Hitos históricos: La peste y el fin de la Edad Media

“En el año del Señor 1348 se produjo en la ciudad de Florencia y condado una grandísima pestilencia, y tal era su furia y violencia que en cualquier hogar del cual se apoderó, quien se hizo cargo de los enfermos, todos los cuidadores murieron de la misma enfermedad, y casi nadie sobrevivió más allá del cuarto día, y no valía ni médico ni medicina (…). Tal era el temor que nadie sabía qué hacer: cuando se apoderó de algún hogar, a menudo sucedía que ni una sola persona escapó de la muerte. (…)

Tal fue el terror que provocó verla tomar fuerza en una casa, que tan pronto como empezara, nadie se quedó: todo el mundo abandonó la vivienda en el temor, y huyó a otra; algunos huyeron a la ciudad y otros en el campo. (…) El hijo abandonaba al padre, el marido a su mujer, la mujer al marido, un hermano a otro, una hermana a otra. La ciudad fue reducida a llevar los muertos a la sepultura; muchos fallecieron, que al morir no tenían ni confesión ni los santos sacramentos; y muchos murieron por no tener quien los cuidara, y muchos murieron de hambre, ya que cuando alguien se ponía en cama enfermo, los otros ocupantes en estado de pánico, le decían “Voy por el médico”, y sin hacer ruido cerraban la puerta desde el exterior, y ya no regresaban. (…)

En cada iglesia, o en la mayoría, fueron cavadas fosas, hasta el nivel del agua, anchas y profundas según el tamaño de la población; y todo aquel que no era muy rico, muerto durante la noche, era cargado por aquellos cuyo deber era, y bien lo arrojaba a esta fosa, o pagaba grandes cantidades de dinero para que otro la hiciera por ellos. A la mañana siguiente había muchos en la fosa, se tomaba tierra y se arrojaba sobre ellos; y luego venían otros por encima de ellos, y luego la tierra por encima de nuevo, en capas, con poca tierra, como si se estuviese colocando capas de queso a una lasaña.”

Así describe el cronista florentino Marchionne di Coppo Stefani (pseudónimo de Baldassarre Bonaiuti;1336-1385) los estragos de la peste en su ciudad [i]. Y no es para menos: durante los años 1346-1353, la peste arrasó con gran parte de la población de Europa, el Oriente Medio y Norte de África. Esta pandemia (epidemia generalizada), conocida como la Muerte Negra o Peste Negra, fue una de muchas epidemias que han azotado estas tierras durante los últimos milenios, pero fue la más grande, la más espantosa, la que más se recuerda. Pero también fue la que precipitó el fin de la Edad Media y facilitó el inicio del Período Moderno. ¿Cómo lograron nuestros antepasados recuperarse de la pandemia? ¿Cómo puede un acontecimiento tan horroroso haber tenido unas consecuencias que, dentro de todo, fueron más bien constructivas?

Esta entrega se basa mayormente en un estudio que le dedicó a la Muerte Negra el catedrático noruego Ole Benedictow [ii]. También sirvió de referencia un artículo publicado en la revista Historia [iii].

La peste

La peste es causada por la bacteria Yersinia pestis, que normalmente reside en las ratas negras. Se transmite a los humanos por pulgas de ratas, que llevan sangre de rata infestada. Pulgas de ratas no suelen vivir en los seres humanos, pero se trasladan a los seres humanos si una población de ratas es diezmada debido a una epidemia (mejor dicho, una epizootia, ya que de animales se trata) de peste. Si no hay ninguna rata a la mano, las pulgas de ratas pueden sobrevivir durante algún tiempo en grano (un ejemplo de evolución reciente), lo que explica cómo la plaga pudo viajar largas distancias en barcos. La bacteria Y. pestis, por su lado, puede sobrevivir refugiándose en amebas, organismos unicelulares comunes en el agua y el suelo [iv].

Recientemente se sugirió que Y. pestis puede ser transmitida también a través de pulgas humanas y piojos. Esto explicaría mejor la rapidez con la cual se propagó la peste durante la pandemia de la Muerte Negra [v].

