relacionados con agricultores de la Edad del Bronce de la actual provincia de Burgos, lo que indica cierta mezcla, aunque su idioma se haya conservado [li]. Pero la población vasca no fue afectada, a diferencia del resto de la península ibérica, por mezclas posteriores al Neolítico [lii]. (Los idiomas que hoy en día se hablan en la mayor parte de Europa, son de origen indoeuropeo; fueron traídos en la Edad del Bronce por pueblos provenientes de las estepas al norte del Mar Negro [liii] – pero de esto hablaremos en otra entrada.)
En cuanto a la cultura material, los primeros agricultores en el sur de Europa (desde los Balcanes hasta las costas de la península ibérica) estaban asociados a la cerámica cardial, que es una cerámica caracterizada por estar decorada con impresiones del borde dentado y sinuoso de conchas de berberecho, un bivalvo llamado tradicionalmente Cardium (ver imagen arriba). Se considera que las raíces de la cerámica cardial se encuentran en el Medio Oriente. Sin embargo, este tipo de cerámica fue utilizado también por ciertas poblaciones que vivían de la caza y la pesca, de manera que no se puede asociar cada pieza de cerámica cardial a los agricultores neolíticos [liv].
Hacia el centro y noroeste de Europa
Desde la bifurcación en el Egeo de la ruta de los agricultores, la otra ruta condujo, pasando por los Balcanes, a las orillas del Río Danubio y, siguiendo el Danubio río arriba, a Europa Central, donde se desarrolló la cultura de la cerámica de bandas. Estas migraciones están confirmadas por estudios genéticos de restos humanos de ambas culturas, así como del Oriente Cercano (complementados con datos genéticos modernos), que revelaron una gran semejanza genética entre los primeros agricultores de Europa Central, el sur de Europa, y el Oriente Mediano y Cercano [lv].
En las orillas del Río Danubio, la ruta de entrada a Europa Central desde el sureste, se detectó un cambio poblacional alrededor de 6200 aC. Antes, la zona era habitada por cazadores-recolectores; pero en ese momento aparecieron personas de otra parte, con otra dieta, basada en productos agrícolas [lvi].
En Europa Central, la transición ocurrió alrededor de 5500 aC, con la aparición de la cultura denominada Cultura de la Cerámica de Bandas [lvii], que es la primera cultura neolítica de la región (ver imagen arriba).
Los agricultores habían llegado al sureste de Europa como un grupo homogéneo, que en su mayoría no se mezcló con los habitantes originales de la zona. Sólo algunos grupos de agricultores se mezclaron con los cazadores-recolectores [lviii]. A la llegada de los primeros agricultores en Europa Central, alrededor de 5500 aC, se dieron varios tipos de interacciones con los cazadores-recolectores que ya vivían en aquella región, pero que a la larga desaparecieron, absorbidos por los agricultores. Datos genéticos indican que algunos cazadores-recolectores se mezclaron con los agricultores, probablemente en múltiples episodios [lix]. Sin embargo, también hubo grupos de cazadores-recolectores que durante unos dos mil años vivían separadamente, hasta su desaparición [lx]. La desaparición de los cazadores-recolectores solía ser el resultado de absorción por los agricultores, de manera que la población resultante tenía material genético proveniente en parte de los cazadores-recolectores. El porcentaje de este material genético era variable; un estudio genético de restos humanos de España, Alemania y Hungría detectó que el porcentaje era más bajo en las actuales España y Alemania, lo que sugiere una absorción de los cazadores-recolectores generalmente rápida, y relativamente alto en la actual Hungría, lo que indica una absorción más lenta [lxi].
Desde Europa Central la agricultura llegó a Europa Occidental (incluyendo las islas británicas, que en aquel entonces estaban conectadas con el continente ya que el nivel del mar era más bajo que el actual [lxii]) mediante un proceso de migraciones pequeñas e intermitentes de grupos de agricultores, que durante este proceso reemplazaron a las poblaciones de cazadores-recolectores preexistentes y se mezclaron con estas, perdiendo así buena parte de sus genes medio-orientales [lxiii]. Pero algunos grupos de agricultores llegaron lejos antes de diluir su identidad genética: en Irlanda se encontró el esqueleto de una mujer neolítica de entre 3343 y 3020 aC, agricultora, cuyo genoma era predominantemente de origen oriental, y que pertenecía a un grupo grande. O sea, llegaron a Irlanda no unos pocos, sino más bien un buen número de agricultores con orígenes en el Medio Oriente [lxiv]. ¡Podemos imaginarnos que este haya sido un viaje que tardó muchas generaciones!
