Este blog, Rumbos del cambio, está dedicado al cambio. Es un concepto muy amplio: al utilizar la palabra “cambio”, puedo referirme a cualquier modificación que pueda estar afectando a una situación o condición. El término en sí es neutro: no tiene la connotación de una mejora o desmejora, aunque quien observa algún cambio, o es el afectado, obviamente puede darle al cambio el valor que desee.
Dos conceptos relacionados al cambio son los de la evolución y la revolución. Puesto que estaré utilizando estos términos frecuentemente, vale la pena definirlos para que esté claro cuál significando les estoy dando.
La evolución de “evolución”…
En el latín clásico, evolutio significaba ‘abrir, leer, o sea desenrollar un documento’ (los libros y documentos eran, en la época romana, rollos que había que desenrollar para poder leerlos). El verbo relacionado evolvere está compuesto de e(x)– ‘de(s)’ y volvere ‘girar, dar vueltas’. La palabra “evolución” pasó al lenguaje científico moderno en el siglo XIX para indicar los cambios experimentados por las formas de vida durante su desarrollo a lo largo de la historia de la tierra. De allí, el término empezó a ser utilizado en un sentido más amplio, tal como “la evolución del pensamiento del filósofo X”, o “la evolución de la sociedad moderna”.
En el mundo científico, la evolución se refiere a la transformación secuencial de las distintas formas de vida. Sin embargo, Charles Darwin, el fundador de la teoría de la evolución (a la cual dedicaré algunos de los próximos posts), nunca utilizó esa palabra, “evolución”. Que yo sepa, la única vez que hizo referencia a ese término fue en la última frase de su más conocido libro, El origen de las especies[1]. Darwin tuvo varias razones para evitar el uso del mismo, una de las más importantes siendo que esta palabra tiene la connotación de progreso, de una dirección hacia mayor calidad o complejidad; mientras que en la biología, evolución no necesariamente implica progreso, y muy pocas veces tiene una dirección específica (de nuevo, volveré a tocar este tema en el futuro). Por lo tanto, Darwin prefirió utilizar la frase descent with modification (“descendencia con modificación”[2]).
En las humanidades, también se habla de evolución. En la antropología, por ejemplo, se puede hablar de la evolución de culturas humanas. En tal sentido, si se amplía la definición de evolución un poco, redefiniendo el término como “transformación secuencial en un sistema de entidades que se reproducen”, este aplica también a las culturas[3].
Por cierto, el origen de la palabra “evolución” indica que la evolución fue considerada inicialmente como el proceso de descubrir algo que ya existe, pero que estaba encubierto – no como la formación de algo nuevo. Y de hecho, en el siglo XVII se utilizó el término en el marco de la teoría de los gérmenes (que fue llevada a su máximo desarrollo por los filósofos y naturalistas franceses Charles Bonnet y Jean-Baptiste Robinet), que planteó que las semillas de una especie nueva están ya encapsuladas dentro de las semillas (o el semen) de las especies anteriores[4].
… y la revolución de “revolución”
El complemento de la evolución es, en por lo menos ciertos sentidos, la revolución. Conocemos todos la Revolución Francesa y la de Octubre. Más recientemente hubo otras revoluciones, tales como la de los claveles (en Portugal), la de terciopelo (en la antigua Checoslovaquia), o la bolivariana (en Venezuela). También hubo revoluciones industriales, agrícolas, culturales, paleolíticas, etcétera. Pero ¿de dónde viene esta palabra?, y ¿qué significado tiene?
La palabra “revolución” tiene su origen en el verbo latín revolvere, ‘volver a girar’, cuyo participio pasivo es revolutum, palabra de la cual se derivió, en el latín tardío (de entre 150 y 500 d.C.), el sustantivo revolutio, cuyo genitivo revolutionis dio origen a la palabra francesa révolution, “revolución”. Esta palabra se conoció mucho antes de que la Revolución Francesa le diera una connotación sociopolítica. En la astronomía medieval se utilizó el término “revoluciones” en el sentido de las vueltas que da un cuerpo celestial. Fue al inicio del siglo XVII que, al lado de este significado, surgiera un nuevo significado, de algún cambio transcendental en general, tal como una “revolución espiritual”, una “revolución de los gustos”, o una “revolución científica”. A mediados de ese siglo se empezó a utilizar la palabra para denotar cambios políticos, inicialmente sin tener la connotación de violencia.