La forma común de la plaga se denomina peste bubónica, porque la característica distintiva de las epidemias de peste es que la gran mayoría de los enfermos desarrollaron uno o dos bubones, con mayor frecuencia en la ingle o en los muslos, pero también con bastante frecuencia en las axilas, es decir en lugares con una concentración de ganglios linfáticos.

La letalidad de la peste es de aproximadamente 80%. O sea, unos 80% de las personas que contraen la peste, mueren a consecuencia de la enfermedad (aunque se hayan desarrollado variantes genéticas en poblaciones humanas expuestas en el pasado a la peste, que pueden ayudar al cuerpo combatir la infección[vi]).

La bacteria Y. pestis como tal existe desde hace por lo menos 5000 años, pero fue sólo hace unos 3800 años que se adaptó a vivir en las pulgas y la peste se convirtió en la enfermedad virulenta y letal que se conoce de las pandemias [vii]. Originalmente, Y. pestis no era tan letal: sólo causaba brotes localizados de una forma pulmonar de la enfermedad. Pero una mutación genética, ocurrida antes de la primera pandemia de la peste en el siglo VI, la convirtió en la bacteria mortífera que arrasó en Europa [viii]. La peste parece haber llegado a Europa por primera vez hace unos 4800 años, posiblemente traída por grupos de individuos que vinieron desde las estepas de Eurasia [ix].

La Muerte Negra fue, con sus secuelas, la segunda pandemia de la peste. La primera empezó por la Plaga de Justiniano (541-544) y duró, de manera intermitente, por dos siglos; fue causada por la misma bacteria Y. pestis [x]. También hubo una tercera pandemia: empezó en los años 1850 en la China, y tuvo secuelas durante cien años. Antes de estas pandemias pudo haberse dado brotes de la peste, en la Palestina bíblica, en la antigua Atenas y en Roma, pero no está seguro que se haya tratado de la peste. En España hubo varias fases de peste durante los siglos XVI y XVII [xi].

La Muerte Negra

La epidemia de la Muerte Negra comenzó en la península de Crimea, donde diezmó a un ejército mongol que estaba sitiando la ciudad de Kaffa, en manos de los italianos. Los italianos, huyendo de Kaffa, se llevaron sin saberlo la peste a Constantinopla y al Mediterráneo.

En el transcurso de 1347, la Muerte Negra alcanzó los puertos y las zonas costeras en el Mediterráneo oriental y central (Italia, Grecia, Alejandría, etc.) En 1348, la mayor parte de las costas del Mediterráneo había sido alcanzada. Desde aquí, la Muerte Negra empezó su avance inexorable hacia el norte: cayeron primero Italia y la península ibérica, y después Francia y Europa Central. El norte de Europa y, obviamente, las islas británicas fueron invadidos por vía marítima. La conquista por la Muerte Negra de Europa occidental y noroccidental culminó en 1350, en Escandinavia.

Rusia, aunque ubicada justo al norte de la península de Crimea donde se originó la Muerte Negra, no fue contaminada desde allí, ya que la zona formaba parte de la Horda de Oro que se había convertido recientemente en musulmán y por lo tanto le había cortado los contactos con el mundo cristiano, incluyendo los principados de Rusia. En cambio, la Muerte Negra llegó a Rusia varios años más tarde, a finales de 1351, desde Lituania.

Sólo dos países de Europa escaparon a la Muerte Negra: Islandia y Finlandia.Esto era debido a su aislamiento dela parte continental de Europa.

La mortandad de la Muerte Negra fue de unos 60%. O sea, murió más de la mitad de la población en los países afectados por la peste. La población europea antes de la Muerte Negra ha sido estimada en unos 80 millones de personas; esto implica que murieron unos 50 millones. Una cifra espeluznante, mayor a la de los muertos a raíz de la Segunda Guerra Mundial, o del régimen de Stalin en la antigua Unión Soviética.

Cabe destacar que una minoría importante no murió a consecuencia de la enfermedad misma, sino por falta de cuidado, o por falta de alimentos.

Consecuencias de la Muerte Negra

Se dice que la adaptabilidad de la raza humana a nuevas condiciones ha sido clave en el éxito de nuestra especie. Esta adaptabilidad se demostró también después de la Muerte Negra. Para los sobrevivientes de la epidemia la vida continuaba, pero ya no era la de antes. Adaptaron sus entornos familiares a la nueva situación, y se dieron cuenta que – especialmente para los pobres – se les habían abierto puertas que antes estaban cerradas. Además, cambió la mentalidad de la gente.

