La Revolución Neolítica (7) – La nueva sociedad

La transición a la agricultura, que empezó hace unos doce mil años en el Oriente Medio y Cercano, no fue una bendición para todo el mundo que estuvo involucrado. En la entrada anterior ya se habló de las enfermedades y la reducción de la expectativa de vida que sufrieron los primeros agricultores, al tener una dieta más pobre, trabajar más duro, y estar en contacto con los animales domésticos. A pesar de esto, la población humana se incrementó ya que aumentó considerablemente la cantidad de nacimientos. Al generarse mayores cantidades de alimentos gracias a la agricultura (especialmente el cultivo de cereales), se hizo posible una diversificación y jerarquización en la sociedad: ya no era necesario que todos se dedicaran a obtener alimentos. También se dio un cambio importante en la manera de pensar: mientras que los cazadores no tenían que preocuparse mucho por el futuro, los agricultores sí tenían que planificar para las cosechas futuras y prepararse para cosechas malas, y por lo tanto buscaban el apoyo de espíritus y divinidades para que estas cosechas fuesen buenas [i]. En pocas palabras: la aparición de la agricultura tuvo un gran impacto sobre nuestra especie. Marcó un antes y un después, en muchos respectos.

En primer lugar: desde el punto de vista de la evolución. Las domesticaciones definieron el momento que los humanos empezamos a dominar nuestro entorno, en lugar de que nuestro entorno nos dominara a nosotros. Es verdad que, con la domesticación del fuego, mucho antes de la agricultura, y la invención de las vestimentas, ya logramos crear entornos más adaptados a nuestras necesidades, pero con las domesticaciones y la concomitante construcción de viviendas en las cuales nos asentamos, empezamos a adaptar nuestro entorno para sacarle más provecho y facilitarnos la vida [ii]. Esto es una instancia de lo que se denomina la construcción de nichos, algo típico de los humanos (aunque no tenemos la exclusividad [iii]). Al construir nichos, la evolución cultural empezó a afectar a los humanos aún más que la evolución biológica, que rige los cambios en todas las demás especies. La evolución biológica sigue influyendo sobre el desarrollo humano, pero a menudo se trata de una coevolución de genes y cultura: los cambios culturales y genéticos van de la mano [iv] – algo que por ejemplo quedó claro en la capacidad de digerir la leche que desarrollaron muchos humanos (ver mis entradas de 24 septiembre 2017 y 14 octubre 2017).

En segundo lugar: por el cambio de la relación entre nosotros y la naturaleza. Pasamos a ver a las especies animales y vegetales domesticadas como organismos a nuestra disposición, para ser utilizados a beneplácito. Y, por extensión, la naturaleza empezó a ser considerada como nuestro dominio, un territorio por conquistar.

En tercer lugar: por el desarrollo de la sociedad moderna. La información que tenemos acerca de las sociedades de los primeros agricultores es limitada: fundamentalmente se trata de artefactos arqueológicos y los huesos y restos orgánicos encontrados en los antiguos asentamientos. Por lo tanto, los primeros estudios de estas sociedades se enfocaron principalmente en sus aspectos materiales[v]. Sin embargo, como veremos a continuación, estamos aprendiendo a leer en los restos arqueológicos la historia de las personas detrás de éstos – sus vidas, sus comunidades, sus creencias. En esta entrada nos dedicaremos justamente a esto: intentar obtener una idea de cómo eran las sociedades del inicio del Neolítico (la última fase de la Edad de la Piedra, cuando ocurrió la transición a la agricultura), y de cómo vivían y en qué creían sus gentes.

¿No más caza?

Los pobladores del Levante mediterráneo, cuna de la agricultura (la domesticación de especies vegetales y animales), no necesariamente dejaron atrás sus antiguas maneras de vivir cuando se pasaron a la agricultura. La caza de las gacelas, por ejemplo, siguió siendo una actividad importante, tal vez sólo como fuente de carne fácilmente accesible (las gacelas eran abundantes en el Levante, hasta que desaparecieran a lo largo del Neolítico debido a, justamente, la caza), tal vez también para fines socioculturales o religiosos. En Siria se hizo un hallazgo que demuestra la caza a gran escala: se trata de unos muros de edad neolítica que, visto desde arriba, forman un embudo. En la punta del embudo se encontró una fosa contentiva de restos de patas de gacelas. Esta construcción se interpreta como un artilugio para matar rebaños enteros de gacelas salvajes: los cazadores perseguían un rebaño y se hizo que entrara en el embudo por la apertura ancha. En la salida del embudo, o sea en la parte más estrecha, estaban listos otros cazadores para matar a los animales y llevarse las carcasas (dejando las patas, que tienen poco interés nutritivo) [vi]. También se cazaban, al inicio del Neolítico, cabras silvestres [vii]. Así que la adopción de la agricultura no implicó que se dejaran atrás por completo las prácticas de los cazadores-recolectores.

Los asentamientos neolíticos

Se ha postulado que los primeros asentamientos eran semipermanentes, utilizados de manera intermitente para rituales y actividades sociales involucrando grandes grupos de distintas partes [viii]. En tal sentido, cabe destacar a Göbekli Tepe en el sureste de Turquía, que es un conjunto de construcciones de hace más de once mil años. Estas construcciones, de las que hablaremos detenidamente más adelante, son interpretadas como centros rituales; no eran viviendas. Las gentes que asistían a las actividades eran nómadas que se congregaban en estos centros rituales, acampando temporalmente en las inmediaciones de las construcciones. (Nótese que el nombre de Göbekli Tepe, así como todos los otros nombres de asentamientos mencionados en esta serie de entradas del blog, son los nombres de los yacimientos arqueológicos actuales; no tenemos ni idea de cuáles eran sus nombres originales.)

Entre los primeros asentamientos que sí eran habitados, se encuentra Hallan Çemi, en el este de la actual Turquía, un poblado de cazadores-recolectores de hace diez mil años: consistía en tan sólo unas decenas de casas, con un espacio comunal donde al parecer se hacían reuniones y comidas conjuntas, siguiendo ciertos rituales. Las casas permitían cierta privacidad, algo de lo cual los nómadas carecían, pero la vida comunal parece haber sido importante [ix].

Pero con la transición a la agricultura los asentamientos se volvieron más grandes. Poblados tales como Jericó [x], Çatalhöyük [xi] (en la actual Turquía), Abu Hureyra [xii] (en el este de Siria) y ‘Ain Ghazal [xiii] (Jordania), contaban con cientos de casas y llegaron a tener unos miles de habitantes.

Al inicio del Neolítico (cuya primera fase se denomina PPN: el Neolítico precerámico), los asentamientos en el Levante mediterráneo eran pequeños: generalmente contaban con unos cientos de habitantes al máximo. Se encontraban principalmente en las colinas, donde había mayor humedad, mientras que las zonas áridas que bordeaban el sur y este del Mediterráneo estaban prácticamente abandonadas. Inicialmente, el poblado más grande era Jericó, uno de los más viejos del Oriente Medio, de origen natufiense (ver la entrada de 27 octubre 2019); hablaremos de Jericó más adelante. De los poblados más pequeños, es posible que sólo algunos eran ocupados de forma permanente, por cazadores y/o agricultores; otros poblados pueden haber estado ocupados de manera semipermanente, presumiblemente por cazadores [xiv].

