¿Sabe usted cuál fue el primer animal en ser domesticado? ¿La vaca? ¿El cerdo? ¿La oveja? No: fue el lobo. El producto de esta domesticación es el perro, o – según la nomenclatura científica – Canis lupus familiaris. Pero, por familiar que nos pueda ser el perro, quedan unas cuantas incógnitas en cuanto a su domesticación. Justamente por ser el primer animal en haber sido domesticado, que nos acompañó durante la transición a la agricultura y la sociedad moderna, es relevante entender cuándo, dónde y cómo fue domesticado. Veamos pues, después de haber considerado en la entrada anterior algunos aspectos generales de la domesticación de animales, con un poco más de detalle de dónde viene este mejor amigo del hombre.
Hace tal vez unos 30.000 años nuestros antepasados, quienes en aquel entonces aun eran nómadas, viviendo de los productos de la caza y de la recolección de especies vegetales, empezaron posiblemente a aceptar en sus campamentos la cercanía, e incluso la presencia de lobos mansos, por ejemplo ejemplares juveniles que, habiendo perdido a sus madres, aceptaron a su vez a los humanos como sus padres adoptivos, que les daban comida, un hogar, y hasta cariño. Los humanos por su parte, pudieron haber considerado útil la presencia de estos animales, para vigilar sus campamentos o ayudarles en la caza. Así pudo haber crecido una dependencia mutua, y los humanos, empezando a parear su lobo manso con una loba mansa, con alguna calidad deseable tal como un buen carácter, crearon su propia versión del animal, que poco a poco se convirtió en lo que hoy conocemos como el perro: ya no la especie Canis lupus, sino la subespecie Canis lupus familiaris.
El biólogo Robert Wayne (Universidad de California) se imagina que la domesticación del lobo puede haber empezado de la siguiente manera: “Si la domesticación [del lobo] ocurriera en asociación con los cazadores-recolectores, uno puede imaginarse a los lobos, primero aprovechando los cadáveres que los humanos dejaban atrás – un papel natural para cualquier gran carnívoro – y luego, con el tiempo, moviéndose más cerca del nicho humano a través de un proceso coevolutivo. La idea de que los lobos estuvieran siguiendo a los cazadores-recolectores también ayuda a explicar la eventual divergencia genética que condujo a la aparición de perros. Los lobos que seguían los patrones migratorios de estos primeros grupos humanos habrían renunciado a su territorialidad y habrían sido menos propensos a reproducirse con lobos territoriales residentes” [1].
Nunca sabremos cómo ocurrió exactamente la domesticación del lobo. Tal vez el papel del hombre en este proceso no haya sido tan importante. Y tal vez no se utilizó al lobo domesticado únicamente como asistente, sino que fue considerado más bien como alimento: un hueso de perro fue encontrado en las heces de un humano de hace 9000 años [2], y también se hallaron huesos de perro con signos de carneo, en varios sitios arqueológicos [3].
Pero el hecho es que el perro se convirtió, a partir de un estado salvaje, ajeno a todo lo humano, en el acompañante de nuestros antepasados, desempeñando papeles importantes en la caza, la seguridad del hogar, el transporte y, más tarde, el pastoreo.
Al parecer, el perro inicialmente era clave en la caza de animales, tanto grandes como pequeños. Es posible que los primeros perros hayan ayudado en Siberia a cazar mamuts [4]. Pero también fueron utilizados para cazar animales pequeños: en la sociedad natufiense en Jordania (ver la entrada del 27 octubre 2019), hace 11.500 años, las condiciones fueron demasiado áridas para permitir una transición a la agricultura; en su lugar, los arqueólogos notaron un aumento de los restos de perros, y al mismo tiempo, un aumento considerable en los restos de liebres carneadas [5]. Las imágenes más antiguas de perros (dibujos rupestres de hace 8000 años, encontrados en Arabia Saudita; ver imagen) muestran escenas de caza con perros [6]. En Japón, los Jōmon, que eran cazadores, empezaron a enterrar perros de la misma manera que humanos; muchos restos de perros muestran lesiones curadas, lo que hace pensar que los perros trabajaban (presumiblemente ayudando en la caza) y que sus amos los cuidaban. Sin embargo, al introducirse la agricultura, hace 2500 años, se empezó a considerar a los perros como fuente de alimentación en lugar de compañero de caza [7].