En el ámbito familiar, muchas familias acogieron a familiares que quedaron huérfanos o viudas después de la Muerte Negra, aumentando así el tamaño del hogar. Además, los jefes de familia que perdieron a sus mujeres, volvieron generalmente a casarse rápidamente. Por otro lado, muchos jóvenes se casaron, creando sus propios hogares. Muchos se casaron a una edad más temprana de lo anteriormente habitual, y las mujeres empezaron a tener hijos a una edad más joven.

Sin embargo, esto no fue suficiente para alcanzar una población tan grande como antes de la Muerte Negra. Antes de la Muerte Negra, el crecimiento a largo plazo de la población durante 1150-1320 había dado lugar a condiciones maltusianas, o sea, de una población demasiado grande con respecto a los recursos disponibles, lo que resultó en ingresos bajos, y altos precios de los alimentos básicos. La disminución de la población causada por la Muerte Negra fue mucho más extrema que una corrección maltusiana habría sido. Después de la Muerte Negra, las cifras de población no se recuperaron en el largo plazo, debido a epidemias posteriores.

El cambio más grande se dio en lo social y económico. En el campo, muchas familias de pisatarios fueron destrozadas por la Muerte Negra, o fueron afectadas tan severamente que perdieron su capacidad de cultivar la tierra de manera adecuada. Por ende, numerosas tierras quedaron vacantes y volvieron a manos de los terratenientes. En esta situación, muchos de los proletarios rurales supervivientes fueron reclutados rápidamente en las tierras desocupadas, ya que era en el interés de los señores de los feudos de mantener las rentas de sus tierras. De esta manera, los trabajadores sin tierras podían obtener tierras. La servidumbre desapareció. Las clases proletarias se redujeron fuertemente.

Frances y Joseph Gies mencionan, en un libro sobre la tecnología en la Edad Media [xii], que el uso de las tierras cambió también: tierras arables, especialmente las de peor calidad, fueron convertidas en pastos y se desarrolló una ganadería intensiva que suplía el mercado (ahora con mayor poder adquisitivo, tal como veremos abajo) con carne, queso, mantequilla, lana, pieles, etcétera. En las tierras que se mantuvieron en cultivo, perdieron su predominancia los monocultivos, especialmente el de trigo, y una proporción importante de las tierras empezó a ser utilizada para cultivos varios, tales como los frutos y vegetales. A menudo, los campesinos tenían como socios financieros a gente de las ciudades; el papel de los terratenientes se redujo considerablemente.

En general, aumentaron los ingresos de la mayoría de la población. Los terratenientes, los campesinos ricos y los empresarios urbanos de repente tenían que competir por los obreros, trabajadores o pisatarios. Estos eran escasos debido a (1) la Muerte Negra y las epidemias posteriores, y (2) el hecho de que los campesinos sin tierra arrendaron tierras vacantes. Esta escasez de mano de obra resultó en un aumento de los sueldos. Además, muchas personas, incluso pobres, se enriquecieron como resultado de las herencias recibidas de los familiares que murieron durante la epidemia.

Esta nueva prosperidad condujo a un cambio de los patrones de consumo. El poder de compra de las clases bajas aumentó considerablemente, lo que les permitió elevar su consumo y cambiar los patrones de consumo. La comida ya no era basada exclusivamente en granos y frijoles: la carne, la mantequilla, cerveza/vino, etc. se volvieron importantes hasta para las clases con menos recursos, que también podían comprar ropa mejor y más cara, enseres domésticos etc., y mejorar su vivienda.