Los asentamientos del PPN consistían en distintos tipos de estructuras. Muchas pequeñas, consideradas como viviendas familiares, pero muy pequeñas para servir como hogar para una familia extensa; y algunas más grandes, interpretadas como almacenes para cereales, talleres, o centros comunitarios o rituales. Posiblemente, la vida en grupo era más importante que la vida en familia. Sin embargo, es difícil estar seguro del uso que se le estaba dando a cada tipo de estructura [xv]. En muchos poblados, sin embargo, hubo ciertas estructuras que tenían algún uso comunitario y/o ritual [xvi].

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - almacén

La transición a la agricultura también ha ido acompañada por la aparición de depósitos para almacenar los cereales y legumbres cosechados (ver imagen). La necesidad de almacenar las cosechas en lugares seguros debe haber causado cambios en la estructura y complejidad social [xvii].

En el asentamiento de Mureybet (Siria), que junto con Abu Hureyra es uno de los más viejos, en los que se puede ver la transición a la agricultura, las primeras casas tenían una planta circular, que posteriormente, a medida que se afianzaba la agricultura, se convirtió en rectangular [xviii]. Esto refleja, según arqueólogos como Ian Hodder (ver la entrada anterior), que sus habitantes tomaron distancia de la naturaleza, caracterizada por formas redondeadas, y se decantaron por formas rectangulares, que son más propias del pensamiento racional humano. (Otros, sin embargo, dirían que la construcción de casas rectangulares es más fácil que la de casas circulares, o que las casas rectangulares son más prácticas.)

De los poblados del PPN, Jericó y Çatalhöyük son algunos de los más grandes y mejor conocidos. Jericó se encuentra en los actuales territorios palestinos, en Cisjordania, y es probablemente en el mundo la población que ha sido habitada durante más tiempo: desde hace más de once mil años hasta los tiempos actuales. Se originó en tiempos natufienses, cuando los cazadores-recolectores de la zona empezaron a asentarse en aquel lugar, y vio, alrededor de 9000 años aC, la llegada de los primeros agricultores. Las casas de Jericó eran todas parecidas: construidas de ladrillos de barro, de forma circular u ovalada, con un diámetro de alrededor de 4-5 m. No había calles definidas, sino espacios irregulares entre las casas. Jericó es famoso por sus murallas y su torre, construidas al inicio del PPN. Se ha propuesto que éstas eran partes de un sistema de defensas; sin embargo, estudios posteriores sugieren que las murallas eran más bien defensas contra inundaciones, y que la torre era una construcción ritual, levantada con el fin de proteger el poblado de las fuerzas de la naturaleza, incluyendo probablemente las supernaturales [xix].

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - Çatalhöyük

Çatalhöyük, ubicado en la Turquía central, en la región antiguamente conocida como Anatolia, es uno de los poblados neolíticos más grandes. Fue inhabitado durante más de mil años: desde 7100 años aC (en el PPN) hasta alrededor de 5800 aC (ya en el PN, o sea, el Neolítico después de la introducción de la cerámica). Llegó a tener varios miles de habitantes [xx]. Çatalhöyük no tenía calles: las casas eran construidas una pegada a la otra, y las personas que vivían en ellas se desplazaban por los techos y entraron a sus hogares a través de agujeros en los techos, bajando una escalera (ver imagen). Hubo hornos comunales sobre las casas y podemos suponer que también se realizaban actividades sociales en este espacio elevado [xxi]. Una característica de Çatalhöyük, así como de muchos poblados del PPN, era que los suelos y las paredes de las casas estaban cubiertas por capas de estuco de cal, que además se renovaba a menudo. La cal, de la que volveremos a hablar más adelante, probablemente tuvo un significado simbólico, pero desconocemos cuál [xxii].

Mientras que la localización de la mayoría de asentamientos respondía a la cercanía a tierras idóneas para la agricultura, en algunos casos hubo otras consideraciones también: por ejemplo, el poblado de Aşıklı Höyük en la actual Turquía (un hermano pequeño, pero más viejo, de Çatalhöyük), estaba ubicado al lado de un importante yacimiento de obsidiana, un vidrio volcánico negro, del que se tallaban herramientas cortantes, espejos y joyas, incluyendo brazaletes de alta calidad [xxiii].

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - estatuilla

El mundo espiritual

¿En qué creían los primeros agricultores? Lo más probable es que adoraban una variedad de espíritus o divinidades relacionados a la naturaleza en general y la cosecha en particular. Es difícil entrar en el mundo de las creencias de aquellas gentes, pero los restos arqueológicos sí nos dan una idea de cuál era su mundo espiritual.

En los yacimientos arqueológicos de la época alrededor del inicio del Neolítico abundan las imágenes y objetos simbólicos, lo que indica que hubo una vida espiritual. En los dos yacimientos más famosos, Çatalhöyük y Göbekli Tepe, se ha observado una cantidad grande de símbolos de distintos tipos, desde los cráneos de toros y humanos hasta imágenes de animales salvajes y falos. No sabemos cuál es el significado de estos símbolos, pero obviamente se trata de un mundo espiritual importante [xxiv]. En Çatalhöyük y otros asentamientos de la época se encontraron muchas estatuillas de barro (hasta un hueso de asno tallado [xxv]) representativas de personajes femeninos y masculinos, y de animales, así como estatuas más grandes que pueden representar seres de importancia ritual [xxvi]. Las estatuillas e imágenes de mujeres con formas voluptuosas, muchas al parecer embarazadas, algunas dando luz (ver imagen), y de imágenes fálicas (comunes en ciertos otros yacimientos tales como Kfar HaHoresh en Israel [xxvii]), sugieren que están relacionadas a un culto de la fertilidad, o más bien de abundancia en alimentos e hijos – algo de gran importancia en una sociedad recién convertida en agrícola [xxviii]. Inicialmente se elaboraban en el PPN muchas estatuillas e imágenes de un personaje femenino, posiblemente una diosa, y de la cabeza de toro; posteriormente, sin embargo, la figura femenina fue reemplazada por símbolos más bien masculinos, muchos relacionados al combate [xxix].

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - recinto C Göbekli Tepe

En los poblados, construcciones más pequeñas que las casas, con plataformas de piedra reminiscentes de altares, han sido interpretadas como santuarios o lugares de culto [xxx]. Sin embargo, no se ha encontrado en los poblados construcciones parecidas a los templos de épocas posteriores. La gran excepción es el yacimiento de Göbekli Tepe en el sureste de la actual Turquía (ver imagen) [xxxi]. Allí se encontraron construcciones de uso comunitario de hace doce mil años – los tiempos de la transición a la agricultura. Estas construcciones han sido interpretadas como templos (aunque algunos lo disputan [xxxii]), o por lo menos, un lugar donde se realizaban reuniones rituales periódicas. Es posible que hubo una connotación con los astros, puesto que la orientación de por lo menos algunas de las construcciones es tal que estaba alineada con el punto en el horizonte de la primera aparición de la estrella Sirio (Sirius) [xxxiii]. Recientemente se determinó que tres de las estructuras de Göbekli Tepe fueron construidas como parte de un solo proyecto, siguiendo un patrón geométrico [xxxiv].

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - columna Göbekli Tepe

Se ha hallado en Göbekli Tepe una multitud de símbolos. Son típicas las columnas en forma de T, con elementos que hacen pensar en personas; posiblemente representan seres sagrados (ver imagen). También son comunes las imágenes de animales salvajes (ver imagen).

