Teilhard de Chardin: síntesis de evolución y religión

Este año se conmemora el sexagésimo aniversario de la muerte del científico y jesuita francés, Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955)[i]. Profesionalmente, Teilhard era paleontólogo[ii]. Estuvo involucrado en el descubrimiento del hombre de Pekín (un antiguo miembro, ahora desaparecido, del género humano) en 1929, hecho que lo encaminó hacia el estudio de la evolución humana. Profundizó este enfoque diseñando una metafísica de la cual la evolución constituye el núcleo. Esta tentativa de reconciliar evolución y cristianismo no contó con el beneplácito de los superiores de Teilhard, quienes prohibieron la publicación de sus manuscritos. Sólo después de su muerte fueron divulgados, y los últimos papas alabaron sus trabajos[iii].

Una de las obras clave de Teilhard de Chardin es Le phénomène humain (El fenómeno humano[iv]). Sin embargo, algunas obras más breves me parecen ser más accesibles[v]. Una excelente síntesis de las ideas de Teilhard, traducida en castellano, ha sido redactada por Georges La Fay (1967[vi]).

El origen de la vida

Las ciencias, según Teilhard de Chardin, siempre han orientado su atención mayormente hacia dos extremos: lo grande (la ciencia de la astronomía) y lo pequeño (la química y la física). Sólo la biología se dedica a un tercer extremo, la complejidad, que tiene que ver con las cosas ubicadas en el medio, entre los primeros dos extremos.

La complejidad del universo, afirmó Teilhard, creció con el tiempo. Al inicio del sistema solar no hubo más que una nube de gas, compuesta por átomos y moléculas sencillas que volaban en todas las direcciones. Mientras se formaban el sol y los planetas, los átomos empezaron a unirse y constituir moléculas más y más complejas. Empezaron a existir, en ciertos planetas, rocas integradas de minerales, todas con su propia composición y estructura. Y también se formaron los primeros compuestos orgánicos, precursores de los elementos de la vida.

Mientras que aumentara de tal manera la complejidad del universo, llegó en cierto momento la vida. Vida es una propiedad de la materia suficientemente compleja: La vida no es otra cosa que un efecto específico de la materia complejificada: una propiedad de toda la Substancia cósmica[vii]. Entonces, la vida es todo menos que un golpe de suerte en el proceso de corpusculación. Al contrario, es una fuerza continua que sólo espera una buena oportunidad para manifestarse y que después da una dirección a la corpusculación.

El origen del hombre

Teilhard plantea que la evolución de la vida va acompañada de un aumento de la consciencia del universo. La complejidad es una cosa exterior. La consciencia (o vitalización), que va de la mano con la complejidad, es algo del interior. En la práctica se puede determinar el grado de vitalización determinando el estado de desarrollo del sistema nervioso (especialmente el cerebro).

La evolución de la vida terrestre no es un proceso homogéneo. Cada especie animal se desarrolla, a su propio modo, en la dirección de mayor complejidad y consciencia. En este proceso hay divergencia: géneros y familias se ramifican y aumenta la diversificación.

Desarrollándose, en un momento dado la vida llegó a un punto crítico, después del cual el grado de consciencia aumentó explosivamente. Ese punto fue aquel en el cual se logró la reflexión. La reflexión se refiere a la consciencia de sí mismo, es decir «saber que se sabe». Teilhard afirma que el hombre es el primer y hasta ahora único ser del cual estamos seguros que sea capaz de reflexionar.

La humanidad se distingue de otros organismos por su tendencia a sustituir diversificación por confluencia, o sea compresión. Si originalmente hubo todavía divergencia (la formación de razas, la lenta población de la tierra, el establecimiento de estados), ésta dio paso a una fase de confluencia. Esta fase se caracteriza por la socialización: la unificación de la humanidad.

Noosfera

La socialización va acompañada de una formación gradual de lo que Teilhard ha llamado la noosfera: un organismo inmaterial que abarca toda la tierra y une a todos los organismos, especialmente los que son capaces de reflexión. Teilhard describe la noosfera como un organismo panterrestre en el cual, por contracción y arreglo de las partículas pensantes, un resurgimiento de la Evolución aspira a llevar la Substancia del Universo hacia las condiciones superiores de una super-reflexión planetaria[viii].

La noosfera, siendo la totalidad de la vida terrenal, necesariamente evoluciona junto a ésta. En la medida en que los organismos y las sociedades se vuelven más complejos, la noosfera se torna más compleja también. Utilizando la terminología de Teilhard, se puede decir que la consciencia interna de la noosfera está aumentando.

Omega

Desde el momento en el cual se atravesó la barrera de la reflexión, lo inmaterial se está haciendo más y más importante. Cosas abstractas tales como las sociedades se vuelven más complicadas y poderosas. También el hombre mismo (el «ingrediente» más importante de la noosfera) está cambiando: gradualmente el materialismo cede el sitio a una actitud más espiritual. Debido a esta desmaterialización, se refuerza la noosfera.