También se utilizó el perro, en el árctico, para tirar trineos (la extensión de los inuit por el árctico de Norteamérica fue posible gracias a sus perros de trineo [8]) o animal de carga [9]. En el norte de Siberia, los cazadores de hace 9000 años ya habían criado dos razas de perros: unos grandes, que probablemente fueron utilizados para la caza, y otros más pequeños, que pueden haber servido para tirar trineos [10]. En un poblado siberiano de la Edad del Hierro se criaron selectivamente perros de trineo (se encontraron restos de los arneses de los trineos), matando (¿sacrificando?) y comiendo perros jóvenes que al parecer no servían para tirar los trineos [11].
Inclusive es posible que, tal como veremos abajo, el perro haya adquirido un significado espiritual o religioso.
Los lazos afectivos de los humanos con sus perros deben haberse desarrollado pronto. En Alemania se encontró el entierro, datado en hace 14 mil años, de un humano junto con dos perros, de los que uno – que murió a la edad de aproximadamente medio año – había sufrido durante meses de una forma de moquillo canino que, si el perro no recibe comida y cuidado de su amo, tiene un desenlace fatal dentro de unas semanas [12].
Lo cierto es que el lobo es un animal domesticable. Se ha determinado que existe una ventana de alrededor de un mes, que empieza cuando el cachorro de lobo tiene unas dos semanas (y aun es ciego y sordo, pero ya sabe caminar), durante la que se familiariza con los elementos en su entorno – que pudieran incluir seres humanos [13]. Cachorros de lobo criados por humanos, tienen un comportamiento parecido al de los perros domésticos, en términos de apego al amo y poco miedo a personas desconocidas [14]. Los lobos son tolerantes y cooperativos (a veces más que los perros, que tienen un sentido más fuerte de las relaciones jerárquicas), lo que debe haber facilitado su domesticación [15].
Cómo reconocer a un perro
Todos somos capaces de reconocer a un perro. Pero, ¿exactamente qué lo diferencia de un lobo? Y, ¿cómo podemos distinguir los huesos de un perro antiguo de los de un lobo salvaje, o un lobo en vías de domesticación?
Tal como vimos en la entrada anterior, un animal domesticado tiene ciertas características, llamadas colectivamente el síndrome de domesticación [16], que lo diferencian de su pariente salvaje. Las más importantes, e imprescindibles, son la ausencia de miedo al hombre y el control del hombre sobre la reproducción. Otras características incluyen, en el caso del perro, las siguientes [17]:
- Diferencias fisiológicas: el cerebro de los perros tiene un tamaño 30% menor con respecto al de los lobos (después de corregir por variaciones en el peso del animal). La dentadura de los perros es distinta (sus dientes son un poco más pequeños y menos afilados), y tienen mandíbulas más pequeñas. Hasta la manera de caminar de los perros es diferente.
- Neotenia: la conservación de rasgos y comportamientos juveniles en el estado adulto, tales como orejas colgantes y un hocico más corto, no tan alargado como él del lobo (ver imágenes). Se considera que esto es un efecto secundario de la domesticación del perro, que se realizó probablemente en primer lugar en función de su mansedumbre [18].
- Aumento de la variedad en el pelo, en términos de color y manchas, así como de la longitud y la forma de los pelos (ondulados o rizados, en lugar de lisos).
- Cambios en dieta: mientras que los lobos son carnívoros, los perros han desarrollado la facultad de procesar el almidón y así, al igual que sus amos, alimentarse de productos vegetales [19]. Relacionado a esto, los perros desarrollaron – al igual que sus amos, una propensión para ciertas enfermedades, tales como la obesidad, el cáncer, y hasta el desorden obsesivo-compulsivo [20].
- Cambios en comportamiento, tales como en comunicación social, emoción, afecto, etc. Mayor docilidad.
Estos elementos del síndrome de la domesticación están correlacionados, o sea, van de la mano. Sólo en ciertas razas creadas relativamente recientemente (hace unos doscientos años), esta correlación es un poco menos fuerte, presumiblemente porque estas razas fueron creadas por un fin específico: por ejemplo, entrar en las madrigueras de las presas [21].
Si los celebros de los perros son relativamente más pequeños que los de los lobos, ¿implica esto que los perros son menos inteligentes? No necesariamente. Por lo menos, en cuanto a la inteligencia social se refiere, los perros son tan buenos en cooperar con otros perros como los lobos con otros lobos [22].