Blog 2005xx - Revolución neolítica 7 - pictogramas Göbekli Tepe

Puesto que no se ha encontrado ningún poblado contemporáneo cercano, se considera que Göbekli Tepe era como un lugar de peregrinaje, donde acudían en ciertas ocasiones personas de todas las partes de la región. En efecto, se ha postulado que la necesidad de proveer de alimentos a tanta gente puede haber sido un detonante del desarrollo de la agricultura, tal como vimos en la entrada anterior. De ser así, la religión organizada no sería una consecuencia de la agricultura y el surgimiento de sociedades estratificadas, sino justo al revés: la religión al origen de la agricultura.

Pero la aparición de la religión organizada sí suele ir acompañando a la aparición de una sociedad organizada, sedentaria. Por ejemplo, en México ocurrió una transición de poblaciones nómadas que se reunían para celebrar rituales de algún tipo (posiblemente incluyendo canibalismo), pasando por asentamientos sencillos con construcciones comunitarias de uso ritual, a poblados organizados, con templos y rituales [xxxv].

Una característica de varias culturas del PPN en el Medio Oriente es el tratamiento especial que se le daba a los cráneos humanos, o por lo menos, a ciertos cráneos [xxxvi]. Había una costumbre de separar los cráneos del cuerpo de los muertos y someterlos a un ulterior tratamiento. Muchos cráneos eran recubiertos de yeso de cal y decorados, presumiblemente para asemejarse a la persona aun en vida y ser expuestos; posteriormente, recibían sepultura conjuntamente a otros cráneos, o junto con otro cuerpo [xxxvii]. Hasta en Göbekli Tepe, donde no se ha encontrado ningún esqueleto, sí se ha hallado restos de cráneos humanos decorados [xxxviii]. Esta costumbre ha sido interpretada como una veneración de los ancestros; algo que tendría sentido a la luz de la importancia de mantener una cohesión del grupo familiar, o de la comunidad. Por otro lado, también fueron encontrados entierros de cráneos mutilados, lo que pudiera indicar algún tipo de hostilidad o castigo [xxxix].

Otra característica del PPN es que muchos entierros se hacían por debajo de los suelos de las casas, a menudo sin el cráneo. Esto también hace pensar que los antepasados jugaban un papel importante [xl]. Aparte de esto, se ha encontrado entierros de cuerpos enteros, fuera de las casas; da la impresión de que en estos casos se trataba de personas de menor estatus [xli].

En Çayönü, un pequeño poblado del PPN en el sureste de la actual Turquía, se ha encontrado los restos de una construcción de uso común, edificada por encima de unas bóvedas repletas de esqueletos humanos y de cráneos, principalmente humanos pero también de toros. En esta “casa de los cráneos” se encontraron bancos de piedra y una losa, también de piedra, la cual en su superficie tiene restos de sangre, tanto humana como de reses y ovejas. Al lado de la losa se encontró una daga de sílice manchada de sangre humana y vacuna. Todo esto hace pensar que este edificio fue un lugar donde se realizaban rituales y/o sacrificios, y donde se separaban los cráneos de los cuerpos humanos. Esto sería indicativo de la existencia de una variedad de ritos, incluyendo ritos funerarios elaborados [xlii].

No sabemos nada acerca de las personas que intermediaban, en aquellos tiempos, entre el mundo humano y el de los espíritus. ¿Ya existía una casta de sacerdotes? No sabemos. Pero probablemente hubo chamanes: en la tumba de una mujer de edad avanzada de la sociedad natufiense, se encontraron caparazones de tortuga y restos de una variedad de animales, tales como de un águila y un leopardo, lo que sugiere que se trataba de un chamán [xliii].

La sociedad neolítica

A raíz del desarrollo de los asentamientos y de la agricultura (que, tal como vimos, no ocurrieron al mismo tiempo, pero sí tuvieron cierta relación), la sociedad prehistórica cambió. Mientras que los grupos de cazadores-recolectores eran limitados a pocos grupos familiares, en los asentamientos vivían muchas familias. Las familias probablemente eran nucleares (consistiendo principalmente en padres e hijos), no muy extensas [xliv]. El sentido de pertenencia que tenían esos pobladores ya no se limitaba a su familia, pero incluía ahora también al poblado y, probablemente, algunos de los poblados aledaños con los cuales había lazos de matrimonio. Esto ocurrió especialmente en zonas con una densidad poblacional alta; mientras que en zonas con menor densidad poblacional (por ser, por ejemplo, más áridas), este proceso de cohesión habrá sido más paulatino [xlv].

Para fomentar la cohesión dentro de los poblados o grupos de poblados, nada mejor que tener creencias y rituales comunes. La religión, a la que ya hicimos referencia, puede haberse desarrollado en parte con este fin. El sitio importante que ocupaban los ancestros habrá ayudado a fortalecer la identificación con la familia o la comunidad. Las fiestas comunitarias, probablemente rituales (ver la entrada anterior) sin duda fueron actividades sociales populares, ideales para estrechar lazos.

En cuanto a los géneros se refiere: no hay evidencias de la dominación de uno de los géneros sobre el otro, al inicio del Neolítico. Tal como vimos, en la religión hubo símbolos tanto femeninos como masculinos, y a los muertos femeninos se les daba un tratamiento parecido al de los masculinos [xlvi].

La propiedad privada

Ya se mencionó en la entrada anterior que, para que la agricultura pudiera desarrollarse, debe haberse generado un sistema mediante el cual los cultivadores tuviesen el derecho de usufructo de sus tierras y las cosechas; y los dueños de animales, la exclusividad de su uso. O sea, debe haber existido algún tipo de sistema de propiedad [xlvii]. Es posible que antes de la llegada de la agricultura ya había algún sentido de propiedad (en el asentamiento de Ohalo II – ver la entrada de 27 octubre 2019 – ya se vio cómo, cada temporada que se volvía a utilizar las chozas, estas eran reparadas, y los muertos se enterraban siempre en un lugar específico [xlviii]), pero en el Neolítico esto debe haberse desarrollado más.

Suponiendo que la transición a la agricultura estuvo acompañada por la aparición de un sistema de propiedad privada, debe haberse originado una sociedad dividida: por un lado, los propietarios de más y mejores tierras, y por otro lado, las personas con pocas tierras, o ninguna. Asimismo, debe haberse desarrollado un sistema para proteger la propiedad, con la aparición de personas encargadas de defender las propiedades: esto puede haber sido el origen de la fuerza militar [xlix].

Las cosechas de los productos agrícolas eran normalmente suficientes para que no sólo le alcanzaran al agricultor para alimentarse, con su familia, hasta la siguiente cosecha, y para la próxima siembra, sino que quedara un excedente. Los excedentes debieron haber fortalecido el concepto de la propiedad y por ende, la desigualdad: quien más excedentes tenía, iba a tener una estatus socioeconómico mayor que quien no los tenía. Además, los excedentes había que almacenarlos, para lo que se necesitaban almacenes que probablemente eran de uso común, de manera que hubo que administrarlos y crear una organización para ello. Es de presumir que los que administraban los excedentes pasaron a tener más influencia, e importancia, en el poblado [l].

Adiós al igualitarismo

Las sociedades de cazadores-recolectores son normalmente igualitarias. Sin embargo, desde la transición a la agricultura hay jerarquías claras, con personas con roles específicos, no involucrados en la producción de alimentos: reyes, sacerdotes, militares, etc. [li]. ¿Cómo surgió esto?

