Es bien conocida la queja de que mucha gente, especialmente los jóvenes, ya no saben hablar bien su idioma y utilizan palabras extrañas, o construcciones gramaticales incorrectas. Muchos, especialmente los mayores, desearían mantener su idioma tal cual, con reglas claras e inalterables. Sin embargo, los idiomas no son así: son como organismos vivientes, que cambian y se adaptan a los tiempos y el entorno. En el post anterior vimos cómo se dan estos cambios. Pero, ¿por qué cambian los idiomas? ¿Cuáles son las fuerzas que hacen que un idioma cambie? ¿Qué pone en marcha este aspecto de la evolución cultural?
Sociedad abierta, idioma en evolución. Sociedad aislada, idioma inalterable
En estos posts no se pretende repetir los, generalmente excelentes, libros de texto que se han escrito sobre el tema del cambio del lenguaje[i]. Estamos considerando más bien algunos aspectos resaltantes de este tópico tan amplio: en primer lugar, la diferenciación de los idiomas en “exotéricos” y “esotéricos”. Estos términos han sido propuestos por el lingüista William Thurston en los años ’80, y resultaron ser útiles para entender la evolución del idioma[ii]. No tienen nada que ver con el concepto místico de esoterismo, sino con dirección: sus raíces provienen del griego antiguo, donde eiso (είσω) quiere decir “hacia adentro” y exo (έξω) “hacia afuera”.
Esta categorización de los idiomas se deriva de la observación que los idiomas de sociedades aisladas tienden a cambiar poco a lo largo de las generaciones (o sea, son esotéricos, “miran hacia adentro”), mientras que las sociedades muy expuestas a contactos con gentes de otras hablas tienden a tener idiomas exotéricos (o sea, que “miran hacia afuera).
Existen en el mundo, y existieron en el pasado, sociedades en expansión cuyos idiomas empezaron a ser hablados por mucha gente con otra lengua materna. En este sentido, se puede pensar en la cultura anglosajona y el inglés, pero también en el latín, el árabe, el chino, el swahili (en África oriental) y, ¿por qué no?, el mismo castellano. Las sociedades de las cuales son originarios estos idiomas empezaron, cada una en su momento, a extenderse por grandes áreas, incorporando a poblaciones con otros idiomas y obligando a sus integrantes a aprender todos el mismo idioma. Extendiéndose por el mundo, estos idiomas se expusieron a cambios, y no sólo lexicales sino también gramaticales. Estos son los idiomas exotéricos de Thurston.
El castellano, por ejemplo, incorporó durante la Reconquista muchas palabras de origen árabe a la medida que se incorporaran las tierras andaluzas a los reinos españoles (ver el post anterior). Asimismo, con el establecimiento de las colonias americanas, empezaron a entrar en los vocabularios palabras y expresiones originarias del Nuevo Mundo.
Por otro lado, existen muchas sociedades que tienden a mantenerse separadas de las otras. Especialmente aquellas sociedades que se encuentran en un entorno hostil, por ejemplo tribus rodeadas de otras tribus en una selva con recursos naturales limitados, el acceso a los cuales hay que defender constantemente; naciones que tienen vecinos agresivos; o países cuyos líderes desean exaltar el nacionalismo – para estas sociedades es importante resaltar su propia identidad, marcando una distinción con las sociedades a su alrededor. El idioma es una herramienta poderosa para confirmar la identidad propia y mantener diferencias con los demás. Esto propicia la existencia de los idiomas esotéricos, que cambian poco.
Lo importante aquí es la actitud de los individuos en una sociedad. En una sociedad que no se siente amenazada por una cultura ajena, los individuos tenderán a dejar entrar en su idioma nuevas palabras de origen extranjero. Pero en una sociedad que sí se siente amenazada, por ejemplo por haber perdido su independencia política, o por la entrada de grandes cantidades de individuos de otras culturas, los individuos no permitirán tan fácilmente que entren palabras extranjeras, y tenderán a buscar palabras propias para los nuevos conceptos. En Nueva Zelanda, por ejemplo, los habitantes originales, los Māori, están luchando para conservar su cultura en general y su idioma en particular (ver la imagen en el encabezado de este post). Por lo tanto están creando palabras propias para conceptos nuevos, aunque (o justamente porque) todos los Māori hablen inglés. La nueva palabra Māori para el teclado de un ordenador, por ejemplo, es papa pātuhi, que viene de las palabras Māori para “tabla”, “tocar” y “escribir”[iii].
Una importante función de cada idioma es la de unir a los que lo hablan: ayuda a proporcionarles un sentido de pertenencia al grupo, a identificarse como miembros de la sociedad cuyo idioma hablan, y, en general, a fortalecer su identidad. Esto explica, por lo menos en parte, la gran proliferación de idiomas y, dentro del área de cada idioma, los dialectos.