Las características de los animales domesticados se fundamentan en cambios genéticos. Se ha identificado un número de genes que actúan en la parte temprana de la embriogénesis y resultan en las características de los perros domesticados, especialmente su mansedumbre y los rasgos de la neotenia [23]. Asimismo, es posible que la híper-sociabilidad del perro sea causada por cambios en dos genes específicos que pueden haber facilitado su domesticación [24]. También se ha identificado conjuntos de genes que predispone ciertas razas a ser adiestrables, agresivos, o buenos cazadores [25].
Recientemente se descubrió que también es importante la cantidad de copias de un gen dentro del cromosoma: en el caso de la intensidad del color del pelaje (que es mayor en ciertas razas de perros que en los lobos), una mayor intensidad del color está relacionada con la presencia de múltiples copias del mismo gen que controla el color del pelo del perro [26].
De los elementos que caracterizan los perros domesticados, algunos se pueden utilizar cuando lo que tenemos de un perro son sólo sus huesos – lo que normalmente ocurre en el caso de perros antiguos, que vivieron hace miles de años. De esto hablaremos a continuación.
Las primeras domesticaciones
Al comparar un perro moderno con un lobo, las diferencias son bastante obvias: no sólo en forma y conducta, sino también desde el punto de vista genético (aunque las diferencias genéticas sean pequeñas). Sin embargo, al tener solamente algunos huesos de un canino que vivía en épocas pasadas, cercanas al momento de la domesticación del lobo, es difícil determinar si estos huesos pertenecieron a un perro domesticado, o a un lobo. En particular, las mandíbulas, que se conservan relativamente bien, resultaron ser no aptas para determinar si el animal era lobo o perro [27]. Por lo tanto, existe incertidumbre acerca de cuándo ocurrió la domesticación del lobo.
Los restos más viejos conocidos que podrían pertenecer a un perro domesticado, tienen una edad de 33.000 años y provienen de la cueva de Razboinichya en los montes Altai en el sur de la Siberia. Están asociados a trozos de carbón vegetal y huesos quemados, lo que apunta a habitación humana, por lo menos ocasionalmente. Se trata de un cráneo, mandíbulas y dientes bien preservados, que muestran claramente varias características de perros domesticados, tales como el tamaño reducido del hocico y las mandíbulas, con dientes menos espaciados. La forma del cráneo es distinta a la de los perros actuales, pero parecida a la de los perros completamente domesticados que se usaban en Groenlandia hace mil años. Los dientes del perro de Altai, sin embargo, son grandes y se asemejan más a los de los lobos que a los de los perros; por lo tanto, se considera que los restos hallados reflejan una domesticación todavía no completa [28].
En la cueva de Goyet, en Bélgica, se encontraron huesos de hace unos 31.700 años (ver imagen) que pudieran ser de un perro domesticado [29], aunque no todos están de acuerdo [30]. El análisis osteométrico (o sea, de las dimensiones de los huesos) de los restos de los cánidos indicó que tres de los cráneos hallados tienen formas más parecidas a las de perros que a las de lobos. Sin embargo, un análisis posterior, tridimensional, indicó lo contrario: los cráneos se parecen más a los lobos [31]. Genéticamente, además, no se parecen a ninguna raza de perros actuales. En este caso también, pudiera tratarse de alguna domesticación incipiente, no relacionada a la domesticación que dio origen a los perros actuales.
El hecho que se encontraran evidencias de domesticación de lobos en lugares tan separados como Bélgica y la Siberia, de casi la misma edad, sugiere que la domesticación ocurrió independientemente en los dos lugares, y que puede haber ocurrido en otros lugares también. Da la impresión que, al convivir nuestros antepasados con lobos, la adaptación de estos últimos al entorno humano y su posterior domesticación era un proceso no tan fuera de lo común. Abajo veremos cómo unos datos genéticos apuntan a una domesticación en la China también, en la misma época.