La actual Francia ocupa un lugar interesante en la migración de los agricultores, puesto que llegaron a esta región por las dos rutas: la del sur, o sea, desde el Mediterráneo, y la del centro de Europa. En el sur de la Francia, los agricultores se mezclaron rápidamente (dentro de algunos siglos) con la población preexistente. En el resto de la Francia, los agricultores eran los del centro de Europa, que habían llegado sin mezclarse mucho con los cazadores-recolectores (sólo se había dado alguna mezcla en el sureste de Europa, antes de que los agricultores llegaran a Europa Central) y que se quedaron en Francia sin mezclarse con los cazadores-recolectores durante mucho tiempo [lxv].
Hacia Escandinavia y el Báltico
Desde Europa Central, también se dio una migración de agricultores hacia la Escandinavia. Llegaron hacia 4000 aC y tenían los rasgos genéticos de poblaciones mediterráneas, claramente diferenciados de los de los cazadores-recolectores escandinavos de aquellos tiempos. Paulatinamente se mezclaron y la agricultura se volvió común en partes del sur de Escandinavia; sólo se quedaron pocos grupos de cazadores-recolectores, que se mantuvieron separados de los agricultores, tanto en Suecia como al lado este del Mar Báltico [lxvi]. En las costas e islas de la actual Suecia se mantuvieron comunidades de cazadores-pescadores-recolectores que, aunque siguieron pescando y cazando, y elaborando cuencos de cerámica perforada (sin copiarse los estilos de cerámica de los agricultores), también practicaban, alrededor de 3300 aC, algo de agricultura: cultivaban cebada y trigo, tal vez con miras a fiestas comunitarias (¿para la elaboración de cerveza?) [lxvii]. En la isla sueca de Gotland, alrededor de 3000 aC, los cazadores-recolectores de la cultura de la cerámica perforada no se mezclaron con los agricultores recién llegados (eran pastores de la cultura de las hachas de batalla), pero sí copiaron varias tradiciones culturales de los agricultores, a juzgar de los objetos hallados en sus tumbas [lxviii]. La coexistencia de agricultores y cazadores-recolectores, cada grupo con su propia cultura, duró unos mil años: alrededor de 2000 aC, los cazadores-recolectores desaparecieron como un grupo separado [lxix].
En Europa oriental, parece haber ocurrido algo parecido: llegaron los agricultores, se asentaron y hasta cierto punto se mezclaron con los cazadores-recolectores preexistentes, pero muchos de ellos se mantuvieron apartados, manteniendo su estilo de vida con poca interacción con los agricultores [lxx]. En la zona del Báltico oriental, algunos grupos de cazadores-recolectores sí empezaron a practicar la agricultura, pero sin mezclarse con los agricultores [lxxi].
En términos generales, da la impresión de que en el norte de Europa el avance de los agricultores fue menos rápido que en el sur y centro del continente. Esto tiene probablemente que ver con una mayor densidad de cazadores-recolectores en el norte, y menor disponibilidad de espacio idóneo para la agricultura; lo que ha sido confirmado mediante un modelado matemático de los avances de los agricultores [lxxii]. Un estudio de tipos de cuentos, utilizado como adorno personal, corroboró esta tendencia: mientras que los agricultores en el sur y centro de Europa tenían una multitud de tipos distintos de cuentas, y desarrollaron tipos nuevos, los cazadores-recolectores del norte de Europa (principalmente Escandinavia) se limitaron a sólo algunos tipos de cuentos, que no cambiaban en el tiempo; lo que sugiere una resistencia por parte de los cazadores-recolectores en asimilar la cultura de los agricultores [lxxiii].
Fuerza motriz de la expansión
¿Cómo tenemos que imaginarnos que ocurriera la migración de los agricultores? ¿Se trató de una gran oleada, con desplazamientos en masa de grandes grupos de agricultores, con sus familias y pertenencias? ¿O fue un movimiento de gentes más sutil? Parece que la situación más normal fue la del segundo escenario: desplazamientos localizados e intermitentes de pequeños grupos [lxxiv].
Se considera que el avance de los agricultores se dio principalmente mediante un proceso de “mini-migraciones”: pequeños grupos de personas que, saliendo de asentamientos ya consolidados, se fueron a poblar zonas con buenas condiciones para la agricultura. Esto se hacía necesario, entre otras causas, debido a presiones demográficas, como el crecimiento de la población. También puede haber jugado un papel importante el hecho de que inevitablemente deben haber surgido fricciones en las comunidades de agricultores (ver la entrada anterior), que pueden haberse resuelto mediante la salida y migración de ciertos integrantes de la comunidad.