Blog 180414 - La peste - Decamerón

En cuanto a la mentalidad de la gente se refiere, esta fue afectada duramente por lo vivido durante la Muerte Negra. La psicología surgida a raíz de la Muerte Negra consistía en una mezcla de obsesión con la muerte, un sentido de pecado (la plaga considerada como el castigo por los pecados) y también un deseo compensatorio y desenfrenado de los placeres sexuales. En este último sentido cabe destacar al Decamerón, el relato – ficticio – escrito por el florentino Giovanni Boccaccio (1313-1375), de un grupo de jóvenes que salieron de Florencia para escaparse a la peste y que, para matar el tiempo en su refugio, empezaron a contarse historias profanas marcadas por un cierto libertinaje (ver imagen). Pero, en términos generales, prevalecieron la ansiedad y la incertidumbre.

Durante la Muerte Negra, se había dado un pánico religioso. Grandes grupos de flagelantes vagaron de pueblo en pueblo flagelándose con el fin de salvar sus almas y aliviar la ira del Señor, creyendo en la mortificación de la carne como penitencia adecuada para los pecados de los hombres. Los flagelantes desempeñaron también un papel activo en otra reacción de pánico, mucho más maligna que la Muerte Negra: la persecución de los judíos. En la mente intensamente religiosa del hombre medieval, se creía generalmente que las enfermedades epidémicas eran la manera de Dios para castigar a la gente por su depravación moral y pecados graves. Uno de estos pecados graves pudiera ser que se permitió permanecer entre ellos a gente que no adoraban a Cristo o a Dios en la forma requerida. Debido a que los judíos en muchos lugares también actuaban como prestamistas, actividad que estaba prohibida a los cristianos de la Iglesia Católica, la persecución, el exilio y el asesinato de judíos también podían tener motivos económicos personales. A mucha gente le resultaba difícil imaginarse que el Señor realmente les castigaría tan severamente por sus pecados; después de todo eran sólo seres humanos. En lugar de eso, desarrollaron la teoría de que la gran mortandad fue causada por judíos y otros «enemigos de la cristiandad” que habían envenenado sus pozos y otras fuentes de agua potable. Los sentimientos anti-judíos se mantuvieron, desafortunadamente, unos cuantos siglos más.

Edad Media y Período Moderno

La última parte de la Edad Media, la Edad Media tardía, abarca los años 1350-1520. El hecho que el inicio de la Baja Edad Media se haya fijado en 1350, coincidiendo con la Muerte Negra, refleja la idea que la Muerte Negra y las consiguientes epidemias de peste moldearon la última fase de la Edad Media de una manera decisiva.

La Muerte Negra abrió paso a la Edad Media tardía, una transición hacia la Edad Moderna. Los cambios culturales y sociales que marcaron esta transición, se conocen como el Renacimiento. Aparte de la renovación artística, el Renacimiento se caracteriza por la secularización y la mejora de la educación (ejemplificada por la creación de universidades).

Estos cambios a largo plazo se aceleraron considerablemente por la demografía cambiada tras la Muerte Negra, que aceleró el colapso del sistema económico feudal y el surgimiento de la economía de mercado capitalista, especialmente en Europa occidental. El punto crucial en este contexto es la fuerte caída de la población europea provocada por la Muerte Negra y mantenida por sucesivas epidemias de peste, la cual provocó respuestas económicas y sociales de profundo significado a largo plazo, al menos en el sentido de que dichos procesos se aceleraron, así como el ritmo y la dinámica del cambio social y la transformación. También le dio mayor ímpetu a la innovación tecnológica y fortaleció el énfasis en los bienes y productos de consumo general, en una economía de mercado más claramente orientada al consumidor.

El aumento de los ingresos y el auge de la ganadería mencionados arriba trajeron como consecuencia un cambio en el paisaje económico de Europa. Para atender a las necesidades de las clases bajas, cuyo poder adquisitivo había mejorado considerablemente, surgieron centros textiles en países como Castilla, Francia, Inglaterra y varios estados alemanes, donde se produjeron textiles de menor calidad que los del norte de Italia, pero mucho más baratos. Esto contribuyó al desplazamiento del centro de gravedad económico desde el Mediterráneo hacia el noroeste de Europa [xiii].

La innovación tecnológica se enmarcó dentro de un proceso de mejora de la eficiencia. El aumento de los costes laborales dio un impulso a una producción más eficiente. Mientras que, por ejemplo, la tecnología del aserradero accionado por la fuerza del agua había sido desarrollada en el siglo XIII, esta entró en uso generalizado sólo en la Edad Media tardía. Los gobernadores y los gobiernos mejoraron y profesionalizaron su administración, tratando de reducir costes, aumentar la eficiencia de la tributación, y mejorar la prestación de los servicios públicos.