Restos de cánidos que con mayor certeza pueden ser atribuidos a perros, han sido hallados en el yacimiento arqueológico de Předmostí, en la República Checa [32]. En este yacimiento, que data del Gravettiense (un período del Paleolítico Tardío, hace aproximadamente 28.000-22.000 años), se encontraron no sólo muchos restos humanos, sino también miles de huesos de mamuts y cánidos. De unos cráneos de cánidos encontrados, las proporciones corresponden a perros, no a lobos: se trata de cráneos y hocicos relativamente cortos, y más anchos que los de los lobos. Se estima que corresponden a perros bastante grandes, de unos 60 cm de altura a nivel de los hombros, y un peso de alrededor de 35 kg. Se piensa que perros de tal tamaño pudieran haber servido para transportar enseres o restos de mamuts.
El cráneo tal vez más interesante de Předmostí es uno que se encontró, enterrado, con un hueso de mamut (u otro mamífero grande) entre las mandíbulas. Parece que el hueso haya sido colocado en la boca del animal a propósito, poco después de su muerte. Esto pudiera indicar una relación emocional (afectiva o religiosa) entre un humano y el perro; o sea, el papel de los perros para aquel entonces iba ya más allá que el de simple fuente de alimentos. Alternativamente, ese perro puede haber sido sacrificado con la finalidad de obtener ayuda divina para una caza exitosa [33]. Además de esto, varios de los cráneos de perros muestran perforaciones, realizadas por el hombre, no por animales. Al parecer, las perforaciones sirvieron para acceder a los cerebros. Puesto que los sesos no son un alimento predilecto, especialmente si hay una abundancia de mamuts, se considera que la finalidad de las perforaciones fuera más bien espiritual o religiosa, lo que sería otro indicio de un estatus especial del perro.
Hace 15 mil años ya eran comunes los perros en Europa. En el suroeste de Europa los perros eran más bien pequeños, mientras que en Rusia eran más grandes. Al parecer, ya se había dado una diferenciación (o, alternativamente, los dos tipos de perros provenían de distintas domesticaciones) [34]. Cabe destacar el hallazgo de un perro de hace 14.300 años, hallado congelado en el permafrost de la Siberia, en buen estado de conservación (ver imagen) [35].
Todo esto sugiere que la primera domesticación del perro se dio, hace unos treinta mil años, en Eurasia occidental (Europa o Asia occidental). Sin embargo, estos primeros perros eurasiáticos en poco se parecen a los actuales perros, y además, los datos genéticos de los que disponemos apuntan a un origen en el sureste asiático para las razas modernas. Otra duda se refiere al hecho de que es sólo desde hace unos 14.000 años que se hicieron comunes los restos de perros [36]. ¿Qué estuvo pasando? Para entender esto, es preciso meternos en el rompecabezas que se ha llamado la “sopa canina”.
Desenredar a los cánidos
Los perros y los lobos pertenecen al género de los caninos de la familia de los cánidos, conjuntamente a los coyotes (en Norteamérica), los dingos (en Australasia) y los chacales (en Asia y África). Existen distintas especies de lobos y de coyotes. Es bastante fácil distinguir entre estos caninos, basándose en sus características fisiológicas. Sin embargo, la definición de una especie se basa en el hecho de que no es capaz de aparearse con otras especies y producir descendientes fértiles, y esto causa un problema: estudios genéticos revelaron que los caninos son capaces de mezclarse entre sí, y lo hacen frecuentemente; de manera que muchos ejemplares de los caninos son híbridos. En Norteamérica, por ejemplo, los lobos grises y los coyotes occidentales son de raza bastante pura, pero los lobos Algonquin y los lobos rojos, así como los coyotes orientales, resultaron ser mezclas de lobo gris, coyote occidental y hasta perros (en el caso del perro de Carolina), en distintas proporciones [37]. Esto implica que es difícil aplicar el concepto de la especie en el caso de los caninos, ya que se dio tanta hibridación; lo que también dificulta, como veremos a continuación, determinar cuándo y dónde se originaron los perros.
La genética se ha convertido en una herramienta poderosa para el estudio del origen de las especies y las razas. Comparando el material genético de especies actuales, se puede determinar con bastante certeza cuándo vivió su ancestro común, e identificar varias de sus características. Además de esto, es ahora posible recuperar restos de material genético de huesos fósiles, a veces de suficiente calidad para ubicarlos en el árbol genealógico que describe cómo la especie fósil se relaciona con otras especies fósiles, y con las especies y razas actuales. En el caso que ahora nos interesa, el de los perros, los estudios genéticos están aportando informaciones interesantes.