Al crecer la población de agricultores en una región, las mejores tierras quedaban todas tomadas, dejando disponibles las tierras de menor calidad. Esto puede haber resultado en la salida de agricultores en busca de pastos más verdes y campos más fértiles.
Es probable que los primeros agricultores ya tenían algún sistema de herencia, posiblemente parecido al que era común en muchas partes de Europa al inició de los tiempos históricos: el hijo primogénito heredaba todas las tierras, mientras que los hijos varones menores tenían que buscarse la vida allende. De haber sido así, podemos imaginarnos que los hijos menores se establecían cerca de su lugar de origen si había disponibilidad de buenas tierras para la agricultura; pero en caso contrario, éstos habrían tenido que mirar hacia horizontes más lejanos, y migrar, solos, en familia, o conjuntamente a otras familias, a una región aledaña con mejores perspectivas para asentarse.
Esta hipótesis de los hijos menores pudiera ayudar a explicar la observación que se hizo, que el cromosoma Y (que determina el sexo masculino) de muchos de los varones europeos tiene un conjunto de características (un haplogrupo) que apuntan a un origen en el Oriente Cercano, mientras que el ADN mitocondrial, que se hereda de la madre, sugiere un origen distinto [lxxv]: si entre los primeros agricultores en Europa hubo una predominancia de varones, éstos se aparejarían mayormente con mujeres provenientes de grupos de cazadores-recolectores, dejando a los varones cazadores menor oportunidad de encontrar pareja. (Sin embargo, un estudio posterior puso en duda el origen oriental de ese haplogrupo masculino [lxxvi].)
Al partir de sus regiones de origen, los agricultores migrantes se dirigían principalmente hacia zonas fértiles y con suficiente agua, tales como las llanuras cerca de los ríos y el mar. Esto quedaría reflejado en el avance rápido a lo largo de los ríos y las costas [lxxvii].
El avance rápido también debe haber sido apuntalado por un espíritu colonizador. La situación de los agricultores migrantes probablemente no era tan distinta a la de los colonos en el centro de los Estados Unidos del siglo XIX, o los en las colonias españolas: llegaron a sus nuevas tierras con ideas muy claras acerca de cómo vivir y según cuáles creencias, lo que les proporcionaba la fortaleza necesaria para mantenerse en su nuevo entorno y prosperar.
Tradicionalmente se estima que la velocidad del avance de la agricultura, o sea, de los agricultores, era alrededor de 1 km por año, en promedio; lo que equivale a unos 25 km por generación [lxxviii]. Al tratarse de un promedio, hubo tiempos y regiones donde el avance era mucho más rápido (por ejemplo, el avance hacia el oeste del Mediterráneo), mientras que en otros, los movimientos fueron pocos.
La expansión de los agricultores a expensas de los cazadores-recolectores no se debía sólo a la llegada de nuevos grupos de agricultores. También se debía al crecimiento demográfico de los agricultores, que solía ser más alto que él de los cazadores-recolectores (ver entrada de 30 abril 2020). Por lo tanto, si en una zona dada había tanto agricultores como cazadores-recolectores, con el pasar del tiempo los primeros se volvían dominantes en términos de número de individuos.
En sus migraciones, los agricultores no sólo se llevaban sus semillas y herramientas para el cultivo de cereales y otros vegetales domesticados. También se llevaban sus animales: mientras que en el sur de Europa predominaban las cabras y las ovejas, en el oeste y norte de Europa los agricultores preferían las reses [lxxix]. Un análisis más detallado de los nichos disponibles para los pastores pudiera mejorar el entendimiento de qué animales eran criados dónde, y de qué manera: si se trataba de un pastoreo móvil (por pastores nómadas), fijo, o intermedio (tipo trashumancia) [lxxx].
Un estudio de restos de comida en vajillas neolíticas de las islas británicas reveló que, aun en las orillas del Atlántico, los agricultores no comían pescado, prefiriendo lácteos [lxxxi]. Por cierto, el consumo de lácteos puede haber contribuido a reducir la mortalidad infantil entre los agricultores y, por ende, propiciar su crecimiento poblacional. Los adultos pueden haber consumido lácteos también, pero todavía no eran capaces de tolerar la lactosa (eso vino en la Edad del Bronce; ver las entradas de 14 octubre 2017 y 7 marzo 2020), así que los lácteos consumidos por los adultos eran probablemente productos fermentados, tales como el queso y el yogur; en efecto, alrededor de 5700 aC, ya se consumía queso en la actual Croacia [lxxxii].
