Evolución cultural

Después de habernos enfocado hacia la evolución biológica en general, está llegando ahora el momento de mirar en mayor detalle a nuestra propia especie, Homo sapiens, y considerar no sólo la evolución biológica, sino también la cultural. Se dice que nuestra especie ya no está evolucionando tanto de manera biológica, sino más bien de manera cultural. Esto no es del todo correcto (de la evolución biológica de los humanos actuales hablaremos en un siguiente post), pero la evolución cultural es obviamente algo fundamental para nuestra especie. Tan fundamental que se pudiera afirmar que nos caracteriza, y hasta que repercute sobre nuestra evolución biológica. De todo esto, la evolución cultural y su relación con nuestra evolución biológica, hablaremos en este post.

Pero antes de emprender este viaje cultural, cabe preguntarnos qué exactamente entendemos por cultura.

¿Qué es cultura?

La cultura es un concepto que todo el mundo entiende, pero ha resultado difícil definirlo de una manera satisfactoria. El concepto científico de cultura no sólo se refiere a lo que los medios incluyen en la agenda cultural, es decir la música, el cine, el teatro, la ópera, las artes en general… Estas formas de expresión humana forman parte de nuestra cultura, pero cultura es mucho más que sólo eso. Veamos qué más es parte de nuestra cultura:

  • Nuestros idiomas.
  • Nuestras normas, nuestros valores, nuestras religiones.
  • Nuestras tradiciones y usanzas.
  • Nuestros mitos, nuestras leyendas, todo lo que ha sido escrito.
  • Los objetos que hemos elaborado.
  • Nuestras expresiones artísticas.

La cultura es tan amplia que esta lista sin duda no es completa. De hecho, tal como expresaron Robert Foley y Marta Mirazón Lahr, dos antropólogos (la antropología es la ciencia que estudia las sociedades humanas en términos físicos, sociales y culturales), “la cultura es … omnipresente. Se utiliza para distinguir los humanos de los monos … y para caracterizar comportamientos derivados de la evolución en los simios vivientes así como los humanos … Es lo que comparten universalmente todos los humanos y, a la vez, la palabra utilizada para demarcar diferencias entre sociedades y grupos humanos… Es un rasgo y también un proceso. Si se trata como un rasgo, la cultura puede ser considerada el rasgo o el método mediante el cual el rasgo es adquirido, transmitido, cambiado y utilizado… Algunos consideran cultura como el equivalente del gene, y por lo tanto como una unidad bien definida (el “meme”) que puede ser combinada y permutada infinitamente, mientras que para otros es una unidad grande e indivisible, En otras palabras, cultura lo es todo para la antropología, y se pudiera sostener que en el proceso se ha vuelto nada.” [1]

Uno de los padres de la antropología, el inglés Edward Tylor (1832-1917), dio la primera, y probablemente más citada, definición de cultura, al plantear que cultura es “esa totalidad compleja que incluye conocimiento, creencias, arte, valores, leyes, costumbres y cualquier otra destreza o hábito adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad” [2].

Después de la de Tylor, muchas otras definiciones de cultura vieron la luz, cada una enfatizando ciertos aspectos del fenómeno. Algunos investigadores aplican la cultura no sólo al género humano, sino también a otros animales, especialmente los simios[3] (de las manifestaciones culturales de los simios hablaremos en un post futuro); sin embargo, otros, tal vez para crear una distinción clara entre nosotros y los demás primates, limitan el uso de la palabra “cultura” a nuestro propio género.

Dentro de la sociología, la ciencia que se dedica al estudio de la estructura y funcionamiento de la sociedad humana, hay una rama denominada la sociología cultural. Una de las definiciones utilizadas en este ámbito es la siguiente: la cultura consiste en “las ideas y los autoconceptos de un grupo o sociedad (por ejemplo, artefactos, actitudes, creencias, costumbres, normas, símbolos y valores) en un lugar y un tiempo determinado, pasando de una generación a la siguiente” [4]. Se distinguen la cultura material y la inmaterial: la primera, la componen todos los objetos tangibles producidos, mientras que la segunda engloba todo lo intangible, tales como las ideas, las actitudes, los valores y las creencias de una sociedad[5].

Muchas definiciones hacen énfasis en el hecho que la cultura es transmitida de un individuo a otro mediante un proceso de aprendizaje. La definición dada por el diccionario de Merriam-Webster[6] es la preferida de ciertos investigadores, tales como el genetista italiano Luca Cavalli-Sforza[7] (1922-): cultura es “el patrón integrado de conocimientos, creencias y comportamientos humanos que dependen de la capacidad de aprendizaje y transmisión a generaciones posteriores”. En la misma vena, Richerson y Boyd definen cultura como “información capaz de afectar el comportamiento de individuos, obtenida de otros miembros de su especie mediante enseñanza, imitación, u otras formas de transmisión social”[8].

Hace unos años surgió una concepción distinta de cultura: algunos consideran la cultura no como un conjunto de comportamientos, sino como los mecanismos que controlan estos comportamientos[9]. Así como el material genético controla la forma de un organismo, la cultura controla el comportamiento del individuo. Esta es la que se llama la concepción “ideacional” de cultura. Este enfoque permite estudiar la evolución cultural de manera análoga a la evolución biológica; de esto volveremos a hablar más adelante.

Sociedades y civilizaciones

La cultura humana está ligada estrechamente al hecho de que los humanos vivimos en grupos: la cultura es un fenómeno social, y es de manera social que la cultura se transmite de un individuo a otro. Así que, al hablar de cultura, es preciso considerar cómo estamos agrupados.