En primer lugar, se determinó que la historia del perro está repleta de mezclas: aun después de su domesticación, los perros siguieron apareándose – algunos más, otros menos – con otros caninos, especialmente los lobos, lo que dificulta la reconstrucción de su árbol genealógico [38].
En segundo lugar, los perros más antiguos encontrados (en Eurasia occidental) son genéticamente distintos a los perros actuales [39]. Los lobos actuales son también distintos, lo que hace pensar que los perros se originaron de una población ancestral de lobos ahora desaparecida [40].
En tercer lugar, es posible que el perro se haya domesticado por separado en dos áreas distintas: Eurasia occidental, y el sureste asiático.
Hasta hace poco, se consideró que los perros se domesticaron en otra región: tal como se domesticaron muchos animales en el Oriente Medio, se pensó que así también el perro, a partir de los lobos que allí vivían. Después, con la expansión de la agricultura hacia el Mediterráneo y en otras direcciones, se expandió también el uso del perro. Esta teoría, que concuerda con datos arqueológicos, está sustentada por algunos estudios genéticos, los cuales ubican el origen de los perros, especialmente los pequeños, en el Oriente Medio, basándose, entre otras cosas, en un marcador genético típico de los lobos medio-orientales que también se encuentra en los perros pequeños actuales [41]. Sin embargo, se propone ahora que lo que ocurrió en el Oriente Medio no fue una domesticación propiamente dicho, sino una hibridación (apareamiento) de perros de origen asiático con lobos locales, medio-orientales [42]. Posteriormente, estos perros fueron llevados a Europa, después de la transición Neolítica (ver la entrada del 27 octubre 2019), cuando los agricultores migraron hacia Europa, llevando consigo sus animales: no sólo su ganado, sino también sus perros, que se mezclaron con los perros europeos que ya vivían allí [43].
Sin embargo, los hallazgos de posibles perros antiguos en Europa y Siberia abrieron la posibilidad de una domesticación en Eurasia occidental. Datos genéticos obtenidos de los huesos de perros antiguos de Europa y América apuntan a una domesticación en Europa (o Siberia), a partir de una población de lobos ahora desaparecida [44]. Restos de dos perros encontrados en Alemania, uno de hace 7000 años y otro de hace 4700 años, confirmaron una domesticación europea, hace entre 20 y 40 mil años; pero el perro más joven de los dos proporcionó evidencias de una mezcla con perros provenientes de Asia central – probablemente traídos por los pueblos de la estepa que acababan de asentarse en Europa. Los dos perros tienen rasgos genéticos en común con las razas europeas modernas, lo que indica una continuidad genética entre los perros europeos antiguos y las razas actuales [45]. El análisis genético de la mandíbula de un lobo siberiano de hace 35 mil años sugiere una domesticación del perro hace por lo menos 27 mil años; además, indica que ciertas razas árcticas (el husky siberiano, el perro de trineo de Groenlandia) tienen rasgos genéticos iguales a este lobo siberiano, lo que muestra que ocurrieron mezclas entre los lobos y los perros árcticos [46].
Pero, por otro lado, los resultados de estudios genéticos realizados en perros modernos apuntan hacia un origen distinto: el sureste asiático. Se determinó que en la zona al sur del Río Yangtze (o sea, el sur de la China y el sureste asiático) la diversidad genética de los perros es más grande que en cualquier otro lugar; esto sugiere que es allí donde pudiera estar ubicada la cuna de los perros actuales [47] (pero no necesariamente de los perros antiguos encontrados en Europa).
Al considerar, además de las razas europeas/americanas y unas razas indígenas de Asia, también los perros callejeros de pueblos en el Medio Oriente y el sureste asiático (que no son derivados de las razas actuales), así como los dingos australianos, resultó que los marcadores en el cromosoma Y (el del sexo masculino) de las razas europeas/americanas son muy parecidos a los de las razas del sureste asiático, mas no a las razas del Oriente Medio. Parece que, aunque haya ocurrido una domesticación o hibridación con lobos en el Medio Oriente, o Asia Central [48], las razas europeas/americanas actuales tienen raíces en el sureste asiático, no en el Medio Oriente [49].