Cabe destacar que los europeos modernos ya no tienen mucho material genético en común con los primeros agricultores; esto indica que, al mezclarse con otras poblaciones, estos agricultores perdieron mucho de su identidad, por lo menos desde el punto de vista genético [lxxxiii]. Pero la mayoría de los europeos tiene aun menos material genético en común con los cazadores-recolectores: migraciones posteriores han borrado prácticamente todos los rastros genéticos de aquellas épocas remotas de la primera ocupación de Europa por nuestra especie [lxxxiv].
El día que llegaron los agricultores
¿Cómo reaccionaron los cazadores-recolectores cuando llegaron los agricultores? Era otra gente, con otro idioma, otra cultura, otra manera de vivir. Pueden haber sido considerados intrusos, invasores, o simplemente vecinos nuevos. Tal vez fueron ignorados, por lo menos inicialmente, o considerados como gentes interesantes que valía la pena mantener de amigos. O tal vez hubo, entre los cazadores-recolectores, sentimientos de resistencia, o de temor que los recién llegados iban a hacerse con sus predios de caza, sus comunidades, su cultura, e inclusive con sus mujeres.
No en todos los lugares fue igual la respuesta, y de ésta dependía cómo fue el avance de la agricultura. Por lo tanto, es importante considerar este asunto con cierto detenimiento. En los párrafos que siguen haremos un pequeño análisis, de la mano de un estudio del arqueólogo británico John Robb [lxxxv].
El avance de la agricultura no ocurrió con la misma rapidez en toda Europa. En ciertas regiones, esto se debió a razones ambientales: en los Alpes, las marismas de los Países Bajos y en el norte de la Escandinavia, por ejemplo, las condiciones no eran propicias para la agricultura. Pero la lentitud con la que se estableció la agricultura en otras regiones, por ejemplo el Báltico y las costas atlánticas de Europa Occidental, donde ya existía una población relativamente densa de cazadores-recolectores, indica que hubo también fuerzas sociales que impedían que se afianzara la agricultura.
Cuando los cazadores-recolectores estaban en contacto con el mundo neolítico, a menudo adoptaban, paulatinamente, ciertos aspectos de este mundo para sus propios fines. Los cazadores-recolectores en el Báltico intercambiaban hachas de piedra pulida con los agricultores de la cultura de la cerámica de bandas; los del sur de Francia adoptaron la agricultura, pero conservaron muchas tradiciones materiales; el «Neolítico del bosque» de Polonia implicó un estilo de vida de caza y recolección, con cerámica y algunos animales domésticos añadidos. Los pueblos británicos inicialmente dieron la bienvenida a los animales domésticos, la cerámica y las hachas, pero se debate su compromiso con el sedentarismo y los cultivos. Los recolectores centroeuropeos pueden haber rechazado la representación figurativa neolítica de los Balcanes, incluso cuando adoptaron la mayoría de los otros elementos del Neolítico.
¿Qué atractivo puede haber tenido la agricultura para los cazadores-recolectores? Obviamente había las ventajas de tener una fuente de alimentos que, en tiempos normales, era más abundante de lo que podía proporcionar la caza, aunque menos variada y flexible. Pero también había otras ventajas, quizás menos tangibles. Un aspecto atractivo de la vida neolítica pudo haber sido la cohesión social. Los cazadores-recolectores solían vivir en pequeños grupos, distanciados entre sí, con pocos contactos entre los grupos. Para reunirse, aunque fuera de vez en cuando y por motivos especiales, era necesario poder contar con suficientes alimentos (¡y bebidas fermentadas!), lo que, tal como pudo haber ocurrido en el Levante mediterráneo (ver la entrada de 30 abril 2020), pudo haber sido un aliciente para adoptar por lo menos ciertas prácticas de los agricultores.
Ante la llegada de los agricultores, los cazadores-recolectores tenían una variedad de opciones. En efecto, en distintos lugares optaron por opciones distintas:
- Rechazo completo. Esta opción implica un aislamiento, una separación con respecto a los agricultores – una estrategia adoptada en varias regiones, tales como el centro de Italia.