Cabe destacar que en los primeros asentamientos neolíticos no se ha encontrado evidencias de diferencias sociales. Al parecer, estas sociedades eran todavía igualitarias o, por lo menos, querían aparentarlo: las casas tenían tamaños parecidos, y los actos comunales con fiestas rituales fomentaban un sentido de igualdad [lii]. Pero es de suponer que, al crecer los pueblos, surgieron rápidamente líderes para mantener el grupo unido y estable. Los líderes deben haber incluido jefes que pudieran actuar como policías y jueces, y chamanes para asuntos religiosos y médicos. Asimismo, es de suponer que, inicialmente, estos líderes fueron electos en reuniones de la comunidad. Sin embargo, con el pasar del tiempo, y al haber suficiente excedente de alimentos, éstos dejaron de trabajar sus campos y pasaron a formar una clase social diferente. Al mismo tiempo, tomaron el control de los almacenes en los cuales se conservaron los excedentes de alimentos.

Un modelo matemático sugiere que pueden surgir líderes en grupos pequeños de agricultores cuando se requiere una coordinación entre múltiples personas, en asuntos de relevancia para todos, tales como, por ejemplo, la construcción y el mantenimiento de canales de riego. Estos líderes pueden convertirse en jefes cuando se consolida su poder, con suficientes excedentes de producción en el grupo para mantener a sus líderes, siempre que los demás miembros del grupo no tengan la posibilidad de irse [liii].

Un estudio de sociedades en las islas del sureste asiático y el Pacífico mostró que, en muchos casos, la transición a la agricultura y la posterior intensificación de la misma han ido de la mano de una jerarquización de la sociedad. La agricultura resultó en excedentes de alimentos que permitieron la aparición de una clase de líderes. Pero lo opuesto ocurrió también: al tener líderes, era posible que se transformara la sociedad, que se volcara a la agricultura cada vez más intensiva, y se produjeran excedentes. Sin embargo, el proceso de jerarquización de una sociedad no necesariamente está relacionado a una transición a la agricultura: hay ejemplos de sociedades de cazadores-recolectores que son jerárquicas [liv].

Sea como fuere, un análisis estadístico de los indicadores de la desigualdad en los poblados de los primeros agricultores, basado en parámetros tales como las diferencias en el tamaño de las casas y los almacenes, en la riqueza de las sepulturas, etc., indica que las diferencias sociales se quedaron limitadas, durante los primeros miles de años después de la transición a la agricultura. Lo que de verdad disparó la desigualdad, fue la introducción del arado con bueyes. Un agricultor con un equipo de bueyes para arar sus tierras podía cultivar hasta diez veces más superficie que un agricultor que dependía del esfuerzo humano para realizar esta misma tarea. Quienes entonces tenían acceso a bueyes se volvieron más ricos que los demás agricultores, con la capacidad de comprar más tierras y así convertirse en terratenientes [lv]. En términos generales, aquellos agricultores que tenían mamíferos grandes domesticados (tales como reses o bueyes, y posteriormente caballos) se volvieron más prósperos que aquellos que no tenían animales [lvi].

En tiempos posteriores la desigualdad ya se había afianzado en la sociedad. Estudios de isótopos en los huesos de los primeros agricultores neolíticos en Europa central, indicaron que los varones enterrados con azuelas de piedra (un tipo de hachas para trabajar madera) provenían de la misma región, mientras que aquellos varones enterrados sin hachas venían de otras regiones; lo que sugiere un acceso diferencial a las tierras: los primeros tenían buenas tierras en la región y se quedaron en ellas, mientras que los segundos habían venido buscando una mejora de sus condiciones [lvii]. En la Edad del Bronce, que vino después del Neolítico, ya había una clara diferenciación de clases sociales entre los agricultores europeos: en unos cementerios asociados a granjas de esta época, se encontraron tumbas ricas en ajuar, de personas pertenecientes a la familia del granjero, y tumbas sin ajuar, de personas no relacionadas a esta familia; lo que indica que en la granja vivían y trabajaban personas con un estatus inferior, bien sea como servidumbre, bien sea como esclavos [lviii].

Violencia

Desde el momento en que nuestros ancestros empezaron a vivir juntos, en asentamientos con una alta densidad de viviendas y por ende poblacional, deben haber surgido inevitablemente roces entre personas y grupos. Además, al adoptar la agricultura, las sociedades desarrollaron algún sistema de propiedad, lo que también habrá sido una causa de fricciones, por ejemplo al surgir diferencias de opinión sobre quién tenía el derecho de uso de ciertas tierras. Estas fricciones pudieron haber resultado en actos de violencia.

Es de esperar que especialmente en los poblados más grandes, con mayor densidad de personas, los actos violentos ocurrieron con cierta frecuencia. En efecto, en Çatalhöyük, uno de los poblados más grandes de la época, una cuarta parte de los cráneos encontrados, tanto de hombres como mujeres, mostraron evidencias de fracturas sanadas, a veces múltiples fracturas sufridas en un período de múltiples años. Muchas de estas fracturas se hallan en la parte superior o posterior del cráneo, lo que sugiere que la víctima fue asaltada desde atrás. Parece que la vida en los poblados neolíticos no siempre fue pacífica [lix].

Aquellos grupos que se asentaron en los mejores lugares, inevitablemente tuvieron que lidiar con grupos que no tuvieron la misma suerte. Si para un grupo la cosecha le salió mal, éste probablemente le ponía la mirada en los almacenes de otro grupo, sembrando así las semillas de conflicto entre grupos. Dentro de los grupos, por otro lado, creció la cooperación; necesaria no sólo para el apoyo mutuo en las labores propias de la agricultura, sino también para la lucha entre grupos [lx].

En Europa Central se encontraron varios entierros con esqueletos mutilados, de la época de los primeros agricultores en aquella región, hace unos siete mil años. Esto sugiere que hubo violencia entre grupos de agricultores, resultando en masacres entre los vencidos: los vencedores mutilaron y mataron a niños, ancianos y varones adultos, y (juzgando su ausencia entre los esqueletos) se llevaron las mujeres jóvenes. La razón de la violencia la desconocemos, pero es de suponer que se trataba de disputas acerca del acceso a tierras, tal vez relacionado a un cambio de clima que ocurrió en aquellos tiempos [lxi].

Enfermedades

Tal como ya vimos en la entrada anterior, la salud de los primeros agricultores no era tan buena como la de los cazadores-recolectores. Esto se pudo determinar a partir de estudios de los huesos de los esqueletos hallados en los yacimientos arqueológicos de la época de la transición a la agricultura. Tanto en fragilidad de los huesos como en la edad al deceso, los agricultores salían peor que los cazadores-recolectores (aunque hay que tener cuidado con la interpretación de esta información osteológica, puesto que la reducción de la edad al deceso también puede ser el resultado de un crecimiento de la cantidad de jóvenes debido al aumento de la fertilidad, lo que en efecto parece haber ocurrido [lxii]). Los huesos también muestran a menudo evidencias de infecciones, lo que no es de extrañar dada la densidad poblacional en los primeros asentamientos y la falta de condiciones higiénicas [lxiii].