La combinación de un conjunto de seres humanos es un grupo social, una tribu, una sociedad, o una civilización, dependiendo de sus características[10]. En términos generales, se habla de poblaciones.

Una sociedad es una población en la que los habitantes y su entorno se interrelacionan en un contexto común que les otorga una identidad y sentido de pertenencia. El concepto también implica que el grupo comparte lazos ideológicos, económicos y políticos[11].

La civilización es un concepto fundamental en el estudio histórico[12]. Sin embargo, la definición de “civilización” ha sido, y sigue siendo, difícil. Cuando se habla de civilizaciones, se suele pensar en sociedades avanzadas (para su tiempo), cuya población viva – por lo menos en parte – en ciudades, y que tengan un importante desarrollo del comercio y la industria, y algún sistema de escritura. Pero hay bastantes ejemplos de sociedades avanzadas, que se pudieran considerar civilizaciones, que no cumplen con esta descripción. Los mongoles y escitas, por ejemplo, eran nómadas, y aun así dejaron un legado de organización política-económica los primeros, y artística los segundos; en México hubo sociedades que no tenían ciudades, pero construían grandes monumentos; los jemeres en Camboya eran agrarios pero sus templos son impresionantes; y los incas en Perú no conocían la escritura pero construyeron un imperio[13].

A veces la palabra “cultura” se utiliza para hacer referencia a una sociedad o civilización específica: por ejemplo “la cultura egipcia”. A nosotros nos interesa principalmente el uso más general de la palabra “cultura”, o sea en referencia a la cultura humana en general, pero a veces la utilizaremos en su significado más específico.

Evolución cultural

La cultura es algo natural que no puede ser separada de biología. Por lo tanto, tal como se ha ido descubriendo, a lo largo de los últimos dos siglos, las leyes que rigen la evolución biológica, de la misma manera se ha estudiado el desarrollo de las culturas humanas. De hecho, ya antes de la publicación de las obras de Darwin se estaba hablando del progreso humano, y cuando apareció su Origen de las especies se intentó casar éste con la selección natural de Darwin – con resultados poco apetecibles tales como explicaciones “científicas” de la supuesta superioridad de la raza blanca en general, o la aria en particular. Tales excesos hicieron que, durante bastante tiempo, la antropología se abstuvo de indagar mucho en la evolución de la cultura humana. (También influyó el hecho que la teoría de Darwin chocó con las susceptibilidades de las ciencias sociales de la época victoriana[14].)

Afortunadamente, esta situación cambió y la evolución cultural ha vuelto a ser un campo legítimo de estudio científico. Inclusive, muchos antropólogos consideran ahora que la famosa frase de Theodosius Dobzhansky, Nada en la biología tiene sentido excepto a la luz de la evolución[15], no sólo es aplicable a la biología, sino también a la cultura humana: “nada en la cultura humana tiene sentido, excepto a la luz de la evolución”. El antropólogo estadounidense William Durham, por ejemplo, hace referencia a la definición compacta que Darwin dio de evolución: la evolución, escribió Darwin en su Origin of Species, es “descendencia con modificación”, y esto se refiere no sólo al mundo biológico, sino también al cultural. Si se define evolución como la “transformación secuencial en un sistema de entidades que se reproducen”, se puede aplicar sin problemas a las culturas humanas[16].

La cultura humana evoluciona: no sólo en el sentido de un aumento en el tiempo de la complejidad de las sociedades humanas, sino también – y especialmente – en el sentido darwiniano de que algunos elementos culturales se propagan con mayor facilidad que otros, de manera que la cultura cambia de una manera determinada. Muchos cambios culturales son graduales: el resultado de la acumulación de múltiples pequeños ajustes. Es de esta manera, por ejemplo, que se desarrollaron los idiomas humanos, los primeros relojes, y las religiones[17].

Como ya se mencionó arriba, la cultura permitió a nuestros antepasados adaptarse mejor a su entorno. Especialmente cuando se daban cambios rápidos en sus condiciones de vida, por ejemplo en el caso de cambios climatológicos, la capacidad de cambiar la manera de actuar en lugar de esperar alguna mutación genética útil, obviamente proporcionaba una gran ventaja[18]. Mientras que otros animales perecían o tenían que migrar a lugares donde las condiciones de vida eran más favorables, nuestros antepasados “sencillamente” se adaptaban a las nuevas condiciones. Se adaptaban de distintas maneras: por ejemplo, desarrollaron el uso de herramientas de piedra.

Ahora bien, la elaboración de herramientas de piedra no es tan fácil como parece. Resulta que se requiere bastante ejercicio para convertir una roca en un hacha u otra herramienta. La mejor manera para que un individuo pueda aprender rápidamente esta técnica, es copiarse de alguien que ya tenga experiencia. Por lo tanto, se supone que nuestros antepasados, en lugar de tener que inventar, cada quien por separado, las técnicas del labrado de las piedras, miraran bien cómo lo estaban haciendo los con mayor conocimiento[19]. Esta acción de “mirar bien” puede haber sido una forma de copiar, pero también es posible que hubo cierta enseñanza por parte de los mayores a los menores, tal como también se ha observado en simios modernos[20]. De haber habido enseñanza, ocurrió – por definición – transmisión cultural. Generalmente, se supone, los alumnos copiaban fielmente a sus maestros; pero es probable que de vez en cuanto algún alumno, por equivocación o a propósito, elaborara una herramienta de forma un poco distinta a la original, y en tal caso la selección cultural puede haber actuado sobre las dos formas: una forma pudo haber resultado mejor o más conveniente que la otra, o el individuo que elaboró la nueva forma puede haber sido más popular que su maestro (o al revés), o una forma pudo haber sido más útil para realizar una tarea y la otra para una tarea distinta – en suma, dependiendo de este tipo de factores la forma nueva pudo haberse mantenido o no. Esto es un ejemplo de evolución cultural en acción.