En Nueva Guinea (la isla grande al norte de Australia), por ejemplo, se hablan unos mil idiomas distintos, algunos hablados sólo por pocos centenares de personas, los cuales se pueden agrupar en doce familias que pudieran tener todas el mismo origen[iv]. Esta profusión de idiomas se debe en gran medida al aislamiento de las tribus que viven en la isla. Sin embargo, este aislamiento no fue solamente el resultado de la dificultad de acceder al interior de la isla: también se debe a razones culturales. Anteriormente en esta isla, cuando dos personas que no se conocían se encontraban, averiguaban si tenían algún antepasado en común, y de no encontrar ninguno, tenían el deber de intentar matar al otro[v]. En general, las tribus de Nueva Guinea se hallaban casi permanentemente en un estado de guerra con tribus cercanas, debido en parte a limitaciones en la cantidad de alimentos disponibles, y – relacionado a esto – a una predisposición cultural a la violencia[vi]. En tales condiciones, ¡es lógico que haya tantos idiomas distintos en aquella isla!
Esta situación, sin embargo, está cambiando: las comunicaciones han mejorado y bajo la influencia de misioneros, del gobierno y, en general, de la cultura occidental, las tribus prácticamente han dejado de hacerse la guerra y matar a miembros de otras tribus. En Papúa Nueva Guinea (el estado que ocupa la parte oriental de la isla), esta nueva integración de las tribus en una nación conllevó a la emergencia de un nuevo idioma, el Tok Pisin, un idioma tipo pidgin, o sea una lengua mixta, basada en una gramática simplificada del inglés con vocabulario adaptado de varios idiomas indígenas y del mismo inglés. Inicialmente, el Tok Pisin no era el idioma materno de nadie (esto es la característica de los idiomas pidgin), pero ahora se convirtió en un idioma propiamente dicho, y la lengua oficial de Papúa Nueva Guinea[vii].
Esto nos sirve como ejemplo de cómo pueden cambiar los idiomas, e inclusive crearse lenguas nuevas, a la medida que cambien las condiciones de comunicación entre tribus o naciones. Los idiomas esotéricos originales de la isla abrieron paso a un nuevo idioma, exotérico, para que todos pudieran entenderse.
Los idiomas esotéricos tienden a cambiar muy poco: palabras y reglas gramaticales se mantienen tal cual. Generalmente, esta situación conservadora se da en el caso de sociedades que desean mantener su identidad, pero también existen ejemplos de “nacionalismo lingüístico”: países que intentan mantener sus idiomas libres de “impurezas” extranjeras, elaborando palabras propias para inventos nuevos que traen nombres extranjeros. Esto ocurre más a menudo de lo que uno pensaría: no son sólo los Māori, tal como vimos arriba, que se dedican a esto. La palabra “televisión”, por ejemplo, que aunque haya sido formada a partir una palabra griega y otra latina, nos llegó a través del inglés, ha sido traducida al alemán como “Fernsehen”, y al islandés como “sjónvarp”. Estas son traducciones más o menos literales: Fernsehen quiere decir “ver lejos”, y sjónvarp “proyección de vista”. Otro ejemplo es el invento anglosajón que fue bautizado “computer”, término que viene del “computare” latín. Aún teniendo esta raíz latina, la palabra fue rechazada por las academias de lengua de algunos países, empezando por la francesa, que creó el término “ordinateur” – término que obviamente no trata con justicia a este equipo que lo que hace son cálculos. Pero es así que funcionan las cosas en algunos países, en un intento por frenar las influencias extranjeras.
Ningún idioma es completamente exotérico o esotérico: hay una gradación. Los idiomas tipo “pidgin”, tales como el Tok Pisin mencionado arriba, son idiomas exotéricos por excelencia, mientras que el inglés lo es un poco menos. Idiomas tales como el alemán, con su complejidad gramatical, tiende hacia lo esotérico, pero el islandés y lituano se consideran más esotéricos. Ejemplos de idiomas fuertemente esotéricos son el tátaro (un idioma túrquico hablado en ciertas partes de la Asia central), el algonquin (hablado en Canadá) y el övdalsk (hablado en Suecia), los cuales son todos idiomas que están, o estuvieron, en peligro de extinción[viii].