Una comparación de marcadores genéticos de perros chinos y lobos arrojó una edad de 32 o 33 mil años para la separación entre los dos grupos; puede tratarse de una domesticación separada del perro en esa parte del mundo [50]. Los fósiles de perros más antiguos encontrados en Asia datan de hace alrededor de 12 mil años [51]. Esto implica un intervalo de unos 20 mil años sin restos de perros. Tal vez se encontrarán algún día restos de perros de este intervalo. Pero también es posible que todavía no hubo perros domésticos en Asia oriental en aquel entonces; existen varias posibles explicaciones por esto:
- Los perros aparecieron más tarde (en otros estudios se ha propuesto una edad de 16 mil años para los primeros perros en el este asiático [52]); ó:
- La domesticación del perro se dio en Eurasia occidental y sólo hace 12 mil años llegaron los perros a la China; ó:
- Sí existían perros en China antes de hace 12 mil años, pero no domesticados: según una hipótesis, el perro no es descendiente directo de los lobos actuales, sino de un cánido pequeño, ahora desaparecido, que vivía en Asia oriental; el perro habría existido ya antes de su domesticación [53].
Si es verdad que ocurrió una domesticación independiente en Asia oriental, perros orientales pueden haber sido llevados a Europa, desde hace 15 mil años. Llegados a Europa, pueden haber reemplazado parcialmente los perros que ya había allí [54].
Las razas americanas fueron llevadas desde Asia a las Américas por los primeros colonizadores, hace alrededor de 12.000 años [55]; no se originaron a partir de lobos norteamericanos [56]. El perro más antiguo encontrado en las Américas, data de hace 9260 años; sus huesos fueron hallados en una cueva en Texas [57]. Aparte del perro, parece que algunos pueblos prehispánicos, tales como los en New Mexico, también tenían a los coyotes en un contexto humano [58].
Resumiendo: posiblemente hubo dos domesticaciones separadas del perro, una en Eurasia occidental, otra en el sureste asiático. De ser así, los perros asiáticos fueron llevados posteriormente a Eurasia occidental, donde reemplazaron parte de los perros que allí existían [59].
Sin embargo, la última palabra aun no ha sido dicha. Futuros hallazgos de restos de perros antiguos podrían cambiar por completo esta historia!
Las razas actuales y su origen
Con el pasar del tiempo han aparecido una multitud de variantes del perro – ahora se conocen unas 400 razas [60]. Fueron creadas por los humanos en función de sus necesidades, mediante un proceso de selección artificial (ya hemos hablado de la selección en la entrada del 25 enero 2015). Unas razas fueron criadas para la caza (utilizando bien sea la vista, bien sea el olfato), otras para el pastoreo, para vigilancia, para compañía, etc. Las razas más viejas tienen más de quinientos años de edad; sin embargo, la gran mayoría de razas fueron creadas durante los últimos doscientos años, principalmente por criadores en la Gran Bretaña victoriana (ver imagen). Por ejemplo, para la caza se criaron razas específicas para cada una de las actividades: buscar y retener la presa, entrar en madrigueras, recoger las aves matadas, etcétera. Este proceso de selección artificial intenso permitió que en pocos miles de años aparecieran las razas más diversas – algo que en la naturaleza, donde reina la selección natural, tomaría cientos de miles o millones de años. En efecto, Charles Darwin tomó la cría de los perros como ejemplo de cómo funciona la selección natural [61].
Estudios genéticos han permitido elaborar un árbol genealógico de las razas de perros. Es un árbol complicado, porque hubo mucha mezcla, en parte debido a las migraciones de grupos de humanos a lo largo de miles de años, que normalmente iban acompañados de sus perros. En grandes rasgos, se pueden definir cuatro tipologías de perros, basado en su acervo genético [62]:
- Razas antiguas (genéticamente más cercanas a los lobos, y caracterizadas por poca mezcla con otras razas, probablemente debido a su aislamiento geográfico). Estas incluyen, entre otros, el akita, basenji, husky siberiano, saluki y shar-pei – la mayoría, razas asiáticas [63].
- Pastores. Los perros para el pastoreo son muy diversos, lo que refleja que se criaron temprano, en sitios y tiempos distintos, pero con el mismo fin. Entre los pastores encontramos el collie (ver imagen), el pastor belga, y el lobero (o lebrel) irlandés. También se encuentran en este grupo algunos perros nunca utilizados para el pastoreo, tales como el galgo y el borzoi; esto puede indicar que bien sea estas razas se derivaron de perros de pastoreo, o viceversa.