El punto final de este proceso será, según Teilhard, lo que él ha bautizado como el punto Omega. Este se refiere a una condición que se alcanzará en un futuro lejano, pero ineludible. Se trata de una espiritualidad extrema, del hombre individual y especialmente de la humanidad colectiva. Lo material se habrá vuelto sin importancia. Cuando ello ocurra, será el fin del mundo tal como lo conocemos, y además marcará el fin del tiempo y el espacio.

El punto Omega teilhardiano no sólo es el punto donde la humanidad logrará una extrema espiritualidad, sino también el punto de unión entre lo humano y lo divino. Teilhard de Chardin, siendo cristiano, identifica esta unión con el retorno de Cristo al final de los tiempos. De allí que él haya obtenido la inspiración para darle el nombre al punto Omega, refiriéndose a la frase Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, Aquel que Es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso (Apocalipsis 1:8).

El punto Omega es lo que tal vez mejor caracteriza el pensamiento de Teilhard: la noción de que la evolución conduce hacia un punto de referencia que forma una meta ineludible, aunque no se sabe cuándo se alcanzará.

Teilhard y la ciencia

La contribución de Teilhard de Chardin a la filosofía (así como la teología) y la ciencia es importante ya que, a diferencia de los creacionistas que tienen ahora bastante influencia en los Estados Unidos, ha intentado casar ambos enfoques, sin dar a uno la preferencia sobre otro. El enfoque científico aportó a Teilhard la convicción de que la evolución es un hecho (implicando que la historia bíblica sobre la creación del universo y del hombre en seis días no tiene fundación científica), mientras que el enfoque filosófico-teológico aportó la idea de una finalidad de la presencia del género humano en la tierra – una finalidad intimamente relacionada, en la visión de Teilhard, con lo divino (aunque, por cierto, el punto Omega teilhardiano no se conforma por completo al dogma cristiano del fin del mundo, puesto que implica una unión entre Dios y los humanos, vueltos espirituales, al haber alcanzado un tipo de nirvana budista en el cual se transciende la materia).

Dirección

Sin duda, para Teilhard de Chardin la evolución de la vida tiene una clara dirección. Esta convicción lo ubica en posición opuesta a la teoría darwiniana de la evolución, según la cual los cambios de los organismos vivientes no tienen ninguna dirección preestablecida. Probablemente, eso no es extraño para un religioso como lo fue Teilhard. Sin embargo, él va más allá de la visión cristiana del hombre como la culminación de la creación, ya que lo considera como un mero eslabón, aunque muy importante, en el desarrollo de la vida hacia el punto Omega. Y este punto Omega es lo que tal vez mejor caracteriza el pensamiento de Teilhard: la noción de que la evolución conduce hacia un punto de referencia que forma una meta inevitable, aunque no se sabe cuándo se alcanzará.

Esa finalidad que es tan importante en la doctrina de Teilhard de Chardin, ha sido criticado fuertemente por unos cuantos científicos, quienes enfatizan que la evolución no tiene ningún fin.

Teilhard de Chardin es considerado[ix] como el ejemplo clásico de los biólogos evolucionistas con una tendencia religiosa, quienes intentaron darle una finalidad y una dirección al proceso evolutivo. Muchas personas religiosas consideraban que, al quitarle un objetivo a la evolución, también se había quitado el objetivo, el sentido, a la vida humana.

La tendencia opuesta existe también: la componen aquellas personas que consideran que la naturaleza no tiene ningún objetivo, ningún fin, y que somos los humanos quienes estamos buscándole un sentido a todo. Tal vez el más famoso exponente de esta tendencia sea el biólogo molecular francés Jacques Monod (1910-1976), quien en su ahora clásica monografía Le hasard et la nécessité (“La suerte y la necesidad”[x]) sobre las bases moleculares de la vida opina que si es preciso que la humanidad tenga una religión, que sea la Ciencia esta religión.

Monod concibió el término teleonomía para una propiedad fundamental de los organismos vivientes: la de tener un “proyecto” (en el sentido de una causa final) que se refleja en sus estructuras y actividades[xi]. Tal finalidad pudiera ser, por ejemplo, la reproducción, pero en el caso del género humano se pueden imaginar también finalidades distintas, por ejemplo de índole cultural.

Monod acepta que existe cierta teleonomía en el caso de los organismos vivos, pero no acepta la visión, la cual él llama animista, de que haya una teleonomía universal, que impregne el mundo y que le proporcione un fin, una dirección – y la cual considera al hombre como el fin de la evolución. Monod menciona dos ejemplos de teorías animistas: por un lado el Marxismo, y por otro, Teilhard de Chardin. De este último escribe: “La filosofía biológica de Teilhard de Chardin no merecería que le hagamos caso, si no fuera por el éxito sorprendente que ha tenido hasta en los círculos científicos. (…) Yo por mi parte estoy estupefacto por la falta de rigor y de austeridad intelectual de esta filosofía. Me parece más que todo un intento sistemático de reconciliar, acomodar a cualquier precio”[xii].

Formad vosotros vuestra propia opinión acerca de las ideas de Teilhard y las de Monod.