Las estructuras de los idiomas esotéricos y exotéricos
Estructuralmente, los idiomas esotéricos tienden a ser más complicados que los idiomas exotéricos. Mientras que los idiomas exotéricos, tales como el inglés o el chino, suelen ser estructuralmente relativamente simples, los esotéricos tienden a ser más complejos[ix]. Los idiomas exotéricos son generalmente del tipo aislante, y los esotéricos del tipo aglutinante, como el japonés o finés, o flexivo, tal como el latín clásico (ver el post anterior para la explicación de estos términos). En los idiomas esotéricos se añaden comúnmente terminaciones a las palabras: a los verbos (para indicar la persona, el tiempo etcétera), a los sustantivos (para indicar el singular/plural y/o el caso), y a otras palabras; en los idiomas exotéricos tales terminaciones se utilizan mucho menos. Los idiomas exotéricos tienden a utilizar menos formas distintas del artículo que los esotéricos. Los idiomas exotéricos tienden a tener pocas diferencias sociolingüísticas, o sea que distintos grupos sociales utilizan las mismas palabras y expresiones, mientras que los idiomas esotéricos tienden a tener expresiones y maneras de hablar distintas para ocasiones y ámbitos sociales distintos. Y así hay unas cuantas diferencias más[x].
Estas diferencias hacen que los idiomas exotéricos tienden a ser transparentes y analíticos, o sea que son bastante regulares y que se rigen por reglas simples y claras. De esta manera, es relativamente fácil para adultos aprender estos idiomas[xi]. Cabe preguntarse, sin embargo, ¿qué estuvo primero: el idioma estructuralmente sencillo, o el adulto que lo está aprendiendo? O sea: ¿a qué se debe la simplificación de un idioma exotérico relativo a otros idiomas? En el caso del latín, fueron los mismos adultos de fuera de Roma que tuvieron que aprender el idioma de los conquistadores, los que contribuyeron de forma significativa a su simplificación: del latín clásico al latín vulgar, y del latín vulgar a los actuales idiomas románicos. Algo parecido sucedió en Papúa Nueva Guinea, cuando nació ese nuevo idioma, el Tok Pisin descrito arriba, y en Sudáfrica, donde el afrikáans es una forma simplificada del holandés.
Para otros idiomas exotéricos es más difícil de explicar su baja complejidad. El inglés, por ejemplo, es menos complejo que sus idiomas precursores, de origen germánico, y posiblemente se puede atribuir su simplificación a las mezclas que hubo en la Gran Bretaña con pueblos de origen celta, escandinava y francesa. Pero la relativa sencillez gramatical de idiomas como por ejemplo el inglés y el noruego no se puede explicar completamente mediante el modelo exoterismo-esoterismo de Thurston.
Una explicación parcial de la relativa simplicidad del inglés estriba en que es un idioma hablado por mucha gente, lo que pudiera resultar en una variabilidad de maneras de hablar. Esto haría más difícil aprender el idioma “puro”, lo que causaría que los individuos que aprenden el idioma tendrían a hablarlo de una manera simplificada. Sin embargo, esta hipótesis no está soportada por evidencias válidas[xii].
La pregunta opuesta se puede hacer para los idiomas esotéricos: ¿a qué se debe su complejidad? Ante todo, cabe destacar que un individuo cuyo idioma materno es uno de los idiomas esotéricos que a nosotros nos puedan parecer muy complicados e imposible de aprender, no tiene ninguna dificultad en el uso apropiado de su idioma, habiéndolo aprendido a la perfección durante su infancia. O sea, lo de la complejidad es algo relativo. Pero aún así, sí es posible caracterizar los elementos que hacen complejos a los idiomas esotéricos: básicamente, estos idiomas son más irregulares, menos transparentes (o sea, las palabras contienen mucha información gramatical en forma condensada), y con expresiones idiomáticas poco claras para los que no conozcan bien el idioma[xiii].
La complejidad de un idioma esotérico tiene ciertas ventajas, que nos ayudan a entender por qué esta se puede mantener en el tiempo e inclusive aumentar. En primer lugar, existen pueblos que complicaron su idioma a propósito, para no ser entendidos por extranjeros. En la isla de Nueva Bretaña (ubicada cerca de Nueva Guinea), por ejemplo, existen tribus cuyos individuos, para que los forasteros no les entiendan, hablan rápido, cambiando a menudo de idioma, y utilizando términos y expresiones entendibles sólo por miembros de la propia tribu. En Japón pasó algo parecido durante la Segunda Guerra Mundial: se consideró al japonés como una suerte de código secreto, no entendible por los no japoneses[xiv].
En segundo lugar, idiomas complejos tienen la ventaja que permiten transmitir mensajes de manera más precisa y utilizando menos palabras. En latín, por ejemplo, la frase “Marcum Lucia amat” dice, en pocas palabras y de manera inequívoca, que Lucia quiere a Marcos, y no al revés.
Y, en tercer lugar, parece que los idiomas complejos, por ser más compactos y precisos, son más fáciles de aprender para niños (aunque no así para adultos)[xv].