Aparte de los huesos, también cambió la dentadura con la transición a la agricultura. La mandíbula inferior se volvió más pequeña y cambió de forma, probablemente a raíz del cambio de alimentación, de manera que los dientes se quedaron con menos espacio disponible y ya no estaban posicionados de manera óptima con respecto a los dientes superiores [lxiv]. Muchos dientes de los primeros agricultores tenían caries, probablemente debido al cambio de dieta [lxv]. Sin embargo, el retroceso en la salud dental tal vez no fue tan grande: un estudio detallado no encontró diferencias significativas en términos de la ocurrencia de caries, abscesos periapicales, y pérdida de dientes, entre los cazadores-recolectores y los primeros agricultores [lxvi].

El deterioro de la salud de los agricultores con respecto a la de los cazadores-recolectores es atribuido generalmente al empobrecimiento de la dieta. Sin embargo, mientras que sin duda era menos variada, tampoco era tan mala. Un análisis de lípidos (moléculas orgánicas provenientes de grasas y aceites) en cerámica de la época final de Çatalhöyük indicó que se procesaban carnes (principalmente de cabra y oveja), cereales y hortalizas. También se consumían lácteos (de nuevo, principalmente de cabra y oveja), aunque no está claro cómo se utilizaban ya que el cuerpo humano en aquel tiempo no tenía la capacidad de procesar la lactosa [lxvii].

La mala salud de los primeros agricultores puede ser atribuida, aparte de la dieta, también al hacinamiento que existía en los primeros asentamientos, a condiciones higiénicas pobres, y al contacto con los animales domésticos; esto incluye el contacto con excrementos. Por lo tanto, había una mayor exposición a patógenos varios. Entre estos patógenos se encontraban bacterias del género Salmonella: se pudo determinar la presencia de una versión de esta bacteria que ocurre únicamente en humanos, en dientes fosilizados de personas del inicio del Neolítico, y se considera que esta versión se desarrolló cuando ocurrió la transición a la agricultura [lxviii].

Cambios genéticos

El aumento en la incidencia de enfermedades quedó reflejado en el genoma humano: desde el inicio de la agricultura aparecieron mutaciones genéticas que fortalecían el sistema inmunológico. También se dieron unas mutaciones genéticas que permitían a los pastores procesar la lactosa en la leche de sus animales. Asimismo, hubo una mutación genética que nos permitió procesar el almidón, un ingrediente importante de muchos cereales [lxix]. En Europa, apareció entre los primeros agricultores una variante en el gen SLC22A4, que permite absorber mejor un aminoácido que ocurre, en cantidades pequeñas, en cereales; pero esta variante va acompañada de otra variante que aumenta la predisposición a sufrir enfermedades digestivas. Asimismo, se dio entre los agricultores europeos un cambio genético que aclaró el color de la piel, para así poder aprovechar mejor la luz del sol y permitir al cuerpo sintetizar suficiente vitamina D (que los cazadores obtienen del consumo de carne, pero los cultivadores que comen poca carne dependen del sol para esto) [lxx].

También ocurrieron mutaciones genéticas que influyen en la respuesta del cuerpo humano a infecciones virales. Sin embargo, no está claro si hay una relación con el cambio a la agricultura. En un estudio genético de dos sociedades modernas en Uganda, relacionadas entre sí, pero una agrícola y otra de cazadores-recolectores, resultaron ser los cazadores-recolectores los que habían experimentado cambios genéticos fortaleciendo su sistema inmunológico, no los agricultores – justo lo opuesto de lo que se esperaría [lxxi]. Es probable que, al inicio del Neolítico, ocurrieron cambios genéticos tanto en los nuevos agricultores como en las poblaciones que mantuvieron su vida de cazadores-recolectores.

Transición demográfica

Muchos investigadores (con algunas excepciones [lxxii]) consideran que, cuando se dio la transición a la agricultura, las poblaciones humanas crecieron considerablemente. Esto se observó en todos los principales lugares donde ocurrió esta transición, tanto en los restos fósiles (cuando crece la población aumenta la proporción de esqueletos de jóvenes en los cementerios [lxxiii]) como información genética [lxxiv]. Sin embargo, con base en datos genéticos poblacionales se ha sugerido que, después de la transición a la agricultura aumentó principalmente la población masculina, posiblemente por una menor tasa de mortalidad al dejar de lado la caza [lxxv].

En términos generales, la tasa de crecimiento de una población es igual a la diferencia entre la tasa de fertilidad (cuántos hijos nacen, en promedio, de cada mujer) y la tasa de mortalidad. Cuando se dio la transición a la agricultura, la tasa de fertilidad aumentó, probablemente debido a una alimentación más rica en calorías y un inicio más temprano del período de fertilidad [lxxvi]. Esta tendencia no sólo se documentó en el Medio Oriente y Europa, sino también en el sureste asiático [lxxvii] y las Américas [lxxviii]. Pero por otro lado se dio un aumento de la mortalidad por enfermedades, causada por la mayor incidencia de enfermedades, tal como se mencionó arriba. La diferencia entre estas dos variables, la fertilidad y la mortalidad, determina si una población crece o no; en el caso de las primeras sociedades agrícolas, su supone que se dio un crecimiento importante ya que se considera que la fertilidad creció más que la mortalidad.

El ambiente

Aunque, hoy en día, pocos consideren que la transición a la agricultura fue causada por cambios climáticos, sí hubo obviamente una relación estrecha entre el clima y las actividades de los humanos. Esto queda reflejado en los hallazgos arqueológicos. Las hachas de piedra encontradas en un asentamiento en el actual Israel, por ejemplo, muestran cómo, cuando el clima se puso más húmedo al inicio del Neolítico, se empezaron a utilizar hachas de piedra para talar árboles, entre otras cosas para crear campos para el cultivo; esto continuó hasta la desaparición de buena parte de los bosques en la zona hace 8600 años, lo que se debió en parte a la tala, y en parte a un cambio climático [lxxix].

A lo largo del Neolítico, las condiciones climáticas en el Medio Oriente se volvieron paulatinamente más áridas: hace nueve mil años el clima se había convertido en mediterráneo, aunque inicialmente todavía con lluvias en el verano. Hace siete mil años, empezaron a escasear las lluvias de verano, y de caer, a menudo eran torrenciales, causando daños en los campos y los poblados. Esto puede haber jugado un papel en el final del PPN, hace unos 8250 años. Pero también es de suponer que la actividad humana causó un deterioro del ambiente: la tala de árboles, tanto para hacer espacio para los cultivos como para alimentar los fuegos en los hogares, debe haber degradado el medio ambiente considerablemente [lxxx].

Sin embargo, tal vez esta degradación del ambiente no fue del todo mala. Modelos climáticos indicaron que, después del final de la última glaciación, hace veinte mil años, la tierra debió haber empezado a enfriarse de nuevo: la concentración de los principales gases invernadero en la atmósfera, el dióxido de carbono y el metano, empezó a bajar hace diez mil años, lo que normalmente conlleva una bajada de la temperatura. Sin embargo, la tendencia se revirtió hace siete mil años: las concentraciones de estos gases volvieron a subir, impidiendo que bajara la temperatura terrestre. Esta subida coincide con el inicio de la agricultura en Europa y Asia, y es difícil de explicar mediante procesos naturales. Por lo tanto, es posible que los primeros agricultores hayan causado suficiente calentamiento global para prevenir una nueva glaciación [lxxxi].