- Perros de caza. Muchos perros de caza se encuentran agrupados dentro de la misma parte del árbol genealógico, lo que refleja que son el resultado de la actividad de los criadores de perros de la Gran Bretaña victoriana (ver imagen). Los terrier, retriever, setter, y el perro salchicha son ejemplos de estos perros recientes.
- Mastines y afines. Este grupo incluye a perros macizos tales como el mismo mastín, el boxer y el bulldog; pero también el pastor alemán, que fue criado como perro para la policía a partir de perros de este grupo.
Los estudios genéticos permitieron también determinar cuáles son los cambios genéticos responsables de las distintas razas. En muchos casos, un cambio en un solo gen puede causar grandes variaciones fisiológicas. La diferencia entre el cuerpo diminuto de un perro tejonero y el cuerpo macizo de un rottweiler se debe a un cambio en un solo gen. Lo mismo para la diferencia entre las patas cortas del mismo perro tejonero y las largas del galgo, o para la diferencia entre orejas colgantes y orejas erguidas. En total, se ha identificado un grupo de unos cincuenta genes que son responsables para la mayor parte de la variabilidad entre las razas de perros [64].
En otros casos no se trata de cambios en los genes, sino de cambios en su regulación, o sea, cuáles genes se leen y cuáles no [65].
También se ha detectado diferencias en la estructura cerebral entre razas creadas con distintos fines. Estas diferencias, a veces muy marcadas, aparecieron recientemente, lo que muestra el impacto de los criadores de perros sobre los cerebros de sus crías [66].
¿Qué tiene el perro para que pudiera convertirse en nuestro mejor amigo?
Esta es una pregunta que tiene, para los amantes de los perros, una respuesta obvia: porque son inteligentes, obedientes, cariñosos, etcétera. Y eso parece ser una respuesta razonable. Pero veamos un poco qué respuesta podemos dar considerando los resultados de los estudios científicos que se realizaron acerca de este asunto.
Un aspecto importante de la relación entre perro y humano estriba en la mirada. Perro y amo tienen un contacto visual frecuente, lo que no sólo permite al perro entender las intenciones de su amo, sino también fortalece el lazo entre ambos; esto se refleja en un aumento en la producción de oxitocina en ambos [67]. (La oxitocina es un compuesto que juega un papel en el desarrollo de sentimientos de confianza, altruismo y lazos afectivos). Razas de perros genéticamente más cercanos al lobo tienden a tener un contacto menos frecuente con sus amos que razas más alejadas del lobo, tales como el labrador, que además tienden a depender más de sus amos [68].
Un fenómeno interesante en este sentido, es el de los “ojos de cachorro” (ver imagen). Esto se refiere a la capacidad que tienen los perros de levantar la ceja interior, lo que confiere a sus ojos una apariencia grande, parecida a la de los bebés y a la expresión que suelen tener los ojos humanos en una situación de tristeza. Esta capacidad se debe a un pequeño músculo por encima de los ojos, que los lobos (y algunas razas de perros antiguas, tales como el husky siberiano) no tienen y por ende, debe haber aparecido cuando el linaje de los perros ya se había separado de los lobos. La aparición de un músculo nuevo en tan poco tiempo es muy poco común, e indica que debe haber respondido a una presión selectiva importante. Por lo tanto, se considera que los “ojos de cachorro” juegan un papel importante en la comunicación facial entre los perros y los humanos [69].
Hay un aspecto en el cual los perros son superiores a otros animales, incluso a los chimpancés: son capaces de entender nuestras intenciones. Cuando necesitamos algo y se lo comunicamos verbalmente o de manera no verbal, los perros son capaces de entender nuestra intención mientras que los chimpancés, los animales más cercanos a nosotros en términos evolutivos, no son capaces de lo mismo. Se hicieron varios experimentos con chimpancés y perros. En cada experimento, había dos contenedores iguales, por debajo de uno de los cuales había comida. Una persona indicaba (con la mano y/o la mirada) por debajo de cuál contenedor se hallaba la comida. Los perros supieron entender la intención de la persona y encontraron casi siempre la comida. Los chimpancés, por otro lado, no captaron la señal de la persona y se equivocaron prácticamente tantas veces como las que tuvieron éxito [70]. Cuando se repitió el experimento escondiendo por debajo de los recipientes objetos que no eran comida, los resultados eran iguales: los perros eran más exitosos en el experimento que los chimpancés [71]. En este sentido, la capacidad que tienen los perros de entender las intenciones de las personas es parecida a la de niños de unos seis meses de edad [72], y probablemente es justamente esta capacidad una de las razones por las cuales muchos amos quieren tanto a su perro.