Idioma y entorno
Resumiendo lo anterior expuesto, podemos señalar que la situación en la cual se encuentra una sociedad con respecto a su entorno puede influir en cómo se desarrolla su idioma. El entorno puede ser físico (por ejemplo, se ha planteado que en ambientes donde ciertos sonidos se propagan mal – tal como en la selva – los idiomas se han adaptado evitando esos sonidos[xvi]), pero más comúnmente se refiere al entorno sociocultural.
Obviamente existen muchas otras causas de los cambios en un idioma: se pueden necesitar, por ejemplo en tiempos de cambios tecnológicos o sociales, palabras nuevas para identificar a conceptos nuevos que anteriormente no se conocían y por ende no tenían nombre; o se ponen de moda palabras nuevas para conceptos ya conocidos, por ejemplo cuando individuos quieren mostrar que son diferentes a otros (por ejemplo para resaltar una diferencia social)[xvii].
En términos generales, se puede afirmar que la evolución de los idiomas, así como la evolución cultural en su conjunto, se parece a la evolución biológica de la cual ya hablamos unas cuantas veces en este blog: el entorno proporciona los estímulos a los cuales el organismo (en este caso una sociedad y su idioma) responde mediante cambios. La evolución de cualquier organismo depende en gran medida de su entorno: nadie o nada, aun los que intentan aislarse del mundo, pueden separarse de las influencias de su entorno.
Tasas de cambio
Puesto que el desarrollo de un idioma depende del entorno en el que la sociedad se desenvuelve, el cambio del idioma está relacionado a los cambios en este entorno. En tiempos de estabilidad los idiomas no suelen cambiar tanto; pero en tiempos revueltos, tales como la Segunda Guerra Mundial, entran (y desaparecen) muchas palabras en el léxico. Las palabras que menos cambios sufren, y menos riesgo corren de desaparecer, son los del “núcleo duro” de los idiomas: las palabras que más se utilizan. Pero fuera de este núcleo, las palabras pueden tener vidas más cortas[xviii].
La época actual parece ser un intervalo tranquilo, entonces: se determinó, a partir de un análisis de textos desde el año 1800, digitalizados por Google Books, que los últimos veinte años son los que menos palabras nuevas aparecieron (pero más palabras que nunca están cayendo en desuso). También se determinó que, en promedio, las palabras nuevas tardan una generación (unos cuarenta años) en volverse aceptadas en el léxico. Si no lo logran dentro de este tiempo, desaparecen[xix].
Idioma e identidad
El idioma es uno de los elementos que más caracterizan a una sociedad, y uno de los que mejor reflejan su origen. Poblaciones que hablan idiomas afines, suelen estar relacionadas también de punto de vista genético; mientras que poblaciones cuyos idiomas son completamente distintos, genéticamente lo son probablemente también[xx]. Así como poblaciones tienden a conservar su identidad genética, también mantienen sus idiomas, que forman parte de su identidad cultural. Esto puede ayudar a entender por qué muchos idiomas cambian poco, manteniendo su complejidad[xxi].
El idioma también ayuda a resaltar la identidad propia de grupos dentro de una sociedad: por ejemplo los jóvenes, los que se consideran la clase alta, la mala vida, o el género. De hecho, en ciertos idiomas, tales como el japonés, las mujeres utilizan palabras y expresiones distintas a los varones, y el idioma formal, de alto nivel, es distinto al de bajo nivel y al informal. La razón por la cual los jóvenes tienden a crear su propio lenguaje es básicamente la misma que tienen los mayores para querer mantener su idioma tal cual: el sentimiento de identidad.
El individuo generalmente se autodefine – o sea, determina su lugar – en términos de su relación con (su pertenencia a) un cierto grupo, un cierto país, una cierta cultura o religión, etcétera. Por lo tanto, tiende a diferenciarse de los que no pertenecen a ese grupo, a ese país, a esa cultura o religión. En unos casos, esta diferenciación resulta en sentimientos negativos, tales como el miedo, el odio etcétera hacia los “otros”.
Los dialectos cumplen una función importante en este sentido: ayudan a identificar el origen de las personas que los hablan. A primera vista puede parecer extraño que, dentro de una misma región o comunidad lingüística, pueda haber surgido una multitud de dialectos, que a veces son casi incomprensibles entre sí, mientras que la finalidad del lenguaje es justamente la de facilitar la comunicación entre personas. ¿A qué sirve entonces que gente de regiones aledañas no logran entenderse? Una respuesta bastante verosímil es que los dialectos sirven como una insignia para identificar el grupo de pertenencia de una persona, y como una herramienta para unir a las personas de una misma región[xxii].
Así que el idioma refleja la posición y el origen de quien lo habla. No es de extrañar, entonces, que la introducción de nuevas palabras y expresiones en un idioma, especialmente si provienen de otro idioma, suele causar cierta resistencia. Pero por otro lado, es lógico que aquellos que quieren distinguirse (tales como los jóvenes) crean su propio lenguaje.