El final del PPN

El crecimiento poblacional de las sociedades neolíticas las volvió propensas a posteriores declives, y hasta colapsos, si una sociedad no era capaz de recuperarse de contratiempos, tales como, por ejemplo, la degradación del medio ambiente [lxxxii]; esto es lo que puede haber ocurrido a finales del PPN. Çatalhöyük sí parece haber sido capaz de resistir los vaivenes ambientales: cuando, alrededor de 6200 años aC, ocurrió un intervalo de 160 años de duración, caracterizado por sequía e inviernos más fríos, los habitantes de esta pequeña ciudad se adaptaron a estas condiciones cambiando sus rebaños de reses por cabras, y aprovechando al máximo toda la carne que se podía obtener de los animales [lxxxiii]. Pero aun así, no mucho tiempo después el poblado fue abandonado; los huesos de las piernas de los últimos pobladores quedaron deformados, indicando que éstos tenían que caminar mucho más que los pobladores iniciales. Al parecer, debido a la degradación ambiental los pobladores tenían que mover sus campos y rebaños más lejos del pueblo, lo que resultó en desplazamientos más largos. En algún momento, muchos habitantes deben haber decidido irse a vivir en otro lugar, con más fácil acceso a sus tierras [lxxxiv] (aunque también es posible que muchos querían escapar a un clima de violencia, o buscar zonas fértiles que aun no tenían propietario).

El cambio climático de 6200 aC coincide, en el Levante mediterráneo, con el inicio del Neolítico cerámico (PN), que empezó alrededor de 6250 aC. El PN fue la última fase del Neolítico antes de que se empezara a utilizar el bronce. Tal como indica su sigla, el PN se caracteriza por la aparición de la cerámica. Se conocen distintos tipos de recipientes de cerámica del PN, que normalmente tienen una ornamentación de motivos geométricos, interpretados por algunos como símbolos sexuales, sugiriendo un uso simbólico o ritual más que práctico [lxxxv].

En el Levante mediterráneo, el final del PPN se caracteriza por el abandono de muchos poblados y una fragmentación de lo que antes parece haber sido una unidad cultural. Los artefactos del PN suelen ser menos refinados de los del PPN. Los asentamientos del PN eran más pequeños de los del PPN y carecían de construcciones comunitarias. La agricultura continuó, pero los campesinos se extendieron más: en lugar de vivir juntos en un poblado, se asentaron núcleos pequeños, más cerca de sus tierras [lxxxvi]. Es posible que el cambio climático haya influido sobre los ajustes que se dieron en esta nueva fase de la prehistoria del Medio Oriente.

El clima siguió cambiando. Hace unos siete mil años los veranos dejaron de ser húmedos y empezaran a parecerse a los veranos actuales, largos y secos. Estos cambios climáticos pueden haber contribuido al abandono de varios poblados del PPN en la actual Turquía, cuando los pobladores cambiaron de estilo de agricultura: ya no se dedicaban tanto al cultivo, sino más bien al pastoreo, revirtiendo a un estilo de vida semisedentario o inclusive nómada, probablemente más en las montañas que en las planicies donde habían estado ubicados los poblados del PPN [lxxxvii]. En cada época, los estilos de agricultura han sido adaptados a las posibilidades que ofrece el entorno y el clima.

El inicio del PN está marcado en muchos lugares por un cambio abrupto en los asentamientos. Sufrieron especialmente aquellos que se encontraban ubicados cerca de zonas desérticas. Las construcciones del PN eran más simples y menos duraderas que las del PPN, y los objetos menos refinados. Al parecer, hubo un cambio cultural importante [lxxxviii]. Pero esta parte de la historia ya no forma parte de la transición a la agricultura, y queda fuera del alcance de la presente serie de entradas del blog.

Conclusión

En esta serie de entradas sobre la así nombrada “Revolución Neolítica”, o sea el inicio de la agricultura, vimos cómo ésta arrancó de manera muy gradual. La transición que realizaron los cazadores-recolectores a una vida sedentaria, viviendo de la agricultura y el pastoreo, fue un proceso que duró miles de años. Por lo tanto, se está hablando ahora, ya no de una revolución neolítica, sino de la transición neolítica.

Entre el estilo de vida de los agricultores y él de los cazadores-recolectores había muchas diferencias. Una de estas diferencias tuvo una gran transcendencia: con la agricultura apareció un exceso de alimentos, en el sentido de que se produjeron más de lo que los productores necesitaban para sus familias y la siguiente siembra. Esto permitió el surgimiento de ciertas clases sociales consistiendo en personas que no producían su propia comida. Las sociedades humanas se volvieron más complejas, con la aparición de individuos con roles distintos, tales como jefes y sacerdotes. La transición a la agricultura (conjuntamente al proceso de sedentarización) cambió de manera profunda a las sociedades. Se desarrolló un sistema de propiedad privada, y aparecieron diferencias sociales, así como roces entre personas y entre grupos. Las creencias se convirtieron en una religión más organizada, con centros rituales y un rol importante para los antepasados y las fuerzas de la naturaleza. La unidad de las sociedades se basaba en estas creencias y en ciertas actividades comunitarias – algunas rituales, otras más parecidas a banquetes.

¿Era todo esto mejor que las sociedades anteriores, de los cazadores-recolectores? No necesariamente. Especialmente en términos de salud, la agricultura implicó una desmejora, con la aparición de enfermedades relacionadas a una dieta más pobre, y una mayor densidad de personas y sus animales. Asimismo, los agricultores tenían que trabajar más que los cazadores. Pero a pesar de esto, la nueva organización de la sociedad resultó tener un atractivo tan grande que se impuso en grandes partes del mundo.

Una vez arrancada la agricultura, en distintas regiones del planeta, esta nueva manera de obtener alimentos se expandió por el mundo. Sin embargo, esta expansión tardó bastante en completarse: más de tres mil años. Esto pudiera ser explicado considerando que no se dio mediante expansiones imperialistas o guerras, sino a través de una lenta transmisión del conocimiento de los nuevos cultivos y animales domesticados, de un agricultor a otro [lxxxix].  También habría jugado un papel importante el hecho de que pudo haber habido una cierta resistencia a la adopción de la nueva manera de vida.

Acerca de cómo la agricultura se expandió por el mundo, hablaremos en la próxima entrada.

 

Nota: la foto en el encabezado del post muestra el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe (Turquía). Fuente: www.aa.com.tr/tr/turkiye/sanliurfada-gobeklitepe-yili-heyecani/1298721.

 

 

[i]     Harari, Y.N., 2011. Sapiens. A brief history of humankind. Penguin Random House. Pág. 89-114.

[ii]    Fernández-Armesto, F., 2001. Civilizations. Culture, ambition, and the transformation of nature. The Free Press, New York.

[iii]   Ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Niche_construction.

[iv]   O’Brien, M.J. y Laland, K.N., 2012. Genes, culture, and agriculture: an example of human niche construction. Current Anthropology, 53 (4), 434-470. www.jstor.org/stable/10.1086/666585.

[v]    Kuijt, I., 2002. Life in Neolithic Farming Communities. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 3-13. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[vi]   Bar-Oz, G., Zeder, M. y Hole, F., 2011. Role of mass-kill hunting strategies in the extirpation of Persian gazelle (Gazella subgutturosa) in the northern Levant. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (18), 7345-7350. www.pnas.org/content/108/18/7345.

[vii] Mithen, S., Finlayson, B., Pirie, A., Carruthers, D. y Kennedy, A., 2000. New evidence for economic and technological diversity in the Pre‐Pottery Neolithic A: Wadi Faynan 16. Current Anthropology, 41 (4), 655-663. https://doi.org/10.1086/317393.