Esa capacidad de adaptación que, gracias a la cultura, tenían nuestros antepasados, por ejemplo Homo habilis y especialmente Homo erectus, las primeras especies de nuestro género, hizo que lograron mantenerse e inclusive prosperar aun en condiciones adversas e inestables. Su cultura incluyó conocimientos técnicos, tales como la capacidad de fabricar herramientas, pero es posible que también se estaba ya desarrollando algún tipo de protolenguaje que permitiera a los grupos de H. erectus tener cierta memoria colectiva, pasando sus experiencias con las tecnologías y conocimientos del ambiente de una generación a otra, así proporcionando informaciones útiles a los descendientes[21].

La cultura no se limita a facilitar la adaptación al medio ambiente; también permite lo opuesto: adaptar el medio ambiente a las necesidades propias. El desarrollo de la agricultura, por ejemplo, permitió a los humanos tener su comida al lado de su casa, lista para llevar, año tras año. Y la domesticación de ciertos animales, tales como el perro, la res, el cerdo, etcétera, permitió a los humanos tener apoyo para la caza y obtener alimentos de alta calidad. Así que la adaptación del entorno a sus fines fue una característica clave de los humanos, fundamental para su desarrollo. Algunas sociedades humanas adaptaron su entorno más que otras, y esta diferencia ha sido utilizada por algunos investigadores como una medida para el grado de civilización: mientras más se haya adaptado el ambiente, más “civilizada” es una sociedad[22].

Una vez adaptada a su entorno, ¿puede una cultura dormirse en sus laureles? Obviamente no. Tal como resalta el historiador estadounidense Carroll Quigley (1910-1977), una cultura que no logra adaptarse a los cambios en su entorno, puede perecer. Pero la cultura es, a la vez, adaptiva y persistente: es adaptiva porque es capaz de cambiar, pero persistente porque sólo cambia si hay una causa. Las causas del cambio pueden ser internos o externos a la cultura, y pueden darse en los entornos geográficos, biológicos y/o culturales. Quigley continúa planteando que una cultura es integrativa, o sea, consiste en una multitud de partes – sub-culturas, digamos – que en su conjunto componen la cultura. Estas sub-culturas cambian también, cada una a su manera y a su ritmo, y se adaptan a los cambios en otras sub-culturas. Sin embargo, en la práctica nunca estarán todas las sub-culturas adaptadas entre sí: la cultura no logrará ser completamente integrada. Mejor así, escribe Quigley, puesto que “una cultura completamente integrada sería rígida y se resistiría tan completamente al cambio que se volvería incapaz de, por un lado, adaptarse a los cambios en su entorno externo y, por otro lado, permitirle al hombre realizar sus ambiciones” [23].

Así que llegamos a la misma conclusión de otros posts: el cambio es normal, y más vale que nuestras culturas, así como nosotros, estén listas para adaptarnos al mismo y así desarrollarse más.

Los mecanismos del cambio cultural

En la evolución biológica, la selección natural es el mecanismo más importante mediante el cual los organismos vivientes pueden adaptarse a cambios en su entorno. La selección natural se basa en cambios en el organismo a partir de mutaciones genéticas. Los organismos mejor adaptados (los “fittest”, en inglés) son los que logran producir más descendientes que los demás individuos de su especie.

El género humano es la excepción a esta regla: aunque la selección natural fuera inicialmente el principal mecanismo que tuvo este primate para adaptarse a los cambios en su entorno, ya no lo es: desde hace más de dos millones de años, nuestros antepasados del género Homo, y posiblemente también de su predecesor, el género Australopithecus, han desarrollado una gran cantidad de conocimientos, tecnologías, creencias etcétera que conjuntamente llamamos “cultura”. La cultura nos permite adaptarnos más fácilmente a cambios en el entorno, modificando nuestra actividad. Esto es mucho más rápido que la adaptación mediante selección natural, que depende de mutaciones genéticas y por ende toma más tiempo. La selección cultural es el mecanismo que permitió a nuestros antepasados escoger aquellos elementos culturales que les permitieran sobrevivir más tiempo y producir más descendientes. (Cabe resaltar, sin embargo, que en la actualidad la cantidad de descendientes parece no tener la misma relevancia que la tenía en el pasado. Además, existen ejemplos de rasgos culturales cuyo desarrollo fue contrario a la selección natural, o sea que redujo la tasa de sobrevivencia y fecundidad de los individuos – por ejemplo, la aparición de ciertas clases de individuos que tienen prohibido casarse y procrearse.)