Sin embargo, también se pudiera explicar la proliferación de idiomas de otras maneras: aparte de factores sociales, también pueden jugar un papel ciertos factores ambientales. Por ejemplo, la tasa anual de la precipitación en una región parece estar correlacionada con la cantidad de idiomas hablados en aquella región[xxiii]. Pero esto no implica que la lluvia está implicada en la creación de idiomas nuevos. Más bien, las regiones con lluvias abundantes tienen una mayor capacidad que las regiones áridas de acomodar poblaciones grandes, y si hay muchas poblaciones en una misma área es de suponer que haya más idiomas, por las causas arriba expuestas relativas a la identidad de las poblaciones.
Edad y cambio
El idioma lo hablamos todos. Pero, ¿quiénes son los responsables de los cambios que experimenta? Por un lado, ya vimos que en el caso de los idiomas pidgin, y en menor medida los idiomas exotéricos en general, son principalmente los adultos, cuya lengua materna es otra, los que tienen que aprenderlos; esto da origen a cambios tanto lexicales como gramaticales en el idioma.
Pero por otro lado, los adultos de cierta edad, digamos los adultos maduros, no suelen propiciar cambios en su idioma materno. Más bien suelen quejarse de “los jóvenes de hoy día”, considerando que en general se comportan de maneras inapropiadas y que hablan (y escriben) mal su idioma. Los mayores a menudo cuestionan (o simplemente ni entienden) ciertas expresiones y palabras utilizadas por los jóvenes – especialmente palabras de origen extranjero –, y se preocupan por el uso de ciertas construcciones gramaticales que les parecen poco correctas[xxiv]. Esto es una característica del tradicionalismo, o sea, de una actitud conservadora. En efecto, el tradicionalismo aumenta con la edad.
Si queremos ser un poco más específicos, podemos utilizar algún inventario de los principales rasgos de la personalidad, tales como la taxonomía de los “Big-Five”[xxv], e investigar cuáles son los rasgos relacionados al cambio que más varían con la edad.
Se determinó que de las cinco dimensiones que conjuntamente se utilizan para describir la personalidad de cada individuo (estabilidad emocional, extraversión, apertura, amabilidad y responsabilidad – OCEAN, por sus iniciales en inglés[xxvi]), la apertura es el factor que más disminuye con la edad, y la responsabilidad el que más aumenta[xxvii]. La apertura de una persona tiene que ver con la fantasía, la estética, los sentimientos, las acciones, y las ideas; en esto entra la creatividad, y no sólo la aceptación de cosas nuevas, sino también la creación de estas. La responsabilidad, por otro lado, se refiere a competencia, orden, sentido del deber, esfuerzo por alcanzar el logro, autodisciplina y deliberación; aquí cabe una actitud conservadora.
Así que, en términos generales, se fortalecen a lo largo de la vida del individuo aquellos rasgos personales que hacen énfasis en el orden y la disciplina – eso de “¡así son las reglas, y que nadie las toque!”. De allí el tradicionalismo al cual ya hicimos referencia.
Los jóvenes adultos, desde luego, no lo piensan de la misma manera: en ellos tiende a predominar la apertura hacia las experiencias y las cosas nuevas. Son ellos los que introducen y adoptan en su idioma nuevas expresiones y palabras, y que hasta cambian reglas gramaticales. Es a ellos que debemos muchos de los cambios que experimentan los idiomas (ver imagen).
Un ejemplo actual de lenguaje de los jóvenes que está entrando en el castellano, es el fenómeno de la simplificación de las palabras que en España se volvió común[xxviii]. Especialmente los jóvenes están truncando palabras, tal vez por comodidad, normalmente quitándoles el final (lo que se llama apócope): así nacieron palabras como cole (por colegio), profe, chuche, cumple, boli, peli, finde (por fin de semana), etcétera. Varias de estas palabras se han vuelto comunes también en el lenguaje adulto[xxix]. Es de esta manera que pueden entrar palabras nuevas en el léxico de un idioma.
Enfoque darwinista y experimental
Un enfoque muy distinto para entender el cambio del idioma, es el darwiniano. Proviene de la evolución biológica por selección natural, en la que los individuos compiten entre sí y el mejor adaptado gana, lo que resulta en una mejor probabilidad de procrearse[xxx]. En el caso de los lenguajes, se pudiera explicar ciertos cambios considerando que distintas variantes en el idioma compiten entre sí, y que la mejor adaptada es la que gana, en el sentido que los que hablan el idioma adoptan aquella variante ganadora y la transmiten a sus descendientes. Un ejemplo es la aparición del artículo en la Edad Media, a partir del idioma ancestral (por ejemplo, el latín) que no conocía el latín: dos variantes lingüísticas estaban compitiendo entre sí, una sin el artículo, otra con el artículo (el artículo “un”, por ejemplo, fue derivado del numeral “uno”). Al final ganó la variante con el artículo, al parecer por la mayor claridad proporcionada por el uso de los artículos; esto fue comprobado experimentalmente[xxxi]. Otro ejemplo es que las palabras que suenan bien tienen una mejor probabilidad de fijarse en un idioma que aquellas que no suenan tan bien[xxxii].