Pero la Muerte Negra tuvo también otra consecuencia, de índole más bien belicosa, que acabó por cambiar el curso de la historia mundial. Los propietarios de tierras se encontraron con ingresos de sus tierras muy reducidos, y recurrieron a las actividades bélicas y similares para obtener riqueza. Esta fue la razón principal por la larga duración de la guerra de los Cien Años. También ayudó a la Reconquista y la posterior conquista de las Américas.

Discusión

En la entrega del 3 febrero 2018 de este blog (Revoluciones por doquier) os presenté el concepto del hito histórico. Escribí que los hitos históricos son períodos que todo parece cambiar, así como acontecimientos que hacen cambiar todo. Períodos de transformación, durante los cuales aparecen muchas cosas nuevas y desaparecen muchas viejas. Los cambios pueden ser catastróficos; en algunos casos, son épocas de caos, de incertidumbre. Son los períodos clave, transcendentales, en los cuales las cosas parecen tomar un rumbo distinto a lo anterior. Son los momentos que separan un después de un antes.

Pues bien, la Muerte Negra puede ser considerada sin duda como uno de estos hitos históricos. Desapareció un mundo viejo, para dar paso a la transición a la era moderna. Benedictow lo resume así [xiv]:

“En resumen, debe quedar claro que la Muerte Negra fue un acontecimiento de gran importancia histórica. Puso su sello en la escena económica y social, el nivel de vida de las masas mejoró mucho, mientras que las clases altas y la élite social vieron cómo mermaron sus ingresos y fue socavada su forma de vida encantada. También puso su sello en la mentalidad religiosa de la época y el modo de ver la vida.

Se aceleró el desarrollo y la transformación de la sociedad y la civilización europea medieval en su (temprana) forma moderna. Mediante la creación de un gran déficit de mano de obra se aceleró la modernización económica, tecnológica, social y administrativa, lo que, especialmente en los centros capitalistas del norte de Italia y parcialmente en Flandes, encontró su expresión en una cultura más secular y urbana asociada con el Renacimiento. También aceleró la descomposición de las estructuras económicas y mentalidades feudales y el surgimiento de una prevaleciente economía dinámica capitalista de mercado y las concomitantes innovadoras y dinámicas actitudes y mentalidades. Así, la aparente paradoja de que a finales de la Edad Media la cultura y la mentalidad comprendieron tanto la obsesión con la muerte y la salvación, la fascinación con las oportunidades económicas y sociales, y la secularización de la economía y el arte”.

Conclusión

En este blog, dedicado al cambio, sus causas y sus consecuencias, es apropiado considerar un evento tal como la peste o Muerte Negra, que indudablemente causó unos cambios profundos en la sociedad del siglo catorce. Muchos perecieron durante esta epidemia, pero para los que la sobrevivieron, especialmente las clases bajas, las condiciones de vida mejoraron considerablemente. Nuevas tecnologías y la necesidad de una mejor eficiencia dieron origen a un nuevo sistema económico y a estados organizados de manera más efectiva. El sistema feudal medieval, herido mortalmente, dio paso a un sistema de índole más bien capitalista, característico de la época moderna.

La Muerte Negra, evento traumático como pocos, causó mucho caos y dolor. Pero, tal como la mítica ave fénix, la humanidad salió rejuvenecida de sus cenizas. El hito histórico, con todas sus connotaciones negativas bien merecidas, también tuvo una importante consecuencia que podríamos considerar positiva, ya que ayudó a despejar el camino de la humanidad desde la Edad Media a la era moderna.

 

Esta entrega, publicada 16 abril 2018, es una versión revisada de una entrega que publiqué en mi blog, ahora cerrado, “Los tiempos del cambio”. El 24 diciembre 2018 añadí dos referencias en la nota 7 y modifiqué ligeramente el texto correspondiente.

Nota: la foto en el encabezado de esta entrega muestra un detalle de “El triunfo de la muerte”, una alegoría sobre la muerte inspirada en una epidemia de la peste, del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569). Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Thetriumphofdeath.jpg.