- Mantener la identidad mesolítica intercambiando productos con los agricultores. En algunas partes de Europa del Este se fortaleció la cultura mesolítica, tal vez como respuesta a la llegada de la neolítica, pero incorporando ciertos elementos neolíticos.
- Adoptar elementos neolíticos específicos, por intercambio. Cazadores-recolectores en el norte de Europa se mantenían inicialmente separados de los agricultores, pero sí adquirían de los agricultores sus hachas de piedra (ver imagen).
- Mezclarse con los agricultores conservando el estilo de vida de cazadores-recolectores. Esta mezcla pudo haberse dado mediante lazos de matrimonios u otro tipo de relaciones entre los dos grupos, aunque cada grupo mantuviera su manera de vivir, viviendo los unos al lado de los otros.
- Adoptar elementos neolíticos específicos, aprendiendo a elaborarlos. En ciertas regiones, los cazadores-recolectores aprendieron de los agricultores ciertas técnicas, tales como la elaboración de cerámica, o aprendieron a tener animales domésticos o su propia huerta, y/o se asentaron en pueblos.
- Aceptación completa. Esta opción implica pasarse a la cultura de los agricultores, dejando de lado su anterior cultura y manera de vivir. No necesariamente implicaba mezclarse con los agricultores, aunque en la práctica esto ocurrió a menudo.
Al final, la gran mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores pasaron a la agricultura. Pero no todas. Aun hoy en día hay cazadores-recolectores, inclusive en Europa. Pero son muy pocos los que se dedican a la caza propiamente dicha. La mayoría son pescadores, que se nutren de lo que les proporciona el mar.
La aceptación de la agricultura les cambió la vida a los cazadores-recolectores de una manera profunda. Aparte de su nueva manera de obtener alimentos, entraron en un nuevo mundo material: de repente se vieron rodeados de una multitud de objetos, incluyendo una variedad de herramientas y unas cuantas formas de cerámica. La cerámica, a menudo adornada con patrones intricados, se convirtió en un símbolo de esta nueva vida, y, puesto que es difícil para nómadas llevarse su cerámica en sus andanzas, también en un símbolo de su nueva vida sedentaria. La casa, tal como ya plantearon los arqueólogos Jacques Chauvin e Ian Hodder (ver entrada de 30 abril 2020), se convirtió literalmente en el hogar, el foco de la nueva vida. Tenía más que una importancia práctica: también tenía una relevancia simbólica. En efecto, en Europa Central los primeros agricultores (de la cultura de la cerámica de bandas, de 5300 aC), construían casas que no sólo eran rectangulares y muy alargadas (hasta más de 30 metros de largo), sino que también tenían, por alguna razón desconocida, una orientación preferente (que cambió ligeramente en el tiempo) [lxxxvi].
Aquellos cazadores-recolectores que inicialmente no aceptaron la agricultura pero sí decidieron asentarse en casas (por las ventajas sociales, materiales y/o rituales), probablemente tarde o temprano habrán tenido que empezar a dedicarse, por lo menos a tiempo parcial, a la agricultura ya que cerca de los asentamientos probablemente empezaban a escasear rápidamente los animales salvajes disponibles para ser cazados.
Una vez adoptada la agricultura, ya no había marcha atrás. Muchas cazadores-recolectores que empezaban a dedicarse a la agricultura, aunque fuera a tiempo parcial, no volvieron a dejar la agricultura. Era una vía de un solo sentido. Al parecer ya no era una opción dejar de lado la seguridad y abundancia de alimentos, aunque implicara una vida más confinada, tanto en el espacio como culturalmente (ver imagen).
Sufre el ambiente
La introducción de la agricultura en Europa, así como en tantas partes del mundo, trajo consigo cierto deterioro del ambiente. Bosques fueron reemplazados por campos y potreros, con todos los problemas que esto pudiera conllevar. En la entrada anterior vimos como en el Levante mediterráneo la tala de árboles durante el Neolítico, tanto para hacer espacio para los cultivos como para alimentar los fuegos en los hogares, probablemente degradó el medio ambiente considerablemente [lxxxvii].
En Europa también se han dado casos en los que la agricultura neolítica causó una degradación del ambiente. Por ejemplo, en el yacimiento arqueológico de Los Castillejos (provincia de Granada, España), donde alrededor de 4000 aC empezó el cultivo de trigo y cebada, se pudo observar como el tamaño de las semillas se redujo en el tiempo, probablemente debido al agotamiento del suelo. Algo parecido debe haber pasado en muchas zonas mediterráneas, y aun hoy en día muchos de los terrenos en la zona mediterránea están tan degradados que no son aptos para el cultivo [lxxxviii].