La posibilidad de formular problemas de la evolución lingüística en términos darwinianos permite examinarlos mediante experimentos, utilizando modelos y “juegos” [xxxiii]. Por ejemplo, se solicita a un grupo de voluntarios aprender un idioma inventado y en un experimento se estudia cómo cambia este idioma, o algún elemento del mismo, en el tiempo[xxxiv]. Este enfoque ha permitido determinar cuáles son las tendencias generales del cambio en los idiomas[xxxv].
Sin embargo, muchos cambios no son el resultado de mecanismos darwinianos: son más bien el resultado de influencias aleatorias. En el inglés, por ejemplo, existe la tendencia de que los verbos irregulares se vuelven más regulares en el pasado. Pero ciertos verbos se pusieron más bien irregulares. El pasado del verbo to dive (tirarse al agua), por ejemplo, era antes dived, pero ahora es la forma irregular dove, que posiblemente mantuvo su dominancia por la analogía con drove, el pasado del verbo to drive (conducir) [xxxvi].
Conclusión
El cambio del idioma es una instancia de la evolución cultural, así como lo son, por ejemplo, la tecnología y el arte. En comparación con estas otras instancias, el cambio del lenguaje es lento, y llama la atención que tiende hacia una simplificación – lo que en el arte y la tecnología, que cambian más rápidamente, normalmente no es el caso[xxxvii].
En términos generales se puede afirmar que la evolución de los idiomas, así como la evolución cultural en su conjunto, se parece a la evolución biológica: el entorno proporciona los estímulos a los cuales el organismo (en este caso una sociedad y su idioma) responde mediante cambios.
La apertura de una sociedad resulta en cambios en el idioma, al abrirse a personas de otras sociedades y por ende, otros idiomas.
El idioma sirve para identificar a la gente, y para que el individuo fortalezca su identidad. Esto crea por un lado una multitud de maneras de hablar y hace que cambien los idiomas, pero por otro lado permite que los idiomas y dialectos permanezcan en el tiempo. Cambio y permanencia: son dos caras de la misma moneda.
Este post se basa en dos posts que publiqué en mi blog, ahora cerrado, “Los tiempos del cambio”.
Nota: la foto en el encabezado del post muestra guerreros Māori. Fuente: https://maoridictionary.co.nz.
[i] Ver por ejemplo: Chambers, J.K., Trudgill, P. y Schilling-Estes, N. (editores), 2004. The handbook of language variation and change. Wiley-Blackwell. Labov, W., 1994. Principles of linguistic change. Wiley-Blackwell.
[ii] Thurston, W.R., 1987. Processes of change in the languages of North-Western New Britain. Pacific Linguistics, B-99. The Australian National University, Canberra.
Yo no logré obtener esta publicación, y utilicé para la teoría de Thurston, aparte de Crowley (ver nota 3; pág. 275-279), la siguiente fuente: Grace, G.W., 1997. On the changing context of Austronesian historical linguistics. En: C. Odé y W. Stokhof (editores), Proceedings of the Seventh International Conference on Austronesian Linguistics (Leiden, 22-27 August 1994); pág. 15-32. Editions Rodopi, Amsterdam-Atlanta.
[iii] Crowley, T., 1992/1997. An introduction to historical linguistics. Oxford University Press. Pág. 31-32.
[iv] Lyovin, A.V., 1997. An introduction to the languages of the world. Oxford University Press. Pág. 250-256.
[v] Diamond, J., 1997/1999. Guns, germs, and steel. The fates of human societies. Norton, New York. Pág. 271-272.
[vi] Fernández-Armesto, F., 2001. Civilizations. Culture, ambition, and the transformation of nature. The Free Press (Division of Simon & Schuster), New York. Pág. 248-250.
[vii] Janson, T., 2002. Speak. A short history of language. Oxford University Press. Pág. 240-242. Ver también: Crowley, T., 1992/1997. An introduction to historical linguistics. Oxford University Press.
[viii] Lupyan, G. y Dale, R., 2010. Language structure is partly determined by social structure. PLoS ONE, 5 (1), e8559. www.plosone.org
[ix] La complejidad de un idioma es obviamente algo que es difícil de medir objetivamente, aunque se pueden definir características que permiten diferenciar entre idiomas sencillos y complejos estructuralmente; algunas de tales características se mencionan a continuación. Niños pueden aprender con la misma facilidad un idioma sencillo como un idioma complejo, con tal que sea su idioma materno; adultos, por otro lado, no tienen la misma capacidad de aprendizaje de los idiomas, y el término “idioma sencillo” se refiere a aquellos idiomas que para los adultos son los más fáciles de aprender.