Un ejemplo de la selección cultural es proporcionado por los barcos polinesios, que fueron utilizados por los habitantes de las islas del Océano Pacífico para desplazarse de una isla a otra, a menudo navegando muchos días sin ver tierra (ver la imagen en el encabezado de este post). De todos los diseños posibles, sólo se estaban utilizando algunos, los cuales se mantuvieron bastante constantes en el tiempo, sin mayores cambios. Al parecer son estos los diseños que resultaron ser los más aptos para los viajes marítimos, mientras que otros diseños, que presumiblemente resultaron en barcos defectuosos y en naufragios, fueron descartados. Dicho en otras palabras: ocurrió una selección cultural, análoga a la selección natural, entre los distintos modelos de barcos, causando la selección de los modelos más exitosos. Una vez seleccionados, los modelos exitosos no cambiaron mucho (pero los símbolos utilizados para adornarlos sí variaron, tanto en el tiempo como entre poblaciones)[24].

La selección cultural no se puede separar de la natural: el idioma, por ejemplo, es un rasgo cultural de suma importancia, cuyo desarrollo dependió de un cerebro, una laringe, una lengua etcétera listos para producir (y entender) lenguaje. La formación y evolución de estos órganos se rige por la selección natural[25].

Además de esto, se puede afirmar que el proceso de selección cultural se parece bastante al de selección natural. Si consideramos, siguiendo a la concepción “ideacional” de la cultura al que se hizo referencia arriba, que la evolución cultural es análoga a la biológica, se puede afirmar que la evolución cultural, al igual que la biológica, requiere cinco elementos para que se pueda dar[26]:

  1. Unidades de transmisión. Lo que se transmite en el caso de evolución genética, son genes. En la evolución cultural, se transmiten paquetes de información cultural: algunos muy pequeños, otros grandes. Pueden ser algún símbolo específico de un grupo, una manera de elaborar ciertas herramientas, alguna costumbre, etcétera. El biólogo inglés Richard Dawkins (1941-) propuso darles a estos paquetes de información cultural el nombre de “memes” [27]. Los estadounidenses Richerson y Boyd[28] proponen el término “variantes culturales” en lugar de “memes”, para indicar que son paquetes de información que pueden ser transmitidos, pero con variación. En algunos casos (por ejemplo, el idioma), la transmisión es bastante precisa, mientras que en otros (por ejemplo, las ideas), pueden ocurrir grandes cambios durante el proceso de transmisión.
  2. Fuentes de variación. En la evolución biológica, la variación es el producto de mutaciones genéticas. En la evolución cultural, el equivalente aproximado sería la introducción de nuevos conceptos en una población, mediante invención, o introducción desde afuera.
  3. Mecanismos de transmisión. Mientras que la evolución biológica ocurre principalmente mediante la transmisión genética, la cultural se da no sólo por divergencia (la propagación de nuevas ideas, análoga a la transmisión genética), sino también por procesos de difusión y préstamos entre poblaciones. En el caso de evolución biológica, los cambios, escritos en el material genético, son traspasados de los padres a los hijos. La evolución cultural funciona a menudo de otra manera: mientras que obviamente sí ocurre transmisión de información cultural de los padres a los hijos (lo que se denomina “transmisión vertical”), más importante es la transmisión de información que proviene de personas de la misma generación y/o no pertenecientes a la familia (llamada “transmisión horizontal”). Otras fuentes de información pueden ser instituciones en la sociedad, textos sagrados, etcétera. La transmisión puede ser de persona a persona, de una persona a muchos, o de muchos a una[29]. La innovación cultural se puede deber a dos procesos: la invención y la transmisión. En la práctica, la transmisión es el proceso mediante el cual los cambios culturales se propagan con mayor facilidad y eficiencia[30].
  4. Procesos de transformación. Así como la evolución biológica, la cultural puede ser gradual o discontinua, episódica (ver mi post del 16 julio 2017).
  5. Fuentes de aislamiento. Así como se requiere algún tipo de aislamiento para la formación de nuevas especies, se necesita algo parecido para que pueda ocurrir una divergencia cultural. Culturas nuevas tienden a aparecer en la periferia de su área de origen: cuando murió la civilización clásica grecorromana, aparecieron en sus zonas periféricas varias culturas nuevas, tales como la occidental en la actual Francia, la árabe en el Medio Oriente, y la rusa en el noreste[31].

Los cambios genéticos y culturales son ambos los resultados de procesos de evolución: en los dos casos, la evolución tiende a preservar variantes que promueven un diseño eficaz para la supervivencia reproductiva. Sin embargo, no son análogos completos o perfectos. En la evolución cultural, son las personas, no la «naturaleza», quienes realizan la mayor parte de la selección, y el principal mecanismo de transmisión es la comunicación, no la reproducción. Las consecuencias percibidas de las variantes culturales determinan en gran medida su persistencia o eliminación[32].

La característica de las variantes culturales de poder ser transmitidas (pero con cambios), hace que la selección (en este caso no natural, sino cultural) puede actuar sobre ellos. Las variantes culturales que se transmiten con mayor facilidad son aquellas que aumentan la aptitud (fitness) de sus portadores. Las variantes que pueden ser adaptativas para (o sea, beneficiar a) un grupo, no necesariamente lo son para otro, cuyo entorno es distinto. En el caso de imposición, cuando por ejemplo la clase gobernante impone ciertas normas culturales a la población, las variantes transmitidas son obviamente las que benefician a los selectores, en este caso la clase gobernante; éstas no necesariamente benefician a toda la población, e inclusive pueden ser inadaptadas para la mayoría de la población. Asimismo, a veces ocurre que las variantes culturales que más se propagan no son las más beneficiosas[33].

Una implicación de la presencia de selectores con intereses específicos es que las sociedades tienden a ser conservadoras. Existe una tendencia conservadora en la mayoría de sociedades, con unas oportunidades variables pero generalmente pequeñas (y aprovechadas principalmente por los jóvenes) para el desarrollo de nuevas variantes culturales[34].