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[ix]   Rosenberg, M. y Redding, R.W., 2002. Hallan Çemi and early village organization in eastern Anatolia. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 39-62. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[x]    Ver: https://historiaybiografias.com/jerico, www.khanacademy.org/humanities/prehistoric-art/neolithicart/neolithic-sites/a/jericho.

[xi]   Balter, M., 2005. The goddess and the bull. Çatalhöyük: an archeological journey to the dawn of civilization. Free Press, New York. Pág. 182-183. Ver también: Balter, M., 2005. The seeds of civilization. Smithsonian Magazine, mayo 2005. www.smithsonianmag.com/history/the-seeds-of-civilization-78015429.

[xii] Moore, A.M.T., Hillman, G.C. y Legge, A.J., 2000. Village on the Euphrates. From foraging to farming at Abu Hureyra. Oxford University Press. Pág. 393-395.

[xiii] Rollefson, G.O., 2002. Ritual and social structure at Neolithic ’Ain Ghazal. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 165-190. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xiv] Goring-Morris, A.N., Hovers, E. y Belfer-Cohen, A., 2009. The dynamics of Pleistocene and early Holocene settlement patterns and human adaptations in the Levant – an overview. En: Shea, J.J. y Lieberman, D.E. (editores), Transitions in Prehistory: Essays in Honor of Ofer Bar-Yosef. Oxbow Books for the American School of Prehistoric Research, Oxford, pág. 185-252.

[xv] Finlayson, B., Mithen, S.J., Najjar, M., Smith, S., Maričević, D., Pankhurst, N. y Yeomans, L., 2011. Architecture, sedentism, and social complexity at Pre-Pottery Neolithic A WF16, Southern Jordan. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (20), 8183-8188. https://doi.org/10.1073/pnas.1017642108.

[xvi] Hole, F., 2002. Is size important? Function and hierarchy in Neolithic settlements. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 191-210. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xvii]          Willcox, G. y Stordeur, D., 2012. Large-scale cereal processing before domestication during the tenth millennium cal BC in northern Syria. Antiquity, 86 (331), 99-114. https://doi.org/10.1017/S0003598X00062487.

[xviii]         Ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Mureybet.

[xix] Bar-Yosef, O., 1986. The Walls of Jericho: An Alternative Interpretation. Current Anthropology, 27 (2), 157-162. www.journals.uchicago.edu/doi/10.1086/203413.  Barkai, R. y Liran, R., 2008. Midsummer sunset at Neolithic Jericho. Time and Mind, 1 (3), 273-283. https://doi.org/10.2752/175169708X329345.  Liran, R. y Barkai, R., 2011. Casting a shadow on Neolithic Jericho. Antiquity, 85 (327). http://antiquity.ac.uk/projgall/barkai327.

[xx] Larsen, C.S. y otros, 2019. Bioarchaeology of Neolithic Çatalhöyük reveals fundamental transitions in health, mobility, and lifestyle in early farmers. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116 (26), 12615-12623. www.pnas.org/content/116/26/12615.

[xxi] Ver: www.khanacademy.org/humanities/prehistoric-art/neolithicart/neolithic-sites/a/atalhyk.

[xxii]          Balter, 2005. Ver nota 11.

[xxiii]         Ver: https://en.wikipedia.org/wiki/A%C5%9F%C4%B1kl%C4%B1_H%C3%B6y%C3%BCk y https://archaeologynewsnetwork.blogspot.com/2011/12/obsidian-master-workers-of-8th.html#.VGQ2zsm9a24.

[xxiv]         Hodder, I. y Meskell, L., 2011. A “curious and sometimes a trifle macabre artistry”. Current Anthropology, 52 (2), 235-263. www.jstor.org/stable/10.1086/659250. Hodder, I. y Meskell, L., 2012. Symbolism, feasting, and power at çatalhöyük: a response to Sutliff and to Hayden. Current Anthropology, 53 (1), 128-129. www.jstor.org/stable/10.1086/663329.

[xxv]          Pawłowska, K. y Barański, M.Z., 2020. Conceptualization of the Neolithic world in incised equid phalanges: anthropomorphic figurine from Çatalhöyük (GDN Area). Archaeological and Anthropological Sciences, 12, 18. https://doi.org/10.1007/s12520-019-01006-z.

[xxvi]         Rollefson, 2002. Ver nota 13.

[xxvii]        Ver: www.sciencedaily.com/releases/2008/09/080901085355.htm.

[xxviii]       Voigt, M.M., 2002. Çatal Höyük in context: ritual at early Neolithic Sites in Central and Eastern Turkey. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 235-252. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xxix]         Cauvin, J., 2002. The symbolic foundations of the Neolithic Revolution in the Near East. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 253-294. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xxx]          Rollefson, 2002. Ver nota 13.

[xxxi]         Schmidt, K., 2006. Sie bauten die ersten Tempel. Das rätselhafte Heiligtum der Steinzeitjäger. C.H. Beck, München. Ver también: Mann, C.C., 2011. The birth of religión (El nacimiento de la religión). National Geographic, junio 2011. https://archive.nationalgeographic.com/national-geographic/2011-jun/flipbook/34.  Soler Polo, S., 2012. Göbekli Tepe, el primer templo de la historia. National Geographic Historia, 104, 94-96.  Scham, S., 2008. The world’s first temple. Archaeology, 61 (6), 22-27. https://archive.archaeology.org/0811/abstracts/turkey.html.

[xxxii]        Banning, E.B., 2011. So fair a house: Göbekli Tepe and the identification of temples in the Pre-Pottery Neolithic of the Near East. Current Anthropology, 52 (5), 619-660. www.jstor.org/stable/10.1086/661207.

[xxxiii]       Magli, G., 2016. Sirius and the project of the megalithic enclosures at Gobekli Tepe. Nexus Network Journal, 18, 337-346. https://doi.org/10.1007/s00004-015-0277-1.

[xxxiv]       Haklay, G. y Gopher, A., 2020. Geometry and architectural planning at Göbekli Tepe, Turkey. Cambridge Archaeological Journal, 30 (2), 343-357. https://doi.org/10.1017/S0959774319000660.

[xxxv]        Marcus, J. y Flannery, K.V., 2004. The coevolution of ritual and society: New 14C dates from ancient Mexico. Proceedings of the National Academy of Sciences, 101 (52), 18257-18261. https://doi.org/10.1073/pnas.0408551102.

[xxxvi]       Croucher, K., 2006. Getting ahead: exploring meanings of skulls in the Neolithic Near East. En: Bonogofsky, M. (editor), Skull Collection, Modification and Decoration; pág. 29-44. Archaeopress, Oxford. www.academia.edu/177509/Getting_Ahead_Exploring_meanings_of_skulls_in_the_Neolithic_Near_East.

[xxxvii]      Balter, 2005. Ver nota 11.

[xxxviii]     Gresky, J., Haelm, J. y Clare, L., 2017. Modified human crania from Göbekli Tepe provide evidence for a new form of Neolithic skull cult. Science Advances, https://advances.sciencemag.org/content/3/6/e1700564.

[xxxix]       Santana, J., Velasco, J., Ibáñez, J.J. y Braemer, F., 2012. Crania with mutilated facial skeletons: A new ritual treatment in an early Pre-Pottery Neolithic B cranial cache at Tell Qarassa North (South Syria). American Journal of Physical Anthropology, 149, 205-216. https://doi.org/10.1002/ajpa.22111.