[x] Lupyan y Dale 2010. Ver nota 8.
[xi] Cabe resaltar que esta regla tiene sus excepciones: el árabe y el quechua, por ejemplo, son idiomas exotéricos bastante complejos. Ver: Campbell, L., 2004. Historical linguistics: The state of the art. En: P.G.J. van Sterkenburg (ed.), Linguistics today: Facing a greater challenge; pág. 109-140. John Benjamins, Amsterdam.
[xii] Atkinson, M., Kirby, S. y Smith, K., 2015. Speaker input variability does not explain why larger populations have simpler languages. PLoS One, 10 (6), e0129463. http://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0129463.
[xiii] Thurston 1987. Ver nota 2.
[xiv] Grace 1994. Ver nota 2.
[xv] Lupyan y Dale 2010. Ver nota 8.
[xvi] Maddieson, I. y Coupé, Christophe, C., 2015. Human spoken language diversity and the acoustic adaptation hypothesis. The Journal of the Acoustical Society of America, 138, 1838. http://asa.scitation.org/doi/abs/10.1121/1.4933848.
[xvii] Crowley 1992/1997. Ver nota 3. Pág. 29, 156-157,198-201.
[xviii] Bochkarev, V., Solovyev, V. y Wichmann, S., 2014. Universals versus historical contingencies in lexical evolution. Journal of the Royal Society Interface, 11, 20140841. http://rsif.royalsocietypublishing.org/content/11/101/20140841. Greenhill, S.J., Wu, C.-H., Hua, X., Dunn, M., Levinson, S.C. y Gray, R.D., 2017. Evolutionary dynamics of language systems. Proceedings of the National Academy of Sciences, 114 (42), E8822–E8829. www.pnas.org/content/114/42/E8822.full.pdf.
[xix] Petersen, A.M., Tenenbaum, J., Havlin, S. y Stanley, H.E., 2012. Statistical laws governing fluctuations in word use from word birth to word death. Scientific Reports, 2, 313. www.nature.com/articles/srep00313.
[xx] Longobardi, G., Ghirotto, S., Guardiano, C., Tassi, F., Benazzo, A., Ceolin, A. y Barbujani, G., 2015. Across language families: genome diversity mirrors linguistic variation within Europe. American Journal of Physical Anthropology, 157, 630-640. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/ajpa.22758/pdf.
[xxi] Klein, W. y Perdue, C., 1997. The basic variety (or: Couldn’t natural languages be much simpler?). Second Language Research, 13 (4), 301-347. http://journals.sagepub.com/doi/abs/10.1191/026765897666879396.
[xxii] Dunbar, R.I.M., 2003. The origin and subsequent evolution of language. En: M.H. Christiansen & S. Kirby (editores), Language evolution; pág. 219-234. Oxford University Press. Pág. 229-231.
[xxiii] Gavin, M.C. y otros, 2017. Process-based modelling shows how climate and demography shape language diversity. Global Ecology and Biogeography, 26, 584-591. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/geb.12563/epdf.
[xxiv] Crowley, T., 1992/1997. An introduction to historical linguistics. Oxford University Press. Pág. 26-29.
[xxv] John, O.P. y Srivastava, S., 1999. The Big-Five taxonomy: history, measurement, and theoretical perspectives. En: L. Pervin y O.P. John (editores), Handbook of personality: theory and research (2da edición); pág. 102-139. Guilford, New York.
[xxvi] Ver: https://psicologiaymente.net/personalidad/5-grandes-rasgos-de-personalidad.
[xxvii] McCrae, R.R., Costa, P.T., Pedroso de Lima, M., Simões, A., Ostendorf, F., Angleitner, A., Marušić, I., Bratko, D., Caprara, G.V., Barbaranelli, C. and Chae, J.-H., 1999. Age differences in personality across the adult life span: parallels in five cultures. Developmental Psychology, 35 (2), 466-477. Srivastava, S., John, O.P., Gosling, S.D. y Potter, J., 2003, Development of personality in early and middle adulthood: set like plaster or persistent change? Journal of personality and social psychology, 84 (5), 1041-1053.
[xxviii] Ver: https://blog.lengua-e.com/2008/acortamiento-de-palabras.
[xxix] Para un listado de acortamientos más completo, ver: www.wikilengua.org/index.php/Lista_de_acortamientos.