Los selectores no son necesariamente un grupo específico, por ejemplo de líderes. Se ha determinado que de la interacción social entre individuos no relacionados entre si, pueden surgir convenciones culturales de manera espontánea[35].

Es importante resaltar que la evolución cultural no ocurre solamente al nivel del individuo: la replicación de ideas nuevas, de “memes”, depende tanto de los individuos como de los grupos en los que se desempeñan. La variación genética actúa en los individuos y por lo tanto es importante considerar la interacción entre la evolución biológica y la cultural a nivel del individuo. Pero puesto que los individuos no viven aisladamente, sino en grupos, es preciso que el estudio del cambio cultural abarque tanto el individuo (individuos con creencias, valores y habilidades distintas tendrán distintas aptitudes culturales) como la población[36].

En efecto, se puede afirmar que la evolución cultural ocurre a distintos niveles: del individuo y del grupo. La selección de grupo (un concepto todavía un poco controvertido) plantea que la evolución cultural ocurre principalmente en grupos, puesto que los cambios culturales se propagan dentro de grupos y la selección cultural se da entre grupos con distintas características culturales[37].

Coevolución

Tal como vimos antes, los humanos experimentamos evolución tanto biológica como cultural. Son dos procesos en principio independientes: puede ocurrir uno, y no otro. Pero en varios casos se pudo comprobar que los dos procesos estuvieron interactuando. Esto se denomina coevolución.

Por ejemplo, el lenguaje – producto de una evolución cultural – depende de un desarrollo cerebral y del tracto vocal – producto de evolución biológica. Pero este cambio del tracto vocal no se hubiera dado si los humanos no estuviesen dependiendo tanto del lenguaje (ver mi post del 19 mayo 2015).

Aun en la actualidad, muchos rasgos culturales tienen su origen en la evolución natural. De las películas, expresiones culturales típicas de nuestros tiempos, se dice que sus temas están prácticamente siempre relacionados a una o más de cuatro factores darwinianos claves: la sobrevivencia del individuo, la reproducción, la selección familiar (cuando cambios genéticos en un individuo favorecen también a sus familiares), y el altruismo recíproco. El tema de la sobrevivencia aparece bajo la forma de violencia y guerra; la reproducción como historias de amor y escenas de sexo; la selección familiar es fundamental en las sagas sobre ciertos clanes o familias; y el altruismo aparece cuando el héroe salva a personas desconocidas[38].

Cuando nuestros antepasados adoptaron la agricultura (cambio cultural), cambió nuestro cuerpo (cambio biológico). Por ejemplo, nuestras mandíbulas y caras se volvieron un poco menos robustas al empezar a consumir alimentos menos duros de masticar, tales como granos y quesos[39].

Un ejemplo clásico de coevolución es la tolerancia a la lactosa que se desarrolló en ciertas poblaciones humanas[40]. La lactosa es el azúcar que se encuentra en la leche. Todos los mamíferos saben procesar la lactosa durante la primera fase de su vida, cuando dependen de la leche materna para su alimentación. Pero después del destete, esta capacidad se pierde. Esto pasa también en el caso de nuestra especie. Pero algunas poblaciones humanas lograron mantener la capacidad de procesar la lactosa, aun después del destete. Esto ocurrió en poblaciones de pastores, que dependen de sus rebaños, generalmente vacas, para su subsistencia, en distintas partes del mundo: el norte de Europa, y ciertas partes de África y Arabia. La capacidad de seguir procesando la lactosa se debe a unos cambios genéticos[41], y la razón por la que estos cambios fueron tan exitosos es que la manera de vivir de estas poblaciones – un rasgo cultural – benefició a aquellos individuos que procesaban la lactosa durante toda su vida. De este ejemplo de coevolución volveremos a hablar, en más detalle, en un próximo post.

Otro ejemplo es la diferencia entre sociedades individualistas (como la europea y norteamericana) y colectivistas (como muchas asiáticas y africanas), rasgos culturales que – por lo menos en parte – pueden estar causados por una mutación genética. El gen 5-HTTLPR, responsable del transporte de la serotonina, una substancia que influye sobre el estado anímico, ocurre en dos alelos (variantes), “L” (que es más largo) y “S” (más corto). En 29 países identificados como colectivistas predomina el alelo “S”, que está asociado a una tendencia a sufrir trastornos emocionales, tales como ansiedad y depresión, y a evitar tomar riesgos. Se determinó que los individuos con el alelo “S” tienden a unirse a grupos para mejorar su estado anímico – lo que puede explicar que es más colectivista la cultura en las sociedades donde predomina el alelo “S”. A su vez, se supone que en una sociedad colectivista los individuos con el alelo “S” tienen una ventaja reproductiva sobre los con el alelo “L”, lo que mantiene la dominancia del primero sobre el segundo. Lo opuesto ocurre en las sociedades identificadas como individualistas, en las que tiende a predominar el alelo “L”, no relacionado a trastornos mentales[42].

Consideremos la coevolución un poco más ampliamente, de la mano de lo que escribió Durham al respecto[43].

Blog 1709XX - Evolución cultural - coevolución

Hay una interrelación entre cambios genéticos, cambios culturales, y cambios fisiológicos de los individuos. Cambios culturales influyen sobre cuáles cambios genéticos van a prosperar y cambiar la forma (el fenotipo) de los individuos – como ocurrió en el caso de la tolerancia a la lactosa. A su vez, cambios genéticos pueden ocasionar cambios culturales (ver la figura arriba). De esta manera, los fenotipos dependen de las influencias coevolucionarias de los genes y la cultura[44].