En otra versión de este experimento, la persona no solamente indicaba uno de los dos contenedores, sino que anteriormente pronunciaba el texto “hola perro” de una de dos maneras: bien sea mirando al perro y hablando con voz clara y tono alto, bien sea sin mirar al perro y hablando con tono bajo. En el primero de los dos casos (en el cual la persona se dirigía claramente al perro) los perros generalmente miraban hacia el contenedor que la persona indicaba; mientras que en el segundo, los perros no hacían mucho caso a la intención de la persona. Esto indica que no sólo cuenta el hecho que la persona esté indicando algo, sino también es importante que ésta intente comunicarse con el perro [73].
Queda una pregunta por contestar: estas cualidades del perro, ¿ya las tenía al momento de su domesticación? A esta pregunta, la respuesta parece ser “no”. Se repitió el primer experimento mencionado arriba (con comida en uno de los dos contenedores) con lobos criados por humanos, con perros adultos, y con perros cachorros de los cuales algunos habían tenido poco contacto con humanos. Una persona indicaba (con la mano, o con la mano más la mirada) por debajo de cuál contenedor se hallaba la comida. Los perros, tanto los adultos como los cachorros, aun los que habían tenido poco contacto con adultos, supieron entender la intención de la persona y encontraron casi siempre la comida. Los lobos, por otro lado, no captaron la señal de la persona y se equivocaron tantas veces como las que tuvieron éxito. Esto sugirió que la capacidad de los perros de captar las intenciones de las personas no es algo que heredaron de sus antepasados, los lobos, sino que es algo que apareció durante el proceso de domesticación y se fortaleció mediante un proceso de apareamiento por el hombre de aquellos ejemplares que mejor lograban entender sus intenciones [74].
Sin embargo, un estudio reciente con lobeznos indicó que son capaces de interactuar con humanos, jugando a buscar y devolver al humano (inclusive un humano al que no conocían) una pelota que lanzó. Al parecer, sí existe cierta capacidad innata en por lo menos algunos lobos de interactuar con los humanos – lo que presumiblemente facilitó enormemente su domesticación [75].
Conclusión
Antes de que nuestros antepasados domesticaran a otros animales, antes de la domesticación de especies vegetales, ellos domesticaron al lobo, convirtiéndolo en el perro. No fue un proceso que se dio de un día para otro: la domesticación completa del perro, incluyendo la transformación física, tomó miles de años. Sin embargo, es de suponer que mucho antes de que culminara esta transformación, el perro ya se había convertido en el mejor amigo del hombre.
La domesticación del lobo parece haber ocurrido independientemente en múltiples lugares del planeta, y en tiempos diferentes, así que no debe haber sido un proceso tan fuera de lo común: la conversión del lobo, un animal salvaje, inteligente, acostumbrado a vivir en manadas bajo el mando de un líder fuerte, en un perro doméstico, fiel a su amo y ayudándolo en sus tareas, parece haber sido una evolución bastante lógica [76]. Gracias a esta conversión, nuestros antepasados obtuvieron una herramienta, o mejor dicho un asistente, para conseguir el control sobre otros animales: inicialmente, cazándolos, lo que con la ayuda de perros se pudo hacer de manera más eficaz, y después, controlando a varias especies y domesticándolas, con el apoyo de su perro pastor.
Se puede sostener que fue gracias a la domesticación del lobo que el hombre se dio cuenta que era posible someter a su control a otras especies animales, para tener fuentes de alimentos más segura y, en general, sacarles provecho de varias maneras. Pero aquellas domesticaciones se dieron mucho después. En la próxima entrada hablaremos de éstas.
[1] Ver: http://newsroom.ucla.edu/releases/dogs-likely-originated-in-europe-249325.
[2] Tito, R.Y., Belknap III, S.L., Sobolik, K.D., Ingraham, R.C., Cleeland, L.M. y Lewis Jr., C.M., 2011. DNA from early Holocene American dog. American Journal of Physical Anthropology, 145 (4), 653-657. https://doi.org/10.1002/ajpa.21526.
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[76] Ver mi entrada anterior para una lista de características que hacen que ciertos animales sean más domesticables que otros.
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