No todas las noticias son malas, pero. Recientemente se determinó que, en el Amazonas, los primeros agricultores, que fertilizaban sus campos con madera carbonizada, mejoraban la calidad del suelo hasta punto tal que aun hoy en día, después de la finalización del cultivo, aquellas tierras tienen una mayor riqueza en especies vegetales, tanto en cantidad como en diversidad, que las tierras que no fueron abonadas [lxxxix].
Conclusión
Los primeros agricultores eran grandes viajeros: se expandieron desde el Oriente Cercano y Medio en todas las direcciones, empujados por un sostenido aumento de su población. Tal vez suena contradictorio, pero estos primeros agricultores, que normalmente vivían asentados en poblados trabajando sus tierras, tenían una movilidad más alta que los cazadores-recolectores, que normalmente no tenían una demora fija [xc] (aunque sí hubo, después de la última edad del hielo, que terminó hace veinte mil años, algunos movimientos y contactos entre los cazadores-recolectores en toda Europa [xci]). Esto nos muestra cómo los humanos, en caso de necesidad, eran (y todavía son) capaces de levantar sus pertenecías y desplazarse hacia otros horizontes, en búsqueda de mejores condiciones de vida.
La expansión de la agricultura en Europa podría ser entendida como un conjunto de “mini-migraciones”: pequeños grupos de agricultores desplazándose, por distancias de tal vez unas decenas de kilómetros, normalmente no mucho más, hacia tierras fértiles y con agua, para asentarse allí. En promedio, la distancia de los desplazamientos era en el orden de 25 km por generación.
En la mayoría de regiones donde llegaron los agricultores, ya había poblaciones de cazadores-recolectores. Generalmente, los dos grupos coexistieron durante cierto tiempo (hasta unos miles de años), pero después de ese período de coexistencia, los cazadores-recolectores ya no existían como una población separada: habían sido asimilados por los agricultores, y su manera de vivir y sus culturas desaparecieron, aunque sus genes siguieron siendo reconocibles en la nueva población híbrida.
De esta manera, se puede aseverar que la expansión de la agricultura se debió, en primer lugar, a la migración de los agricultores hacia nuevas tierras. Pero, en segundo lugar, a la asimilación de la agricultura por parte de los cazadores-recolectores que ya habitaban aquellas tierras.
La mezcla entre los agricultores y cazadores-recolectores al inicio del Neolítico ha tenido un gran impacto en las características genéticas de todos los humanos que vinieron después. Pero el perfil genético de los humanos que vivimos hoy en día no ha sido marcado solamente por esta mezcla neolítica; inclusive, los europeos ya ni tienen tantos rasgos genéticos provenientes de los agricultores neolíticos, y aun menos de los cazadores-recolectores [xcii]. Tanto antes como después del Neolítico se han dado, y siguen dándose, períodos de migraciones poblacionales y, por ende, mezclas genéticas. Esto ha ocurrido en todos los continentes, aunque es en Europa donde la historia genética ha sido documentada con más detalle [xciii]. En efecto, la idea de que haya “razas puras” en Europa quedó descartada por completo. De algunos de los períodos de mezcla volveremos a hablar en este blog en algún momento, ya que son buenos ejemplos de los cambios que ha experimentado la humanidad. Pero, en cuanto a la transición a la agricultura se refiere, damos por concluido nuestra aproximación a este tema.
Nota: la foto en el encabezado del post muestra, a la izquierda, un cazador-recolector paleolítico europeo, y a la derecha, una mujer neolítica de la actual Gran Bretaña, de alrededor de 3500 aC. Ambas figuras son reconstrucciones basadas en el estudio de huesos hallados en yacimientos arqueológicos, así como del material genético encontrado dentro de estos huesos. Crédito: Royal Pavilion & Museums; Brighton & Hove.
[i] El Cercano Oriente equivale, aproximadamente, a la actual Turquía. El Medio Oriente corresponde, para los fines de este artículo, a los actuales estados de Irán, Iraq, Líbano, Israel y Jordania.
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[ix] Ver: www.nytimes.com/2004/07/27/science/african-pastoral-archaeologists-rewrite-history-of-farming.html.
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[xv] Cavalli-Sforza, 1996; pág. 157-173. Ver nota 13.
[xvi] Cavalli-Sforza, 1996; pág. 173-182. Ver nota 13.
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[xxi] Ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Megalito.
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