La interacción entre los genes y la cultura puede ser directa: la cultura puede influir directamente en la evolución genética, al determinar cuál variante genética es la mejor adaptada; o, al revés, variantes genéticas influyen en los cambios culturales. Sin embargo, normalmente la interacción es más indirecta y más bien comparativa: entre múltiples variantes culturales se selecciona una, que puede influir sobre la adaptación del individuo – normalmente de forma positiva, pero a veces de forma neutra o inclusive negativa[45].

Un ejemplo de este mecanismo comparativo es el desarrollo del cerebro[46]. Si graficamos la expansión del volumen craneal (o sea, del cerebro) de nuestros antepasados en el tiempo, vemos como este volumen aumentó en el tiempo durante los últimos tres millones de años (ver la figura abajo). El cerebro es, en comparación con su peso, el órgano del cuerpo humano que más energía y oxígeno consume, y que más protección requiere. Su desarrollo se debe a cambios genéticos, pero obviamente debe haber ventajas importantes para que un órgano tan “costoso” se haya podido desarrollar de tal manera. Puesto que el desarrollo del cerebro ha ido de la mano del desarrollo cultural humano, se puede deducir que las ventajas de la cultura en términos de adaptación (fitness) deben haber sido más grandes que las desventajas de tener un cerebro “costoso”.

Blog 1709XX - Evolución cultural - endocraneal volume

La creciente tendencia al alza del volumen craneal mostrada en la gráfica, sugiere que es una respuesta a una retroalimentación positiva: al parecer, algo relacionado al sistema cultural estableció y mantuvo las presiones de selección genética para un cerebro cada vez mayor. Este “algo” se entiende generalmente como el comportamiento cada vez más diverso y complejo relacionado con las herramientas, las armas, el lenguaje, la distribución de alimentos, etc. Sin embargo, la creciente complejidad conlleva un riesgo de la aparición de caos, debido a la aparición de una abrumadora cantidad de alternativas. Por lo tanto, el aumento de la complejidad sólo podría ser una fuerza positiva si algún sistema de control se desarrollara al mismo tiempo. Este sistema de control es, obviamente, proporcionado por la cultura.

A medida que la cultura se desarrollaba, el conjunto emergente de valores transmitidos de un individuo a otro pudiera haber constituido un sistema de control cada vez más adaptable que gobernaría la transmisión cultural. En otras palabras, el desarrollo humano se dio principalmente mediante una relación comparativa entre los genes y la cultura, y los elementos culturales más exitosos fueron aquellos que aumentaron la adaptación del individuo, o que por lo menos tuvieron un impacto neutral[47].

El desarrollo cultural se ilustra mediante la siguiente gráfica (ver la figura abajo), en la que se muestra el aumento en el tiempo de la cantidad de formas distintas de herramientas líticas (o sea, de roca). Este parámetro se utilizó a falta de medidas directas de la complejidad cultural. De esta gráfica, especialmente si se compara con la gráfica anterior (del desarrollo del volumen craneal), Durham hace varias observaciones y deducciones[48]:

  • La aparición de una industria de herramientas de piedra y la calidad de estas herramientas sugieren tres cualidades importantes, al menos en la época de la industria achelense: (1) la capacidad de simbolización; (2) un grado de selectividad, no sólo en las materias primas, sino también en las técnicas; y (3) una medida de estandarización en la forma y forma del producto final.
  • Basado en estos argumentos, la gráfica sugiere que los valores transmitidos han influido durante mucho tiempo en la evolución cultural y que su influencia ha crecido, tal vez con una aceleración paralela a la tendencia general de la gráfica.
  • De las tendencias paralelas mostradas en las dos gráficas se deduce que la selectividad adaptativa del sistema cultural debe haber mejorado en los últimos tres millones de años, aproximadamente al mismo tiempo que los elementos culturales transmitidos crecieron en influencia. Al parecer, estos valores transmitidos resultaron en una mejora de la aptitud reproductiva de quienes orientaron la evolución de los sistemas culturales.

Blog 1709XX - Evolución cultural - herramientas líticas

El impacto de la cultura sobre la evolución humana estriba en la capacidad que tienen las variantes culturales escogidas por el grupo (o sus líderes) de mejorar la adaptación de los individuos y por ende, su capacidad de sobrevivir y pasar su acervo genético y cultural a la siguiente generación. Esta relación entre la cultura y la supervivencia puede ser bastante estrecha. De hecho, si una tradición de una sociedad, por algún cambio externo se convierte en contraproducente en términos de éxito reproductivo, lo más probable es que esta tradición será modificada[49].

Conclusión

La cultura es un rasgo que caracteriza al género humano, aunque no sea limitado a este. Engloba a muchos aspectos del quehacer humano, desde el lenguaje y los objetos producidos hasta las tradiciones y los valores. No tiene una definición aceptada por todos, pero una característica fundamental es que la cultura es transmitida de un individuo a otro, y de una generación a otra.

Gracias a una evolución acumulativa, el género humano ha logrado ser una especie con una tecnología avanzada, capaz de adaptar su entorno a sus necesidades. Esta evolución cultural es más rápida que la evolución biológica y, aunque esta última siga actuando en nuestra especie, la evolución cultural está predominando.