[xl]   Goring-Morris, N., 2002. The quick and the dead. The Social context of Aceramic Neolithic mortuary practices as seen from Kfar HaHoresh En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 103-136. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xli] Rollefson, 2002. Ver nota 13.

[xlii] Hole, 2002. Ver nota 16.

[xliii]          Grosman, L., Munro, N.D. y Belfer-Cohen, A., 2008. A 12,000-year-old Shaman burial from the southern Levant (Israel). Proceedings of the National Academy of Sciences, 105 (46), 17665–17669. www.pnas.org/cgi/doi/10.1073/pnas.0806030105.

[xliv]          Byrd, B.F., 2002. Households in transition: Neolithic social organization within southwest Asia. En: Kuijt, I. (ed.), Life in Neolithic Farming Communities; pág. 63-102. Fundamental Issues in Archaeology. Springer. https://link.springer.com/book/10.1007/b110503.

[xlv] Belfer-Cohen, A. y Goring-Morris, A.N., 2011. Becoming farmers: the inside story. Current Anthropology, 52 (S4), S209-S220. www.jstor.org/stable/10.1086/658861.

[xlvi]          Croucher, K. y Campbell, S., 2009. Dying for a change? Bringing new senses to Near Eastern Neolithic mortuary practice. Proceedings 30th annual Chacmool Conference, Calgary; pág. 95-105. www.academia.edu/177502/Dying_for_a_change_Bringing_new_senses_to_Near_Eastern_Neolithic_mortuary_practice.

[xlvii]         Bowles, S. y Choi, J.-K., 2013. Coevolution of farming and private property. Proceedings of the National Academy of Sciences, 110 (22), 8830-8835. https://doi.org/10.1073/pnas.1212149110.  Gallagher, E.M., Shennan, S.J. y Thomas, M.G., 2015. Transition to farming more likely for small, conservative groups with property rights, but increased productivity is not essential. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112 (46), 14218-14223. https://doi.org/10.1073/pnas.1511870112.

[xlviii]        Nadel, D., 2006. Residence ownership and continuity: From the Early Epipalaeolithic unto the Neolithic. En: E.B. Banning y M. Chazan (eds.), Domesticating space: Construction, community, and cosmology in the late prehistoric Near East; pág. 25-34. Ex Oriente e.V., Berlín. www.exoriente.org/bookshop/detail.php?b=00012.

[xlix]          Bowles y Choi, 2013. Ver nota 47.

[l]     Belfer-Cohen y Goring-Morris, 2011. Ver nota 45.

[li]    Gross, M., 2013. The paradoxical evolution of agriculture. Current Biology, 23 (16), R667-R670. https://doi.org/10.1016/j.cub.2013.08.001.

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[liii]  Powers, S.T. y Lehmann, L., 2014. An evolutionary model explaining the Neolithic transition from egalitarianism to leadership and despotism. Proceedings of the Royal Society B, 281, 20141349. http://doi.org/10.1098/rspb.2014.1349.

[liv] Sheehan, O., Watts, J., Gray, R.D. y Atkinson, Q.D., 2018. Coevolution of landesque capital intensive agriculture and sociopolitical hierarchy. Proceedings of the National Academy of Sciences, 115 (14), 3628-3633. www.pnas.org/content/115/14/3628.

[lv]   Fochesato, M., Bogaard, A. y Bowles, S., 2019. Comparing ancient inequalities: the challenges of comparability, bias and precision. Antiquity, 93 (370), 853-869. https://doi.org/10.15184/aqy.2019.106.

[lvi]  Kohler, T. Y otros, 2017. Greater post-Neolithic wealth disparities in Eurasia than in North America and Mesoamerica. Nature, 551, 619-622. https://doi.org/10.1038/nature24646.

[lvii] Bentley, R.A. y otros, 2012. Community differentiation and kinship among Europe’s first farmers. Proceedings of the National Academy of Sciences, 109 (24), 9326-9330. www.pnas.org/content/109/24/9326.

[lviii] Mittnik, A. y otros, 2019. Kinship-based social inequality in Bronze Age Europe. Science, 366 (6466), 731-734. https://science.sciencemag.org/content/366/6466/731.

[lix] Larsen y otros, 2019. Ver nota 20.

[lx]   Weitzel, E.M., Codding, B.F., Carmody, S.B. y Zeanah, D.W., 2020. Food production and domestication produced both cooperative and competitive social dynamics in eastern North America. Environmental Archaeology. https://doi.org/10.1080/14614103.2020.1737394.

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[lxii] Bar-Yosef, O., 2010. Warfare in Levantine Early Neolithic. A hypothesis to be considered. Neo-Lithics, 1/10, 6-9. www.exoriente.org/downloads/neolithics.php.

[lxiii]          Larsen y otros, 2019. Ver nota 20.

[lxiv]          Von Cramon-Taubadel, N., 2011. Global human mandibular variation reflects differences in agricultural and hunter-gatherer subsistence strategies. Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (49), 19546-19551. https://doi.org/10.1073/pnas.1113050108.  Pinhasi, R., Eshed, V. y von Cramon-Taubadel, N., 2015. Incongruity between affinity patterns based on mandibular and lower dental dimensions following the transition to agriculture in the Near East, Anatolia and Europe. PLoS ONE, 10 (2), e0117301. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0117301.

[lxv] Larsen y otros, 2019. Ver nota 20.

[lxvi]          Marklein, K.E., Torres-Rouff, C., King, L.M. y Hubbe, M., 2019. The Precarious state of subsistence: reevaluating dental pathological lesions associated with agricultural and hunter-gatherer lifeways. Current Anthropology, 60 (3), 341-368. https://doi.org/10.1086/703376.

[lxvii] Hendy, J. y otros, 2018. Ancient proteins from ceramic vessels at Çatalhöyük West reveal the hidden cuisine of early farmers. Nature Communications, 9, 4064. www.nature.com/articles/s41467-018-06335-6.

[lxviii]        Key, F.M. y otros, 2020. Emergence of human-adapted Salmonella enterica is linked to the Neolithization process. Nature Ecology & Evolution, 4, 324-333. https://doi.org/10.1038/s41559-020-1106-9.

[lxix]          Curnoe, D., 2017. Was agriculture the greatest blunder in human history? The Conversation. https://theconversation.com/was-agriculture-the-greatest-blunder-in-human-history-85898.

[lxx] Mathieson, I. y otros, 2015. Genome-wide patterns of selection in 230 ancient Eurasians. Nature, 528, 499-503. https://doi.org/10.1038/nature16152.

[lxxi]          Harrison, G.F. y otros, 2019. Natural selection contributed to immunological differences between hunter-gatherers and agriculturalists. Nature Ecology & Evolution, 3, 1253-1264. https://doi.org/10.1038/s41559-019-0947-6.

[lxxii]         Zahid, H.J., Robinson, E. y Kelly, R.L., 2016. Agriculture and population growth. Proceedings of the National Academy of Sciences, 113 (4), 931-935. www.pnas.org/content/113/4/931.

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[lxxxviii]    Simmons, 2002. Ver nota 80.

[lxxxix]      Liu, X. y otros, 2019. From ecological opportunism to multi-cropping: Mapping food globalisation in prehistory. Quaternary Science Reviews, 206, 21-28. https://doi.org/10.1016/j.quascirev.2018.12.017.

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