En otra ocasión hablaremos acerca de la dirección de la evolución. Lo que sí deseo resaltar en este lugar, es que no debemos confundir el concepto de dirección con el de finalidad. Es aquí que Henri Bergson (1859-1941), el filósofo francés más eminente de la primera mitad del siglo XX, hizo una importante contribución, pues él desconectó el concepto de dirección en la evolución de el de un cierto fin. Evolución ocurre, así afirmó Bergson[xiii], y sigue ciertos caminos, pero cuáles caminos seguirá y cuál fin éstos tendrán – sobre eso nada se puede decir.

Complejidad

Estrechamente relacionado a la idea de la dirección que puede tener la evolución, se encuentra el concepto de la complejidad. Tal como ya vimos arriba, Teilhard hizo hincapié en la importancia del eje de la complejidad, o sea de la complejización: el aumento de la complejidad de los organismos a lo largo de la historia de la vida terrenal.

En el caso de la evolución de los organismos vivos, no cabe la menor duda de que, a través de los cientos de millones de años de la historia de la vida terrestre, se dio un desarrollo hacia mayor complejidad (en cantidad de tipos de células y del material genético), tamaño y diversidad de los organismos[xiv]. Esta complejización no es solamente física: si consideramos el género humano, observamos una gran ampliación en el tiempo de sus capacidades mentales y su nivel organizacional. Las organizaciones humanas crecieron tanto en tamaño como en complejidad: desde las tribus de antaño, a las naciones de ayer y el mundo global de mañana. Otro ejemplo de la complejización es proporcionado por el desarrollo del idioma: los gritos de los primates distan mucho de los actuales idiomas humanos.

Siendo la complejización tan importante en la evolución de la vida, no causa maravilla que pensadores como Teilhard de Chardin definieran la complejidad como uno de los ejes principales del desarrollo de la vida. Y en este caso, ni un Jacques Monod puede quitarle por completo la razón, puesto que de hecho, la evolución implica en muchos casos una complejización. De esto, sin embargo, hablaremos en otra oportunidad.

Conclusión

No es necesario estar de acuerdo con todas las ideas de Teilhard de Chardin para reconocer que éstas representan un verdadero tour de force: un esfuerzo titánico para reconciliar la teoría de la evolución por un lado, y la filosofía y la religión cristiana por otro. Tanto los evolucionistas como los cristianos encontrarán en el pensamiento teilhardiano puntos de reconocimiento, pero también puntos de desacuerdo. Pero haber colocado dentro de un mismo marco elementos científicos y filosófico-religiosos, es nada menos que una proeza, la cual abrió para muchos las puertas hacia nuevos horizontes intelectuales.

Nota: este post fue publicado originalmente, en versión ligeramente distinta, en mi blog – ahora cerrado – “Tiempos de Cambio”. La foto que acompaña el post es de Teilhard de Chardin (autor y fecha desconocidos). Fuente: http://www.crisismagazine.com/2015/challenging-rehabilitation-pierre-teilhard-de-chardin.

[i]      Ver: www.teilhardproject.com.

[ii]     La paleontología es la rama de ciencia que se dedica al estudio de especies animales y vegetales ahora desaparecidas, y como tal es afín a la biología tanto como a la geología (la ciencia que estudia la historia de la tierra).

[iii]    Ver: http://es.wikipedia.org/wiki/Pierre_Teilhard_de_Chardin.

[iv]    Teilhard de Chardin, P., 1948b/1955. Le phénomène humain. Éditions du Seuil, París.

[v]        Por ejemplo: (1) Teilhard de Chardin, P. (1948a/1973). Comment je vois. En: Les directions de l’avenir. Oeuvres de Pierre Teilhard de Chardin, 11 (pág. 177-220). Éditions du Seuil, París; (2) Teilhard de Chardin, P., 1949/1962. La place de l’homme dans la nature: le groupe zoologique humain. Union Générale d’Éditions, París.

[vi]       La Fay, G., 1967. Teilhard de Chardin. Síntesis de su pensamiento (Trad.). Sígueme, Salamanca, España. (Trabajo original, Essai de synthèse de la pensée de Teilhard de Chardin, publicado en 1964.)

[vii]    Teilhard de Chardin, 1949, pp. 27-28.

[viii]   Teilhard de Chardin, 1948a, pp. 195-196.

[ix]    Por ejemplo: Rose, S., 1997. Lifelines. Biology beyond determinism. Oxford University Press, Oxford/New York, 335 pág.

[x]     Monod, J., 1970/2002. Le hasard et la nécessité. Éditions du Seuil, Paris, 244 pág.

[xi]    Monod (op. cit.), pág. 25.

[xii]   Monod (op. cit.), pág. 49-50.

[xiii]   Bergson, H., 1907/1989. L’évolution créatrice. Presses Universi­taires de France (Collection Quadrige), París, 372 pág.

[xiv]   Carroll, S.B., 2001. Chance and necessity: the evolution of morphological complexity and diversity. Nature, 409, 1102-1109.

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