La evolución cultural tiene muchas analogías con la evolución biológica. Lo que se transmite en la evolución cultural, son variantes culturales o memes, que son análogos a los genes. Pero la evolución cultural puede ocurrir de múltiples maneras: por invención, transmisión, difusión, y préstamos entre poblaciones. Así como pueden surgir especies nuevas cuando se da aislamiento reproductivo, pueden surgir culturas nuevas en áreas relativamente aisladas.

La evolución cultural y la biológica están interrelacionadas. Los sistemas culturales dependen de los genes, en primer lugar porque estos permitieron el desarrollo de la capacidad cultural en los humanos. Pero la evolución cultural ocurre también de manera independiente de los genes, mediante la transmisión de variantes culturales y la selección de aquellas variantes que son más adaptativas.

En las poblaciones humanas la transformación cultural se da principalmente a través de la selección de variantes culturales transmitidas. Los que hacen la selección no necesariamente representan los intereses de toda la población, de manera que ciertos rasgos culturales pueden resultar inadaptados para parte de la población.

Las sociedades tienden a ser conservadoras y querer mantener su acervo cultural. Sin embargo, aun en las sociedades más conservadoras hay grupos donde aparecen y se propagan variantes culturales que, tarde o temprano, pueden dar origen a cambios culturales que abarcan toda la sociedad. El cambio es indetenible; a nosotros la libertad de decidir si lo aceptamos, o no.

 

 

Este post contiene partes de unos posts que publiqué en mi blog, ahora cerrado, “Los tiempos del cambio”.

Nota: la imagen en el encabezado del post muestra el barco Hōkūle’a, una recreación de los barcos polinesios tradicionales con los que se hicieron viajes de hasta miles de kilómetros entre las islas del Océano Pacífico. Crédito: Herb Kawainui Kane. Fuente: http://archive.hokulea.com/ike/kalai_waa/kane_search_voyaging_canoe.html.

 

[1]    Foley, R. y Lahr, M.M., 2003. On stony ground: lithic technology, human evolution, and the emergence of culture. Evolutionary Anthropology, 12, 109-122.

[2]    Tylor, E.B., 1871. Primitive Culture. Researches into the Development of Mythology, Philosophy, Religion, Language, Art and Custom. Vol. 1, pág. 1.

[3]    Ver, por ejemplo: Whiten, A., 2005. The second inheritance system of chimpanzees and humans. Nature, 437 (7055), 52-55. www.nature.com/nature/journal/v437/n7055/full/nature04023.html.  Whiten, A., 2007. Pan African culture: memes and genes in wild chimpanzees. Proceedings of the National Academy of Sciences, 104 (45), 17559-17560. Sapolsky, R., 2006. Social cultures among nonhuman primates. Current Anthropology, 47 (4), 641-656.

[4]    Ver: http://sociologydictionary.org/culture.

[5]    Vyain, S., Scaramuzzo, G.,  Cody-Rydzewski, S., Griffiths, H., Strayer, E., Keirns, N. y McGivern, R., 2013. Introduction to Sociology – 1st Canadian Edition. Disponible en la red: https://opentextbc.ca/introductiontosociology.

[6]    Ver: www.merriam-webster.com/dictionary/culture.

[7]    Cavalli-Sforza, L. y Cavalli-Sforza, F., 1993. Chi siamo. La storia della diversità umana. Arnoldo Mondadori, Milano.

[8]    Richerson, P.J. y Boyd, R., 2005. Not by genes alone. How culture transformed human evolution. The University of Chicago Press. Pág. 5.

[9]    Durham, W.H., 1991. Coevolution. Genes, culture and human diversity. Stanford University Press. Pág. 3-10.

[10] Quigley, C., 1961. The evolution of civilizations. An introduction to historical analysis. Macmillan, New York. Pág. 63.

[11] Ver: https://definicion.de/sociedad.

[12] Por ejemplo, el ahora clásico trabajo del historiador inglés Arnold Toynbee (1889-1975): Toynbee, A.J., 1947. A study of history. Oxford University Press.

[13] Fernández-Armesto, F., 2001. Civilizations. Culture, ambition, and the transformation of nature. The Free Press, New York. Pág. 15-30.

[14] Richerson, P.J. y Boyd, R., 2001. Built for speed, not for comfort: Darwinian theory and human culture. History and Philosophy of the Life Sciences, 23 (3/4), 425-465. www.jstor.org/stable/23332522?seq=1#page_scan_tab_contents.

[15] Dobzhansky, T., 1973. Nothing in biology makes sense except in the light of evolution. The American Biology Teacher, 35 (3), 125-129. http://www.pbs.org/wgbh/evolution/library/10/2/l_102_01.html.

[16] Durham, 1991, pág. 21-23. Ver nota 9.

[17] Richerson y Boyd, 2005, pág. 48-54 y 58-60. Ver nota 8.

[18] Pagel, M., 2012. Wired for culture: Origins of the human social mind. Norton & Company.

[19] Foley, R. y Lahr, M.M., 2005. On stony ground: Lithic technology, human evolution, and the emergence of culture. Evolutionary Anthropology, 12 (3), 109-122. http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/evan.10108/abstract.  Derex, M. y Boyd, R., 2015. The foundations of the human cultural niche. Nature Communications, 6, 9398. www.nature.com/ncomms/2015/150924/ncomms9398/pdf/ncomms9398.pdf.  Zwirner, E. y Thornton, A., 2015. Cognitive requirements of cumulative culture: teaching is useful but not essential. Scientific Reports, 5, 16781. www.nature.com/articles/srep16781.  Tennie, C., Premo, L.S., Braun, D.R. y McPherron, S.P., 2017. Early stone tools and cultural transmission: resetting the null hypothesis. Current Anthropology. http://www.journals.uchicago.edu/doi/pdfplus/10.1086/693846.