[xxx] Ritt, N., 1995. Darwinising historical linguistics: applications of a dangerous idea. Vienna English Working Papers, 5. 27-46. www.academia.edu/5463203/Darwinising_historical_linguistics. Ritt, N., 2004. Selfish sounds and linguistic evolution. A Darwinian approach to language change. Cambridge University Press. Ritt, N., 2016. Evolutionary thinking in historical linguistics: theory and practice. www.arts.u-szeged.hu/download.php?docID=53965.
[xxxi] Ritt, N., 2015. Language change as cultural evolution. Theory & practice. DSNA-20 & SHEL-9, Vancouver. www.academia.edu/15676254/Language_change_as_cultural_evolution_Theory_and_practice.
[xxxii] Martin, A., 2011. Grammars leak: modeling how phonotactic generalizations interact within the grammar. Language, 87 (4), 751-770. www.jstor.org/stable/41348859.
[xxxiii] Nowak, M.A., Plotkin, J.B. y Krakauer, D.C., 1999. The evolutionary language game. Journal of Theoretical Biology, 200, 147-162. http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0022519399909815.
[xxxiv] Mühlenbernd, R., 2016. Language change & cultural evolution – Game-theoretic approaches. www.sfs.uni-tuebingen.de/~gjaeger/lehre/ws1617/currentTrends/slidesMuehlenbernd.pdf.
[xxxv] Carr, J.W., Smith, K., Cornish, H. y Kirby, S., 2016. The cultural evolution of structured languages in an open-ended, continuous world. Cognitive Science, 2016, 1-32. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/cogs.12371/epdf. Kirby, S., 2017. Culture and biology in the origins of linguistic structure. Psychonomic Bulletin & Review, 24 (1), 118-137. https://link.springer.com/article/10.3758/s13423-016-1166-7.
[xxxvi] Newberry, M.G., Ahern, C.A., Clark, R. y Plotkin, J.B., 2017. Detecting evolutionary forces in language change. Nature, publicado en línea. www.nature.com/articles/nature24455.
[xxxvii] Tamariz, M., Kirby, S. y Carr, J., 2016. Cultural evolution across domains: language, technology and art. Proceedings of the 38th Annual Conference of the Cognitive Science Society, 2759-2764. https://mindmodeling.org/cogsci2016/papers/0475/paper0475.pdf.
Un análisis muy bien estructurado y soportado. Me pregunto si las redes sociales e Internet que estimulan cambios rápidos y a veces profundos en muchas areas han afectado igualmente el idioma?
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Hola Fernando, gracias por tu comentario. Seguro, las redes sociales y la informática están cambiando por completo nuestra manera de vivir, y esto sin duda se está viendo reflejado en el idioma. No sólo se están dando significados nuevos a palabras tradicionales, tales como «aplicación», pero también estamos viendo palabras nuevas, muchas de ellos provenientes del inglés – tipo «guasapear» (por «usar WhatsApp»). También es posible que entren en el idioma escrito las palabras simplificadas y abreviadas que son comunes en los mensajes de texto («tb», «pq», etc.), e inclusive las frases cortas, estilo telegrama, que caracterizan esos mensajes. Es de imaginarse que pudiera darse cierto empobrecimiento del idioma y que los mensajes trasmitidos por escrito se presten a malentendidos, pero por otro lado la comunicación será más rápida y directa…
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Hola Pieter, casualmente yo también estudié geología, pero ahora trabajo de psicoanalista, te paso este artículo muy interesante sobre el lenguaje, planteando un modelo teórico distinto que permite pensar cosas muy interesantes. Aunque las primeras páginas se usa terminología psicoanalítica lee a partir del final de la página 20 en adelante. Cualquier intercambio que te surja a ti u otros lectores será interesante para mi. Dejo un enlace a un pdf para leerlo o bajarlo:
Haz clic para acceder a El-Rey-est%C3%A1-desnudo-N%C2%BA-5.pdf
Saludos
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Hola Bernardo, gracias por tu comentario. El lenguaje tiene una multitud de facetas, entre las que se encuentra la dimensión psicológica. En mi post no hablé mucho este tema, en parte por no sentirme lo suficientemente competente para abordarlo. En términos generales, sin duda se puede aseverar que, al nivel del individuo, el lenguaje es un reflejo de la psique, e inclusive al revés: tal como plantea Lacan, el lenguaje influye al sujeto (el individuo), condicionando su manera de pensar y expresarse. Tal vez se puede aplicar esto también al nivel de una población. Por ejemplo, una sociedad patriarcal verá reflejada esta característica en su idioma mediante palabras y expresiones patriarcales, y a su vez éstas bien pueden influir sobre la manera de pensar y actuar de los individuos en la población. El tema es interesante, y así como Lacan (y Eidelsztein) lo consideran del punto de vista de la psicoanálisis, también se puede enfocar desde un punta de vista lingüístico.
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