 

[i]     Di Coppo Stefani. Cronaca Fiorentina, rúbrica 634. Ver: http://archive.org/stream/rerumitalicarums301murauoft#page/n7/mode/2up (pág. 230-231).

[ii]    Benedictow, O.J., 2004. The Black Death 1346-1353: The complete history. Boydell Press, Woodbridge, UK. Traducción al castellano: La Peste Negra (1346-1353). La historia completa. Akal, Madrid, 2011.

[iii]   Virgili, A., 2012. La Peste Negra. Historia National Geographic, 103, 68-79. www.nationalgeographic.es/historia.

[iv]   Benavides-Montaño, J.A. y Vadyvaloo, V., 2017. Yersinia pestis resists predation by Acanthamoeba castellanii and exhibits prolonged intracellular survival. Applied and Environmental Microbiology, 83, e00593-17. http://aem.asm.org/content/83/13/e00593-17.abstract.  Markman, D.W., Antolin, M.F., Bowen, R.A., Wheat, W.H., Woods, M., Gonzalez-Juarrero, M. y Jackson, M., 2018. Yersinia pestis survival and replication in potential ameba reservoir. Emerging Infectious Diseases, 24 (2), 294-302. https://wwwnc.cdc.gov/eid/article/24/2/17-1065_article.

[v]    Dean, K.R., Krauer, F., Walløe, L., Lingjærde, O.C., Bramanti, B., Stenseth, N.C. y Schmid, B.V., 2018. Human ectoparasites and the spread of plague in Europe during the Second Pandemic. Proceedings of the National Academy of Sciences, 201715640. www.pnas.org/content/early/2018/01/09/1715640115.

[vi]   Laayouni, H. y otros, 2014. Convergent evolution in European and Rroma populations reveals pressure exerted by plague on Toll-like receptors. Proceedings of the National Academy of Sciences, 111 (7), 2668-2673. www.pnas.org/content/111/7/2668.

[vii] Rasmussen, S. y otros, 2015. Early divergent strains of Yersinia pestis in Eurasia 5,000 years ago. Cell, 163, 571-582. www.cell.com/cell/pdfExtended/S0092-8674(15)01322-7. Spyrou, M.A. y otros, 2018. Analysis of 3800-year-old Yersinia pestis genomes suggests Bronze Age origin for bubonic plague. Nature Communications, 9, 2234. www.nature.com/articles/s41467-018-04550-9.pdf.  Rascovan, N., Sjögren, K.-G., Kristiansen, K., Nielsen, R., Willerslev, E., Desnues, C. y Rasmussen, S., 2019. Emergence and spread of basal lineages of Yersinia pestis during the Neolithic decline. Cell, 176, 1-11. www.cell.com/action/showPdf?pii=S0092-8674%2818%2931464-8.

[viii]           Zimbler, D.L., Schroeder, J.A., Eddy, J.L. y Lathem, W.W., 2015. Early emergence of Yersinia pestis as a severe respiratory pathogen. Nature Communications, 7487. www.nature.com/articles/ncomms8487.

[ix]   Andrades Valbuena, A. y otros, 2017. The Stone Age plague and its persistence in Eurasia. Current Biology, 27 (23), 3683-3691.e8. www.cell.com/current-biology/fulltext/S0960-9822(17)31328-3.

[x]    Feldman, M. y otros, 2016. A high-coverage Yersinia pestis genome from a sixth-century Justinianic Plague victim. Molecular Biology and Evolution, 33 (11), 2911-2923. https://academic.oup.com/mbe/article/33/11/2911/2272180.

[xi]   Núnez Roldán, F., 2018. La Peste en España. Historia National Geographic, 172, 104-119. www.nationalgeographic.es/historia.

[xii] Gies, F. y Gies, J., 1994. Cathedral, forge, and waterwheel. Technology and invention in the Middle Ages. HarperCollins. Pág. 173 (los números de página mencionados en este post se refieren a la edición de HarperPerennial, de 1995).

[xiii]           Gies y Gies 1994. Pág. 270. Ver nota 12.

[xiv]           Benedictow, 2004. Pág. 393-394. Ver nota 2.

 

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