Es de interés notar que el prefijo re- en “revolución” se refiere a un regreso a una situación anterior, no a una transición a una situación novedosa. Eso se debe al hecho de que, antes del siglo XIX, el pensamiento occidental era predominantemente tradicionalista y cíclico. Como consecuencia de esto, solamente se consideraban legítimas aquellas reformas y innovaciones que podían ser representadas como un regreso a lo viejo. Revoluciones, en este sentido original, eran de verdad re-voluciones, un paso hacia atrás en que volvía a aparecer lo viejo[5]. Sin embargo, desde la Revolución Francesa, esa madre de todas las revoluciones, ya nadie considera que el fin de una revolución es volver hacia atrás (aunque recuérdense lo qué les mencioné en mi primer post acerca de los cambios gatopardianos, o sea cambios que solamente los aparentan ser).
El uso de (r)evolución
Yo estaré utilizando la palabra “evolución” en su sentido más amplio (a no ser que esté tratando explícitamente la evolución biológica), o sea dándole el significado de una concatenación de cambios, sin implicar una dirección o una mejora. Como palabra alternativa, estaré utilizando “desarrollo”, que por cierto está muy cerca al significado original de la palabra evolutio: el acto de desenrollar.
Asimismo, estaré empleando la palabra “revolución” en un sentido más amplio que el meramente político (aunque les hablaré de ese tipo de revoluciones también, en una futura oportunidad), refiriéndome en general a cambios transcendentales, catastróficos, fundamentales: rupturas con el pasado.
Nota: este post fue publicado originalmente, en versión ligeramente distinta, en mi – ahora cerrado – blog “Tiempos de Cambio”. La imagen que acompaña el post es del grabado “Plantando el árbol de la libertad”, por autor desconocido, publicado en 1790 en la Francia revolucionaria. Fuente: http://e-ducativa.catedu.es/44700165/aula/archivos/repositorio//1250/1278/html/2_la_revolucin_francesa.html.
[1] Darwin, Ch., 1859/1968. The origin of species by means of natural selection. Penguin Books, Londres. El final de la famosa última frase del libro reza así: “(…) from so simple a beginning endless forms most beautiful and most wonderful have been, and are being, evolved” (“de un inicio tan sencillo han estado, y aun están, evolviendo infinitas formas de las más hermosas y maravillosas”).
[2] Darwin expone el concepto de descendencia con modificación en el capítulo XIII de su Origin of species.
[3] Durham, W.H., 1991. Coevolution. Genes, culture and human diversity. Stanford University Press.
[4] Bowler, P.J., 1983. Evolution. The history of an idea. University of California Press.
[5] Von der Dunk, H.W., 1985. Inleiding. En: De paradoxen van de vernieuwing: Het nieuwe als macht, mythe en cliché; pág. 9-27. Markant, Nijmegen, Países Bajos.
Gracias, efectivamente concuerdo en que todo está en constante cambio, desde los átomos y moléculas hasta el mismo Universo, de hecho, nada se encuentra estático. Aquí cabria la pregunta filosófica (Aristotélica): ¿entonces “A” siempre será “A”?
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Según Heráclito (ver la entrada correspondiente) no: todo está sujeto a cambios. Pero recordémonos la frase de Shakespeare: «That which we call a rose by any other name would smell as sweet» (lo que llamamos una rosa tendría el mismo dulce olor independientemente de cómo la lamaríamos; Rómeo y Julieta). He aquí uno de los grandes temas de la filosofía griega, que Platón solucionó planteando que la esencia sigue siendola misma, aunque cambie el aspecto.
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