[20] Van Schaik, C., 2006. Why are some animals so smart? The unusual behavior of orangutans in a Sumatran swamp. Scientific American, Abril 2006, 64-71.

[21] Potts, R., 1996. Humanity’s descent. The consequences of ecological instability. William Marrow and Company, New York.

[22] Fernández-Armesto, 2001. Ver nota 13.

[23] Quigley, 1961, pág. 60-63 y 119-121. Ver nota 10.

[24] Rogers, D.S. y Ehrlich, P.R., 2008, Natural selection and cultural rates of change. Proceedings of the National Academy of Sciences, 105 (9), 3416-3420. www.pnas.org/content/105/9/3416.full.pdf.  Shennan, S., 2008. Canoes and cultural evolution. Proceedings of the National Academy of Sciences, 105 (9), 3175-3176. www.pnas.org/content/105/9/3175.full.pdf.

[25] Por ejemplo, Richerson y Boyd, 2005. Ver nota 8.

[26] Durham, 1991, pág. 23-29. Ver nota 9.

[27] Dawkins, R., 1976/1989. The selfish gene (“El gen egoista”). Oxford University Press. Capítulo 11.

[28] Richerson y Boyd, 2005, pág. 80-91. Ver nota 8.

[29] Cavalli-Sforza, L.L., 1996.  Geni, popoli e lingue. Título original: Gènes, peuples et langues (trad.: Elena Stubel). Adelphi, Milano. Pág. 257-272.

[30] Rendell, L. Y otros, 2010. Why copy others? insights from the social learning strategies tournament. Science, 328 (5975), 208-213. http://science.sciencemag.org/content/328/5975/208.

[31] Quigley, 1961, pág. 333. Ver nota 10.

[32] Durham, 1991, pág. 457-458. Ver nota 9.

[33] Durham, 1991, pág. 207-209, 224-225 y 455-456. Ver nota 9.

[34] Ghirlanda, S., Enquist, M. y Nakamaru, M., 2006. Cultural evolution develops its own rules: the rise of conservatism and persuasion. Current Anthropology, 47 (6), 1027-1034. www.jstor.org/stable/10.1086/508696?seq=1#page_scan_tab_contents.   Acerbi, A., Enquist, M. y Ghirlanda, S., 2009. Cultural evolution and individual development of openness and conservatism. Proceedings of the National Academy of Sciences, 106 (45), 18931–18935. www.pnas.org/content/106/45/18931.full.pdf.  Xue, J.Z. y Costopoulos, A., 2010. The evitable route to zealotry: a comment on Ghirlanda, Enquist, and Nakamaru. Current Anthropology, 51 (2), 269-270. www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/651085.  Ghirlanda, S., Acerbi, A., Enquist, M. y Nakamaru, M., 2010. The sometimes evitable route to conservatism and persuasiveness: a reply to Xue and Costopoulos. Current Anthropology, 51 (2), 271-272. www.journals.uchicago.edu/doi/abs/10.1086/651259.

[35] Centola, D. y Baronchelli, A. 2015. The spontaneous emergence of conventions: An experimental study of cultural evolution. Proceedings of the National Academy of Sciences, 112 (7), 1989-1994. www.pnas.org/content/112/7/1989.full.pdf.

[36] Richerson y Boyd, 2005, pág. 8. Ver nota 8.

[37] Wilson, D.S., 2002: Darwin’s cathedral. Evolution, religion, and the nature of society. The University of Chicago Press. Pág. 32-35.

[38] Saad, G., 2013. Evolutionary consumption. Journal of Consumer Psychology, 23 (3), 351-371. www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1057740813000247.  Kenrick, D.T., Saad, G. Y Griskevicius, V., 2013. Evolutionary consumer psychology: Ask not what you can do for biology, but…  Journal of Consumer Psychology, 23 (3), 404-409. www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1057740813000314.

[39] Katz, D.C., Grote, M.N. y Weaver, T.D., 2017. Changes in human skull morphology across the agricultural transition are consistent with softer diets in preindustrial farming groups. Proceedings of the National Academy of Sciences, 114 (34), 9050-9055. www.pnas.org/content/114/34/9050.abstract.

[40] Durham, 1991, cap. 5. Ver nota 9.

[41] Ranciaro, A. y otros, 2014. Genetic origins of lactase persistence and the spread of pastoralism in Africa. The American Journal of Human Genetics, 94, 496-510. www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0002929714000676.

[42] Chiao, J.Y. y Blizinsky, K.D., 2010. Culture–gene coevolution of individualism–collectivism and the serotonin transporter gene. Proceedings of the Royal Society B, 277, 529-537. http://rspb.royalsocietypublishing.org/content/277/1681/529.

[43] Durham, 1991, pág. 185-187. Ver nota 9.

[44] Durham, 1991, pág. 183-192. Ver nota 9.

[45] Durham, 1991, pág. 205-207. Ver nota 9.

[46] Durham, 1991, pág. 444-449. Ver nota 9.

[47] Durham, 1991, pág. 450. Ver nota 9.

[48] Durham, 1991, pág. 446-447. Ver nota 9.

[49] Durham, 1991, pág. 452-455 y 457-458. Ver nota 9.

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